Se me había acabado la mayonesa.
Por eso me hice una escapada hasta lo
de Clori, que me queda apenas a dos
cuadras. Ya sé que es más caro, pero
estaba apurada. Al cuidado del kiosco
quedó Marcelo, que reemplazaba a
Carla por unos días. Ella se había ido a
Mar del Plata con sus padres.
Mientras esperaba que me cobrara,
vi el artículo del diario doblado junto ala caja registradora. La nota del narigón.
Todo el barrio la había leído, releído y
discutido en esos días.
—¿Ya la leíste? —pregunté, como si
no supiera la respuesta.
—Sí —suspiró Clori—. Una
pérdida de tiempo. Dice puras mentiras.
—¿Para vos todo lo que cuenta es
falso?
—Por supuesto. Es que ese
muchacho se creyó cualquier cosa. Eso
pasa por ir a preguntarle a quien no
sabe.
Obviamente, se refería a la señora
Chan, pero preferí ignorar el
comentario.—Yo tengo un dato nuevo —agregó
bajando la voz.
—¿Sí? ¿De qué se trata?
Clori puso cara de misterio y se me
acercó un poco más.
—Se la llevaron —susurró.
—¿A quién?
—A Julieta, claro.
—No entiendo. ¿Quién se la llevó?
¿Adónde?
—Los padres. La llevaron de viaje,
a Europa, creo. Es para separarla de él.
—¿En serio? —pregunté mientras
pensaba que en ese momento Carla
debía estar tomando sol en alguna playa
—. ¿Otra vez quieren separarlos?Clori suspiró.
—Es el destino trágico de estos
chicos. Se interponen entre ellos,
intentan quebrar ese amor tan intenso
que los une. Habría que hacer algo por
esos pobres enamorados.
Pensé que lo único que les faltaba a
Carla y a Marcelo era que Clori se
metiera en sus vidas.
—El destino es el destino —dije—.
Uno no puede cambiarlo.
—Tenés razón, muy sabias tus
palabras —me contestó solemne y me
cobró tres con ochenta y cinco por el
frasco chico de mayonesa. Un robo, la
verdad.Ahora, mientras les cuento esto,
siento que los extraño. A fin del verano
dejaron el trabajo en el kiosco y desde
entonces los veo poco. Cada tanto
vienen a saludarme, pero desde que
están en el secundario tienen menos
tiempo. A Marcelo suelo verlo pasar en
bicicleta.
—¡Adiós, Romeo! —le grito a
veces.
Él se ríe y hace sonar su bocina.
Ya sé, a ustedes les gustaría saber
qué pasó entre ellos. Pues nada,
siguieron amigos. Como siempre. Hubo
gente que llegó a identificarlos como
Romeo y Julieta y hasta los pararon enla calle para preguntarles cuál era la
verdad. Ellos nunca quisieron hablar del
tema. A veces negaban rotundamente ser
los protagonistas. Otras optaban por el
silencio: que cada cual pensara lo que
quisiera.
La historia que escribió el narigón,
con sus ingredientes de celos y drama,
despertó mucho interés aquí. ¿Entonces
es esa la verdad?, se preguntaron
algunos en aquellos días. Sí, aseguraban
otros que nada sabían y volvían a
contarla agregando detalles de su propia
cosecha. Después, sin embargo, también
esa versión fue olvidada. O mezclada
con las otras hasta hacer una especie deguiso de historias. Es que se dijeron
tantas cosas sobre este tema, que verdad
y mentira terminaron por confundirse en
el barrio. Hasta para mi: algunas veces
yo misma llegué a dudar de la verdad.
Hubo días en que pensé que en realidad
el romance existía, pero ellos,
entrenados en el arte del ocultamiento,
habían logrado engañarme incluso a mí.
Quién sabe.
Ahora que pasó el tiempo, sin
embargo, puedo decir que la versión que
al fin se impuso en el barrio fue la de
Clori. A Carla y Marcelo esa historia
les sigue pareciendo muy graciosa. Cada
tanto vienen a verme, se sientan en mistaburetes altos y hablan del narigón, de
Clori y de todas las mentiras que se
contaron. Yo ya nunca les pregunto si
hubo algo más, algún secreto que no me
dijeran. Me gusta simplemente oírlos
hablar y reírse. Antes de sentarnos,
siempre les sirvo un café. Solo, por
supuesto.
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Café Solo
Romance-ATENCIÓN, ESTA HISTORIA NO ES MÍA, LE PERTENECE A ANDREA FERRARI, YO SOLO LO PUBLICARÉ AQUÍ- Una noticia ha conmocionado el país: dos adolescentes de un barrio de Buenos Aires se han subido a una cornisa y han querido acabar con sus vidas porque su...