Capítulo 20. -Un paso más.

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Ryan sabía que no era una buena idea, pero ya no era él, era el alcohol actuando por él.

-Hola cariño. -Arrastraba las palabras con torpeza, sin precisión-Ya llegué.

Mangel se dio cuenta rápidamente que había algo que no estaba bien.

-Estás hablando raro ¿Estabas tomando? Gilipollas. -Contestó Mangel. -No vayas a hacer tonterías.

-No haré nada mi cielo. -Dijo el rubio y comenzó a reír como si tuviera algún defecto en la corteza cerebral. -Bueno si.

-¿En qué estás pensando? -Preguntó el pelinegro y Rubén lo miraba atento.

-En algo que me disgusta. -Se carraspeó la garganta antes de seguir. -Quiero que pongas atención porque es importante. -Se empezaba a tambalear así que decidió sentarse en una silla.

Mangel frunció el ceño. Tal vez le iba a contar el problema que había mencionado más temprano en la llamada.

Cerca pero aún así apartados de donde él estaba, hablaban sus amigos tranquilamente, sin preocuparse mucho por lo que él hiciera.

Aunque su hermana le echaba un ojo de vez en cuando para vigilar que estuviese vivo y Miguel también lo observaba a veces.

El último, cuando notó que su amigo estaba hablando por teléfono se extrañó y comenzó a preocuparse, así que ni siquiera había tomado en cuenta de que ya no estaba prestando atención a la historia que contaba Beatriz con tanto esmero.

Él también estaba algo pasado de tragos, pero no estaba tan afectado como notablemente lo estaba su amigo.

-Tú sabes que te quiero. -Comenzó diciendo el rubio. -Pero acerca de tu amigo... -No sabía si era por el alcohol, pero hablaba con el tono de voz suficiente como para que Miguel escuchara y decidiera ir a ver.

-¿Qué haces Andersen? -Preguntó el menor haciendo referencia a la llamada con un gesto.

-Le digo a M.R que su amigo no me gusta. -Explicó Ryan como si fuera lo más simple del mundo.

-Ehm... -Pudo escucharse por el celular, Mangel estaba tratando de ignorar la mirada de Rubén.

-Dame ese celular. -Intentó quitárselo para que dejara de decir babosadas de las que luego se arrepentiría.

-¡No! ¡No lo vas a tomar! -El rubio se levantó y estiró el brazo para que Miguel no pudiese alcanzarlo. Éste se cruzó de brazos y le pisó fuertemente un pie. Al momento en el que Ryan se desconcentró por el dolor y bajó los brazos, su amigo tomó el celular. -¡Miguel! -Gritó corriendo detrás del castaño, quién se dirigía al baño.

-No te permitiré que hagas eso. -Al menor no le importaba pasar por encima de todo lo que se encontraba. Normalmente no hubiese hecho eso de esa forma, pero el alcohol tiene efectos que no puedes controlar.

El más alto logró alcanzar por poco a su amigo tomándolo de la ropa y logró detenerlo por un momento.

-Que no, que me dejes decirle que no me importa el imbécil de su amigo, que no me importa nada, que lo quiero y necesito conocerlo. -Pidió Ryan. Dicen que los borrachos y los niños dicen la verdad, pero no de la mejor manera.

El más bajo se soltó de su agarre y llegó al baño, donde intentó cerrar la puerta para que su amigo no entrase, pero Ryan era más fuerte.

Claramente, a través de la llamada que Miguel no había colgado se escuchó la declaración e hizo que la mirada de Rubén hacia Mangel fuese más intensa.

El pelinegro colgó la llamada antes de que las cosas pudiesen empeorar.

-Estoy completamente seguro de que me odia y te quiere para él. -Dijo Rubén. -Probablemente hasta le gustes. -Añadió sarcásticamente.

-Bueno, ya sabes como se pone la gente cuando bebe, sólo es eso. -Le restó importancia.

-Está bien Mangel, no tienes que darme explicaciones. Lo entiendo y sé que a ti también te importa mucho él. -Respiró profundo intentando no hacer caso al hecho de lo acelerado que tenía el pulso desde que casi besó a su amigo. Simplemente desde ese momento no podía mirarlo a los ojos comodamente, se sentía raro.

Miró la hora en el reloj que traía en su muñeca.

-Se está haciendo tarde, le dices a Cheeto que la última vez que vino dejó una chaqueta para que la venga a buscar. -Cambió drásticamente el tema levantándose del sofá.

El andaluz se levantó también y siguió al castaño, quién lo dirigía a la puerta. La abrió y le indicó que saliera.

-¿Estás molesto conmigo? -Preguntó el menor, tal vez sólo para retrasar su salida. No quería irse.

-No puedo estar molesto con alguien que me trae comida. -Hizo sonreír a Mangel con humor.

Esa se estaba volviendo la despedida más larga de la historia, sólo se veían al uno al otro. Esperando algo más ¿Esperando qué? ¿Un beso en la mejilla?

En otro lugar, un rubio entró al baño siguiendo a su mejor amigo y acorralándolo en la pared para quitarle su celular.

-¿Por qué haces eso? -Preguntó Ryan. -Estoy consciente de lo que hago y soy mayor de edad. -Añadió soltando torpemente sus palabras.

-No estás consciente de nada imbécil ¡Estás borracho! -Exclamó Miguel. -Y te estaba ayudando estúpido, cuando vuelvas en ti me lo agradecerás. -Lo señaló.

El mayor bufó con ambas manos en la pared. Una a cada lado de Miguel, quién rodó los ojos.

A Ryan, tanto ebrio como sobrio le divertía ver a Miguel enojado, así que río en voz baja.

Miguel lo miró fijamente. Si, hasta en esas condiciones el rubio podía ser la persona más tierna en el mundo y lo hacía sonreír también.

Era sólo un niño, uno disfrazado de adulto que abusa de sus derechos. Pero le encanta jugar a las carreras con su mejor amigo y está en esa etapa donde comienza a sentir cosas por alguien más.

Eran dos niños al fin y al cabo. Que a pesar de estar separados seguían conectados de alguna manera.

Entre las muchas cosas que estos hermanos tenían en común, estaban esas ganas de besar a la persona que le sonreía justo en frente porque para ellos no existía otra más bonita. Un paso, un sólo paso sería suficiente.

Continuará...

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Feliz capítulo 20.
Myan & Rubelangel

Los Gemelos DoblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora