1. Del Crepúsculo al Amanecer

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Otra mañana como tantas. Todas me parecen iguales. A veces pienso que he perdido la cuenta, que los años no han pasado. El mundo avanza pero en mi vida, todo parece haberse detenido.

En realidad, el tiempo fue el que se detuvo.

He tirado otra hoja más al basurero. No sé porque sigo escribiendo con pluma y papel. Los emails son mucho más fáciles y más rápidos pero prefiero hacerlo así porque una carta normal, escrita a puño y letra dice muchas cosas más que un simple email. Siempre lo he pensado que tomarme el tiempo de escribirla así, simboliza mi compromiso con la persona.

Han pasado varios años desde que no lo veo. Sé que viaja por todo el mundo. Va y viene escondiéndose al igual que yo porque así es nuestra vida. No podemos quedarnos durante mucho tiempo en el mismo lugar porque la gente empezaría a sospechar sobre nosotros.

Las viejas páginas de todos esos diarios que guardo en el desván son testigos de mi historia, de esta vida que me sabe amarga, porque al igual que ella, estoy vacío. Durante todos estos años mi vida se ha resumido a hacer lo mismo; a esconderme y a desprenderme de la gente.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que tuve una amistad pero no conservo a nadie en mi vida.

El paso de los años me ha obligado a formar esta coraza que odio tener, de la cual no puedo liberarme porque simplemente ¡No puedo!... y tan sólo tengo diecisiete años.

Me acerco a la ventana para cerrarla. El frío viento golpea mi pecho con un soplido pero me detengo para mirar la ciudad. Hay neblina por doquier, cubre los rascacielos. Escucho el sonido de los automóviles, de la gente en movimiento pues otro día ha comenzado y ni siquiera sé qué horas son. Debo haber perdido la noción del tiempo, como es costumbre.

Sobre la silla hay retazos de tela destrozada; Mezclilla, algodón. Todo está sobre el piso. Me apresuro a recogerla pero me detiene el llamado de la puerta.

- ¡Hola!-. Dice esa voz nerviosa que me mira con una sonrisa al abrir la puerta.

- ¡Hey!-.

A veces pienso que tanta amargura me ha hecho perder el tacto con la gente. Ya no soy tan amable como antes. Mi apatía es la única forma de alejar a la gente pero es porque no saben que no deben estar cerca de mi. Quisiera que lo entendieran pero hay gente que parece no hacerlo.

- Espero no molestarte. Sé que es muy temprano pero estuve horneando estas galletas. Sé que son tus favoritas. También traje un poco de leche, como sé que te gusta.

- Gracias pero no debiste molestarte-.

Intento cerrar la puerta pero ella atraviesa su pie intencionalmente y de nuevo me sonríe, haciendo que no pueda negarle la entrada a mi apartamento, después de todo, ella no tiene la culpa de nada, es tan sólo una niña.

Yo la veo como una niña porque la siento tan inocente, tan frágil, y aunque tenemos la misma edad, ella no sabe la verdad sobre mi... Y nunca la sabrá. No imagina que hay una diferencia abismal de años entre los dos aunque a simple vista no lo parezca. Le llevo una gran ventaja en cuanto a experiencia.

El delicioso olor de las galletas despierta mi apetito y tomo una. Sirvo un poco de leche sobre uno de los vasos que están colocados sobre la pequeña mesa que tengo en la cocina.

- Tus galletas son muy buenas. Deberías venderlas o algo así.

Lo digo porque es verdad, sé que no soy muy expresivo pero siempre he tratado de convencerla de que comparta lo que sabe hacer con los demás. Shannan tiene mucho talento para la cocina, no es la primera vez que pruebo algo de lo que prepara. Le he aconsejado que se meta a estudiar gastronomía pero es algo indecisa y no sabe sí eso es a lo que quiere dedicarse.

PenumbraWhere stories live. Discover now