Tema 3: Sebastián

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Memorias de mis tristes putas.

Mis tristes putas eran tres; la puta escuela, la puta indiferencia de mamá y mi puta novia imaginaria. Nadie se imaginaba que un chico como yo pudiera tener tanta mierda en la cabeza, tantas ganas de ser libre, tantas ganas de gritar, tantas ganas de... ser.

Era el típico niño popular, a diferencia de lo que la mayoría de mis doctores creía. Tenía muchos seguidores en la escuela; ninguno era mi amigo realmente. Se peleaban por mi aprobación cual hienas por carne podrida, eran capaces de hacer todo lo que yo deseaba, desde cargar mis útiles hasta darme su almuerzo sin tener que arrancárselos o golpearlos por ello.

Cualquiera creería que era un chico feliz, mi padre me dejaba y me recogía en la escuela todos los días muy puntual, me llevaba de regreso a casa, comíamos juntos y me ayudaba con mi tarea (por no decir que la mayoría de las veces él las hacía, argumentando que me darían mejor calificación si él me ayudaba). Tal vez me subestimaba. Hasta ahora es que lo asimilo; quizá en el fondo, papá era peor que mamá.

Me sorprende que en un lugar como este me dieran acceso a un lápiz y unas cuántas hojas de papel, me gusta pensar que fue idea del psicólogo, el psiquiatra sólo me droga, continuaré; lo único bueno de mi vida era Sebastián; mi mejor amigo, mi novia imaginaria. Desde pequeños hacíamos todo juntos, hasta el día en que su padre nos descubrió bañándonos, teníamos 6 años. En mi defensa diré que no hicimos nada inapropiado; habíamos estado jugando en su patio trasero y la noche anterior había caído una tormenta, nos llenamos de lodo.

— ¿Ya viste cómo acabamos?

— Sí, seguro mamá no me dejará entrar a la casa —. Nuestras risas no podían ser más fuertes

— ¡Tengo una idea! ¿Por qué no te bañas aquí en mi casa? Te puedo prestar ropa y así tu mamá no te regañará.

— Oye, pero ¿y tú? ¿A ti no te regañarán?

— Cierto, y papá ya casi regresa. Nos bañamos los dos.

— De acuerdo

No sabía que esas últimas dos palabras me restarían tiempo con mi mejor amigo por el resto de nuestras vidas y que le costaría el trabajo a Alma, la niñera de Sebastián. Después de eso seguimos en contacto a escondidas como hasta ahora; su padre no se atrevió a hablar con los míos y se dedicó a separarnos.

Sebastián se convirtió en mi novia imaginaria cuando una de las chicas más hermosas de la secundaria se me acercó y me coqueteó como cualquier otra chica lo haría frente al más popular de la escuela, no tenía idea de cómo o qué responderle así que le dije lo primero que se me ocurrió — Lo siento linda, soy un chico ocupado — no me dejó terminar la frase, no podía ir al cine el viernes porque era cuando veía a papá jugar béisbol consigo mismo mientras me gritaba sobre cómo debía agarrar el bate, era verdad, pero no dejaba de ser una excusa.

— ¡Lo sabía! Un chico como tú no podía estar soltero, bueno; no importa, esperaré — la chica besó mi mejilla y se fue sin darme oportunidad de explicarle. No había nada más qué hacer. Corrió el rumor.

No me quedó más opción que seguirles el juego, y mientras el rumor se hacía más grande me di cuenta que cada que hablaba de "ella", pensaba en Sebastián. A pesar de que hablábamos todos los días, no tenía idea de lo mucho que extrañaba tenerlo cerca. Nos veíamos 2 veces al mes si teníamos suerte, a veces teníamos muchos deberes en la escuela, otras veces dejaba de escribirme porque su papá sospechaba que él tenía una novia; y curiosamente; yo también me volví su novia imaginaria. Al principio no lo noté, pero me gustaba que todos creyeran que Sebastián estaba "ocupado".

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2017 ⏰

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