capítulo 28

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POV BRUNO

Observé a Fara salir por la puerta de mi oficina como alma que lleva el diablo, tuve el impulso de detenerla, decirle que nada de lo que dije era cierto, que si me importaba, más de lo que era capaz de aceptar.

Sus lágrimas me pegaron más fuerte que la cachetada que me propinó, me odié por hacerla sufrir pero mi orgullo no me dejo dar marcha atrás a todas mis palabras.

Siempre he creído que enamorarse es encadenarse a alguien más, es omitir  quien eres para convertirte en el complemento de esa persona. Verla en la cafetería besándose con el invesir de Eric sólo hizo confirmar mis pensamientos, la opresión que sentí en el pecho, el enojo que recorrió cada parte de mi cuerpo, ver cómo la sujetaba de la cintura, la fuerza de sus manos por mantenerla cerca, deseé llegar hasta ellos y romperle la cara a ese hijo de puta, pero mi cuerpo no reaccionó; entonces lo entendí, Fara me convertía en alguien débil, desear que siempre esté conmigo, que nadie más la toque, sentir que la necesitó para respirar, eso es algo que no me voy a permitir; no cometeré los mismos errores de mi padre, no permitiré que nadie me debilité.

Salí de la oficina, el lugar de Fara estaba desocupado, me detuve a observar su escritorio como si ella se encontrara ahí.

Había dejado su chaqueta sobré la silla de su escritorio, la tomé en mis manos sin ningún objetivo pero una vez la tuve pude sentir su olor impregnado en ella, la llevé hasta mi rostro para sentir más cerca ese olor que me enloquecía...

¡Dio mio, tengo que sacarla de mí cabeza!.

Conduje sin rumbó, necesitaba relajarme, sentirme Bruno Prieto otra vez, olvidarme de Fara, de su cuerpo, de las sensaciones que provocaba en mí. De cómo se estremecía cada vez que me acercaba, su forma tan simple para sonrojarse, de nuestros roses intrínsecos.

Llegué a un bar, pedí un vodka y me senté en la barra a tomármelo, el lugar estaba casi vacío. Habían dos ebrios en una mesa al fondo y al lado de está había una rubia de ojos azules que no despegaba la vista de mí...

Justo lo que necesito.

******



— Vaya, hasta que te dignaste en aparecer— escupió mi padre con desagrado al verme entrar por la puerta de muestra casa.

Pasé a su lado ignorando sus palabras, tenía un dolor de cabeza de los mil demonios como para soportar sus reproches.

—  Y yo que pensé que habías cambiado, ya veo que me equivoqué... Al final vuelves a ser el mismo irresponsable—  levantó el Tono de Voz—¡ dos días desaparecido!, sin una llamada, abandonaste el trabajo dejándome a mí tus responsabilidades.

— No te pedí que te hicieras cargo de ello—masculle antes de empezar a subir las escaleras.

— Bruno—. No giré al escucharlo, continúe mi camino —  hijo así no vas a llegar a ningún lado y mucho menos la vas a recuperar.

Entré a mi habitación cerrando la puerta con enojo, aunque me arrepentí a los segundos ya que el estruendo aumento mi jodido dolor de cabeza.

El alcohol suele ser un amigo fiel que te hace sentir increíble, olvidarte del mundo y de los problemas, en mi caso... De Fara

El problema es cuando su efecto pasa, te sientes peor que un principio, tus miedos siguen ahí, tu dolor había regresado a parte de una cruda que viene del mismísimo infierno.

Entré al baño, dejando a mi paso la ropa que llevaba puesta. Desde la discusión con Fara decidí regresar a mis " andanzas", ( como diría mi padre). Sexo, mujeres, alcohol y mucha fiesta; sin duda alguna esa sería la solución a mi estúpida obstinación con ella, sin embargo todo fue un fracaso, por primera vez en toda mi puta vida no logré mi cometido.

Intenté ligar con varias chicas, todas a mi gusto. Pero su maldito recuerdo taladraba mi cabeza, su risa, sus gestos, su voz, todo en ella. Al final sólo terminé borracho como un jodido perdedor, sí, soy una mierda... Sin Fara, soy una mierda.

AMORES QUE MATAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora