El toro de oro

1.8K 141 2
                                    

Tenerlo entre mis manos me hacía sentir eufórica.

No entendía como antes no podía haber tenido el Chakram, mis dedos se cernían a la perfección, parecía una extensión de mi cuerpo al igual que mi espada; la emoción en ese momento superó el malestar que sentía por mi pequeña plática con el Dios de los mares.

Es que ¿en serio? Habían pasado más de 16 años, y ahora que había estado feliz con un padre amoroso que se preocupaba por mí, venía a reclamar títulos que él mismo desistió de poseer, y por cosas que no fueron mi culpa aquel que quiero como mi padre me odia, mis ojos quieren traicionarme pero no permito que salga una sola lágrima, no era momento de llorar.

Ese es el Chakram que decías - preguntó Annabeth

Sí - dije sin dejar de admirarlo

Tienes una forma de transformarlo en algo fácil de transportar - cuestionó Quirón

Si te refieres a cambiarle de forma - dije - pues no, te recuerdo que en esos tiempos no modificábamos armas, las teníamos a la mano

Entonces como la vas a llevar - preguntó Quirón - a menos que estés con tu armadura a toda hora

Llevaré un cinturón con un gancho - dije con simpleza - la niebla hará el resto

No crees que tienen tiempo de sobra para llegar a donde mi hermano - cuestionó Jason

Bravo romano salanos el viaje - bromeé

Sí Jason esas cosas no se dicen - le regañó Thalia

Quirón, iré a hacer un sacrificio a los dioses - informé - luego de eso nos vamos

Lo decías en serio - pidió saber Nico

Sí - le dije fría - puedes llevar mis cosas al barco, luego les doy el alcance

Está bien - respondió sin insistir

Caminé a la fogata del campamento pensando en lo que le podía ofrecer de sacrificio al Dios.

Si hubiera sido Zeus esto sería más fácil - se quejó Xena

¿Por qué lo dices? - pregunté curiosa

Le ofreces a una virgen y te hubiera dejado tranquila - dijo muy contenta

No hables así de mi padre - le regañe - es asqueroso de solo pensarlo

Bien - dijo con tono feliz - pero un toro, antes sacrificaban toros a cada rato para Poseidón

Un toro entonces - me paré frente a la fogata observándola, dejando que el movimiento del fuego me calme para luego dirigirme al templo del dios del mar.

A penas entré sentí todo su poder, y sentí parte de su poder recorrer mi cuerpo, definitivamente siempre sabría que soy su hija de manera obligatoria, el olor a mar era embriagador, la sensación de estar  en las profundidades del océano me envolvía, los corales que adornaban las columnas parecían brillar con la luz que ingresaba, mientras más me acercaba al altar su presencia se hacía mayor, éste era terreno peligroso para mí, si se dignaba a aparecer no me iba a poder reusar a hablarle, la estatua alzada de él le hacía extrema justicia, no pude evitar sonreír al ver que yo realicé una similar solo que en la mía él se encontraba sentado con tridente en mano, en esta él estaba parado con tridente alzado pero a diferencia de la estatua de Zeus en su cabaña, no era totalmente intimidante, sus ojos tenían las arrugas que indicaban que sonreía mucho, pero su rostro reflejaba seriedad, la mezcla entre sus dos personalidades: el piadoso, amigable, poderoso y el agresivo, vengativo, para nada amigable.

Sí, ese era mi "padre", estoy segura que Percy se encargó de supervisar la creación de ésta estatua al igual que la que actualmente se encuentra en nueva Roma, pensándolo bien, yo no conocía a Neptuno y si Poseidón de por sí me sacaba de mis cabales no me quiero imaginar su versión romana, me estremecí ante ese pensamiento.

La reencarnación de Xena ¿Hija de los dioses?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora