14-Clorinda

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Se me había acabado la mayonesa.

Por eso me hice una escapada hasta lo

de Clori, que me queda apenas a dos

cuadras. Ya sé que es más caro, pero

estaba apurada. Al cuidado del kiosco

quedó Marcelo, que reemplazaba a

Carla por unos días. Ella se había ido a

Mar del Plata con sus padres.

Mientras esperaba que me cobrara,

vi el artículo del diario doblado junto ala caja registradora. La nota del narigón.

Todo el barrio la había leído, releído y

discutido en esos días.

—¿Ya la leíste? —pregunté, como si

no supiera la respuesta.

—Sí —suspiró Clori—. Una

pérdida de tiempo. Dice puras mentiras.

—¿Para vos todo lo que cuenta es

falso?

—Por supuesto. Es que ese

muchacho se creyó cualquier cosa. Eso

pasa por ir a preguntarle a quien no

sabe.

Obviamente, se refería a la señora

Chan, pero preferí ignorar el

comentario.—Yo tengo un dato nuevo —agregó

bajando la voz.

—¿Sí? ¿De qué se trata?

Clori puso cara de misterio y se me

acercó un poco más.

—Se la llevaron —susurró.

—¿A quién?

—A Julieta, claro.

—No entiendo. ¿Quién se la llevó?

¿Adónde?

—Los padres. La llevaron de viaje,

a Europa, creo. Es para separarla de él.

—¿En serio? —pregunté mientras

pensaba que en ese momento Carla

debía estar tomando sol en alguna playa

—. ¿Otra vez quieren separarlos?Clori suspiró.

—Es el destino trágico de estos

chicos. Se interponen entre ellos,

intentan quebrar ese amor tan intenso

que los une. Habría que hacer algo por

esos pobres enamorados.

Pensé que lo único que les faltaba a

Carla y a Marcelo era que Clori se

metiera en sus vidas.

—El destino es el destino —dije—.

Uno no puede cambiarlo.

—Tenés razón, muy sabias tus

palabras —me contestó solemne y me

cobró tres con ochenta y cinco por el

frasco chico de mayonesa. Un robo, la

verdad.Ahora, mientras les cuento esto,

siento que los extraño. A fin del verano

dejaron el trabajo en el kiosco y desde

entonces los veo poco. Cada tanto

vienen a saludarme, pero desde que

están en el secundario tienen menos

tiempo. A Marcelo suelo verlo pasar en

bicicleta.

—¡Adiós, Romeo! —le grito a

veces.

Él se ríe y hace sonar su bocina.

Ya sé, a ustedes les gustaría saber

qué pasó entre ellos. Pues nada,

siguieron amigos. Como siempre. Hubo

gente que llegó a identificarlos como

Romeo y Julieta y hasta los pararon enla calle para preguntarles cuál era la

verdad. Ellos nunca quisieron hablar del

tema. A veces negaban rotundamente ser

los protagonistas. Otras optaban por el

silencio: que cada cual pensara lo que

quisiera.

La historia que escribió el narigón,

con sus ingredientes de celos y drama,

despertó mucho interés aquí. ¿Entonces

es esa la verdad?, se preguntaron

algunos en aquellos días. Sí, aseguraban

otros que nada sabían y volvían a

contarla agregando detalles de su propia

cosecha. Después, sin embargo, también

esa versión fue olvidada. O mezclada

con las otras hasta hacer una especie deguiso de historias. Es que se dijeron

tantas cosas sobre este tema, que verdad

y mentira terminaron por confundirse en

el barrio. Hasta para mi: algunas veces

yo misma llegué a dudar de la verdad.

Hubo días en que pensé que en realidad

el romance existía, pero ellos,

entrenados en el arte del ocultamiento,

habían logrado engañarme incluso a mí.

Quién sabe.

Ahora que pasó el tiempo, sin

embargo, puedo decir que la versión que

al fin se impuso en el barrio fue la de

Clori. A Carla y Marcelo esa historia

les sigue pareciendo muy graciosa. Cada

tanto vienen a verme, se sientan en mistaburetes altos y hablan del narigón, de

Clori y de todas las mentiras que se

contaron. Yo ya nunca les pregunto si

hubo algo más, algún secreto que no me

dijeran. Me gusta simplemente oírlos

hablar y reírse. Antes de sentarnos,

siempre les sirvo un café. Solo, por

supuesto.

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2017 ⏰

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