Change the world

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Integra Fairbrook Wingates Hellsing tenía doce años cuando su vida cambió radicalmente, su padre murió y trataron de asesinarla el mismo día. Ella era una recatada señorita que gustaba de tomar el té a las cinco de la tarde y asistir a las lecciones de seres sobrenaturales que su padre le daba; gracias a ellas supo a donde ir, sin saberlo Arthur Hellsing le salvó la vida al hablarle de él. Afortunadamente su tío poseía una pésima puntería y la bala solo le rozó el hombro, salpicando de sangre el inerte cuerpo que tenía a sus espaldas; Alucard se sintió vigorizado con el sabor de la sangre virgen, llevaba encerrado tanto tiempo... Le salvó la vida a Integra y a pesar de que solo era una niña apreció en ella un igual, alguien de su edad con el temple suficiente para disparar sin titubear merecía ser llamado su amo.

~Solo quiero lo mejor para ti, chica~

~Pero no creo saber realmente que significa eso~

Integra tuvo que dejar muchas cosas atrás, ahora tenía a cuestas la responsabilidad de la organización Hellsing, aquella que llenaba de tanto orgullo a su padre... ya no hubo té a las cinco de la tarde ni recatadas lecciones sobrenaturales. Alucard se divertía cuestionando sus órdenes y contradiciéndola cada vez que le venía en gana, pero ella se acopló rápidamente a su sarcasmo y adquirió su propio toque de ironía. Ambos aprendieron a tolerar la presencia del otro y con el pasar de los años, a disfrutarla; Integra se convirtió en una mujer frente a los ojos del vampiro, con un carácter de acero y una agenda repleta, pero ella siempre encontraba tiempo para él. Era un extraño ritual que solo ellos comprendían, permaneciendo en la misma habitación por horas, sin hablar ni hacer algo especial, el solo saber que ahí estaban, el uno para el otro, era más que suficiente.

~Sé que sacas lo mejor de mi~

Pasaron muchas cosas y ya no hubo tiempo para él en la agenda de Integra, Hellsing estaba por comenzar una guerra. No quería reconocerlo, pero extrañaba esos momentos con ella, el silencio que podía haber alrededor de ellos por horas, diciendo tanto sin palabras de por medio...esa convivencia le afectó demasiado, generó una dependencia que consideró enfermiza... ¡No! Él era Vlad Tepes III, el hijo del dragón, el temible Drácula... Esa noche de luna llena se probaría a si mismo que seguía siendo el mismo desalmado asesino de siempre, aunque en el fondo sabía que no lo era. El objetivo fue eliminado, pero tuvo un pequeño contratiempo; debió dejar morir a esa humana, y sin embargo no lo hizo... ¿era lástima lo que sintió ante esos ojos azules, tan llenos de vida? Definitivamente la convivencia con Integra lo había cambiado. Se dejó llevar por un sentimiento que ya creía olvidado, no recordaba cuando fue la última vez que sintió lastima por algún ser vivo y ahora debía lidiar con ello. La draculina resultó decepcionante en muchos sentidos, pero no dejaba de ser útil de una u otra forma, ella algún día bebería la sangre que terminaría su transformación, el destino actúa de formas muy curiosas después de todo.

~ Y sé, estás harta de las cosas abstractas~

~ Pero el tiempo ha sido amable de una forma extraña~

La guerra que empezó cincuenta años atrás reavivó su llama, eso fue tan excitante para él; el asesinar sin piedad era parte de su sello característico y disfrutaba al hacerlo, alimentarse sin restricciones y por fin mostrarse como el empalador de Valaquia... todo era maravilloso, además ya no eran solo amo y sirviente, cruzó de nuevo el océano para reclamar a su condesa. Miró a Seras Victoria convertida finalmente en una verdadera nosferatu y sintió orgullo, la molesta e inútil draculina se convirtió en su hermosa y fuerte sirviente, digna de combatir a lado de su hermosa y fuerte ama. Un sentimiento de nostalgia lo invadió, ya no recordaba la sensación de tener una familia, se sentía bien... Integra Fairbrook le había devuelto parte de su humanidad; pero el destino actua de formas muy curiosas y justo cuando estaba listo para vencer fue derrotado, al igual que en aquella batalla con los turcos. Tuvo que luchar consigo mismo, acabando con las miles de almas que existían en él, hasta que solo quedó una... podía estar en todos lados y en ninguno, pero solo quería estar en un solo lugar. Regresó a Hellsing, no estaba seguro de cuanto tiempo transcurrió, tenía hambre y deseaba verla; pudo ver su largo cabello antes rubio y ahora de color plateado, las arrugas en su tersa piel y la fatiga en su encogido cuerpo y aun así seguía siendo su hermosa y fuerte ama.

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