Eros
Se aproximaba el día de San Valentín y Eros no podía contener su emoción. No había nada mejor que recargara sus poderes que el amor que desbordaba en aquel día. Especialmente del amor verdadero y correspondido.
Ahora que ya no había muchos humanos que los adoraran, los dioses del Olimpo tenían que extraer energía de donde pudieran para sobrevivir. Al contrario de muchos de los dioses que con el tiempo habían ido desapareciendo, Eros tenía un lugar muy especial en el corazón de las personas y por eso hacía todo lo que estaba en su poder para enlazar a la mayor cantidad de corazones que pudiese.
Estaba revisando cómo le iba a algunas parejas de almas gemelas que había unido recientemente, que eran las que lo mantenían alimentado todo el año, cuando se quedó helado. ¡Francisco y Rodolfo se habían separado! Ese tipo de rupturas en almas gemelas era extremadamente extraño y se regañó a sí mismo por haberse confiado.
Después de revisar la situación de ambos hombres decidió su plan maestro. Esos pobres humanos no podrían resistirse ante sus poderes, de eso estaba seguro. Para el siguiente San Valentín, dentro de un año y unos meses, Francisco se mudaría con Rodolfo, o dejaría de llamarse Eros.
***
Rodolfo
―¡Maldito Eros! ―exclamó Rodolfo mientras cerraba de golpe la puerta de su apartamento. Se acercaba el día de San Valentín y todos los aparadores estaban llenos de decoraciones del dios Eros. Este era el peor día como para que la imagen del dios a quien todos conocían con su nombre romano, Cupido, le regara sal en la herida.
Rodolfo siempre se había considerado a sí mismo un pagano. Tenía una fe inquebrantable en los dioses de la antigua Grecia y en su poder. Cuando pedía algo a alguna fuerza superior, solía recurrir a ellos.
Suspiró abatido mientras se quitaba la corbata y la lanzaba contra el sofá. Recordó los acontecimientos que habían ocurrido ese día y por qué hoy más que nunca la imagen de aquel dios travieso lo había asqueado tanto.
La operación había fracasado a pesar de lo mucho que se esmeró para salvar a su paciente sin importar lo mucho que se había encomendado a Asceplio[1].
La familia que había depositado sus esperanzas en él y en sus habilidades había quedado destrozada cuando tuvo que darles la noticia. Entendía que eran gajes de su profesión. No podía darle ninguna garantía a nadie, pero por alguna extraña razón, este caso le había afectado de una manera personal y directa.
«Ni tan "extraña razón"» pensó abatido mientras continuaba caminando por su oscuro apartamento.
Sabía perfectamente por qué le había afectado más que los demás casos. El hombre que se había sometido a ese procedimiento quirúrgico era gay, como él. Y no solo eso, sino que tenía algo que le había recordado al hombre que dejó ir destrozándole el corazón. No es que fueran físicamente similares, pero había algo en su personalidad que no pudo evitar que le recordara a su ex.
Además la relación de la pareja era como un templo para Afrodita[2], el amor que sentían el uno por el otro y la dedicación que su amante le había dado a su paciente lograron romper su frente de profesional cínico, exponiendo al hombre debajo del estetoscopio.
El sentimiento desaparecería con el tiempo, eso no le preocupaba. Lo que realmente lo perturbaba era pensar que aquella herida que por fin creyó que había cicatrizado se reabriera. La que Francisco había dejado en su corazón.
Se sirvió una copa de coñac mientras se acomodaba sobre el sofá de su lujoso apartamento, y sin prender las luces, tomó el mando del equipo de sonido. Dejaría que su mente se relajara al ritmo del jazz. Sonrió al recordar lo mucho que Francisco le había reñido por esa música tan aburrida, e inmediatamente se maldijo a sí mismo.
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El Reencuentro
RomanceRodolfo nunca dejó de amar a Francisco, pero cuando es transferido a Chile, se ven obligados a mantener una relación de larga distancia que termina fallando. Intenta continuar con su vida a pesar de su corazón roto, pero ahora que se acerca el día d...