SCHOOL DROPOUT

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Las palabras de Hermione, aquel día en Las Tres Escobas, habían calado hondo en Draco Malfoy. Ella tenía razón pues él, simplemente estaba solo viviendo de apariencias y, tal como le había dicho, «¿qué estaba haciendo él con su vida?» Solo vivía y la pasaba bien con sus amigos, queriendo demostrar que seguía siendo el mismo: un mujeriego irresponsable. Pero no era así. En lo que llevaba recorrido del año escolar, no había mirado a ninguna otra chica. Es más, realmente sentía celos de Weasley, porque él sí había hecho algo con su vida: al terminar el colegio, él y Potter se irían a la academia de aurores. Además, trabajaban apoyando a Wood en el taller de escobas y, aparte de todo, daban clases especiales a alumnos de primer y segundo año sobre defensa contra las artes oscuras.

Y él, ¿qué estaba haciendo? Pues solo dedicarse a mirar traseros, reír con los inventos de Blaise y esperando participar en alguna carrera clandestina con el Fusilazo Estelar. Además, de tratar de esconder lo que su corazón decía: estar con Granger... con la insulsa de Granger. ¡Diantres! A él le gustaba como era: cabello alborotado, vestida con ropas anchas, en fin. Así, tal cual, era como lo había conquistado. Pero, ¿qué haría ella en su mundo? No, ese no era el problema. Se trataba de qué haría él en el mundo de ella. Era él quien debía probar que era digno de estar con alguien tan importante, valiente, decidida e inteligente como Granger. Que... ¿qué haría con su vida? Pues sí, definitivamente haría algo importante. Sabía para lo que era bueno, fue un buen aspirante a mortífago, «aspirante» porque el título oficial jamás lo obtuvo, pues no fue capaz de asesinar a Dumbledore y porque no quiso reconocer a Potter en su residencia. Lo aceptaba, era engreído pero jamás un asesino. Así que mal que mal las técnicas adquiridas las podría utilizar ahora para enmendar su camino. Estaba seguro que tarde o temprano Hermione Granger estaría orgullosa de él.

En uno de los tantos comentarios de pasillo escuchó que Snape había reabierto el Club del Duelo y que un par de días a la semana se batían en combate de varitas algunos alumnos. Él podría ser un excelente co-instructor. Tal vez el profesor necesitara ayuda y él estaba dispuesto a entregársela.

—A ver, Draco, dices que quieres ayudarme... pero yo no he pedido ayuda. Dime, ¿qué te traes entre manos? —le dijo el profesor entrecruzando sus manos sobre el escritorio.

Se hallaban en la sala de Defensa Contra las Artes Oscuras, asignatura que Snape había mantenido luego de la guerra. Muchos hubiesen deseado que siguiera en pociones, pues para otros tantos era bueno en lo que hacía, no obstante McGonagall lo mantuvo en el área que siempre él había deseado.

—No padrino, no tengo ningún interés. Solo quiero ayudar.

—Una chica. Hay una chica por ahí —Draco abrió la boca para hablar pero no encontró palabras, no tenía intención alguna tampoco de negar a Hermione—. Pues ya veo... Bueno, si quieres lucirte delante de una mujer debes ser excelente como mi ayudante. No admito errores, ¿entendido?

—Lo seré, padrino. Lo prometo.

—Y por favor, no me digas padrino. Soy tu profesor.

—Entendido, padrino.

Snape rodó los ojos, negó con la cabeza y se rindió. Sabía que se le venía difícil el camino con Draco en su aula, pero estaba dispuesto a darle una oportunidad.

Al cabo de unos veinte minutos el rostro adusto del profesor se había convertido en una extraña mueca entre rabia, desazón y ganas de reírse a carcajadas. Mientras intentaba guardar la compostura, sentado detrás de su butaca y mirando cómo su «ayudante» destrozaba lo que tanto le había costado...

Draco, el muy experto en artes de defensa, poco y nada explicaba a sus pupilos, más bien, los últimos diez minutos un grupito intentaba recomponerse en una de las sillas para la audiencia que se encontraban a la orilla de la pasarela el duelo, pues Draco con tan solo un leve movimiento de su varita los había aturdido a todos.

Grease in HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora