Prefacio

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Tenía todo. Creía en él y lo que habíamos pactado, ahora todo lo que quedaba era algo que nunca tuvo con qué sostenerse. Hice todo lo que pude durante los últimos meses para que el sueño sobreviviera... y yo en el proceso.

No tenía más remedio que tomar una decisión. Pero si la tomaba, ¿valdría la pena? Todo lo que pedía era que él se quedara en silencio un momento y me dejara pensar con claridad. Porque si era nuestra despedida necesitaba un momento para disfrutar al máximo lo que quedaba. Sus dedos acariciaban suavemente mi piel, reprimí las ganas de llorar. Si me quedaban pocas horas a su lado quería tener un momento de completa felicidad e interpretar bien mi papel de esposa.

Lo acerqué a mis labios, sentí su duda, pese a ello continué sin dejarlo protestar. Si le sabía o no a despedida ya no importaba.

Ya nada me quedaba y no tenía más pretextos para negar la verdad. Estaba enamorada de mi marido, me había casado con él en un arrebato y por cumplir un pacto que habíamos hecho de adolescentes, sabía que él no me amaba y que se casaba conmigo por despecho. Aún así esperaba que mi amor sería suficiente para ambos, no importaba si él no me amaba ya que yo sí. No sabía que nunca iba a ser suficiente porque siempre iba a querer más, más de lo que él podría dar.

Cerré los ojos, rogué mentalmente para tener el valor de seguir adelante y no derrumbarme en el intento, y lo llevé conmigo a la cama.

Quédate en SilencioWhere stories live. Discover now