Diario de un superviviente.

10. Un regalo y un nuevo hogar

Carter.

Nos encontrábamos de pie frente a un enorme roble, era primero de diciembre y hacía un calor infernal en las faldas del muro, los pájaros revoloteaban, las cigarras cantaban y los animales ratones de campo escarbaban en busca de comida... a, si, y Cat no paraba de remarcar lo obvio.

-Yo no veo nada -se acercó al roble, se veía que en otro tiempo había sido imponente, pero le faltaba cerca de la mitad del tronco, como si una piedra enorme le hubiera golpeado, hasta había los restos de un cráter unos metros colina abajo- ¿Seguro que este es el sitio?

-Eso dicen los planos -volví a comprobar mis notas, en efecto, estábamos en 33 -39 en longitud y latitud, tenía que ser ahí, a lo mejor y no tuve en cuenta algo- aquí menciona algo: "La llave está en el corazón del hijo de la naturaleza que es tan fuerte como la fe", soy ateo, así que no sé a qué demonios se refiere.

-Recuerdo que cuando asistí a mi antiguo jefe en la escuela dijeron algo sobre un árbol, un... -se dio un golpe en la cabeza- ¿Cómo pude ser tan estúpida?, se refiere a un roble, la llave está en el roble.

Nos acercamos al árbol y noté que había algo extraño en las raíces de él, un objeto sobresalía, me agaché y le quité el polvo, era un pequeño prisma rectangular de hierro con un botón negro, tiré de él hasta que logré sacarlo, presioné el botón y una puerta se abrió en la pared del muro, le sonreí a mi compañera y me adentré en la oscuridad, para serles honesto me siento muy cómodo en los espacio a oscuras, tal vez muchos le teman a la oscuridad por lo que se puede ocultar en ella, pero yo ideé una solución muy simple: sé que puedo ser peor que lo aquello oculto en ella.

-Sabes muy bien que no me gustan estos sitios tan oscuros -Cat era un caso diferente, ella le tenía pavor a la oscuridad, distinguí su silueta y le tomé de la mano para que supiera que estoy con ella.

-Tranquila, yo estoy aquí -la atraje a mí- vamos, saca la cosa esa que construí para ti.

-Deberías ponerle nombre -sentí como mi mochila se deslizaba fuera de mis hombros, escuché el cierre y una cegadora luz blanca me iluminó la cara, Cat estaba sosteniendo una pulsera de un blanco inmaculado en su mano izquierda, se la acomodó y sonrió. Era una sencilla cadena hecha de un metal foto sensible que emitía un brillo considerable cuando se encontraba a oscuras.

- ¿Qué te parece Federico? -bromee, ese metal lo había encontrado un mes atrás cuando cruzábamos de las tierras baldías a Alfa.

-Y si la llamo... -sugirió.

-Si le pones nombre sonará a algo que podría encontrar en uno de los libros sobre caballeros que hemos robado -durante nuestros hurtos en el círculo exterior descubrí un objeto maravilloso llamado libro, según Cat existían desde antes de que los humanos vivieran en la Atlántida, a ella no le interesaban principalmente por el hecho de que no sabía leer ni escribir, como sea, desarrollé un gusto por estos singulares y muy escasos objetos que por desgracia eran muy pesados y me había visto obligado a dejar en la iglesia abandonada donde habíamos vivido, pero los recuperaría a la menor oportunidad- también sabes que no me gusta mucho la luz.

-Y que te gusta el café bien negro -siguió caminando por el pasillo dejándome atrás.

-Soy más de leche con chocolate -contesté cuando llegué a su lado.

-Por suerte para mí -añadió.

Caminamos en silencio alumbrados por la pulsera de Cat, las paredes (Al igual que el muro) eran de un sobrio color gris, el techo era de unos tres metros de alto y el suelo estaba hecho del mismo material que los muros. Después de unos minutos vimos el final del pasillo, era una puerta de metal de aspecto muy sólido que tenía a su lado un panel holográfico, coloqué mi mano sobre él y una voz computarizada habló.