Me desperté cuando un pálido rayo de luna acarició suavemente mi cara, asomando entre los huecos de las hojas que había usado como camuflaje. La noche se había cernido sobre el pequeño bosque y todo el lugar yacía en calma. Las tripas empezaron a rugirme en señal de que ya era hora de comer algo y, tras examinar el lugar y recolectar unos cuantos frutos de aspecto comestible, volví a mi escondite para examinar el libro que casi me había costado la vida conseguir.
Al disponerme a abrirlo me percaté de mi mano cubierta de sangre ya reseca, y supuse que gran parte del libro estaría ahora impregnado con mi ADN. Lo que es más, puede que incluso hubiera partes ilegibles, fuera como fuese ya no podría devolverlo. Al menos eso era lo que creía yo, pues al abrir el libro y ojearlo no vi ni una sola página manchada, juraría incluso que aquella sangre que cayó accidentalmente formaba ahora parte de los textos en su interior. La sola idea me provocó tal repulsión que lo aparté de mí vista un momento, ahogando una arcada.
Tras hacer de tripas corazón me adentré en sus páginas llenas de completísima información sobre hechizos, esperando a encontrar el que me sacase de allí. Desde luego, Yenos no se había equivocado cuando dijo que era el volumen más completo existente, pues parecía que a cada minuto que pasaba más páginas se agregaban. Era curioso como a medida que leía aquellos textos se traducían directamente a mi idioma, pues obviamente estaban en una lengua arcaica y mágica que desconocía.
Buscar aquel hechizo se comió gran parte del tiempo, y para cuando lo encontré aquella hermosa luna estaba por ocultarse. Debía darme mucha prisa. Para mi desgracia el encantamiento requería el espejo que se encontraba en el salón del trono de la reina Beatrice. Como llegar allí después de convertirme en una fugitiva era un absoluto misterio. No veía otra solución que intentar llegar hasta allí mientras la oscuridad me protegiese, así que abracé el libro con todas mis fuerzas contra mi pecho y salí de mi escondite.
Recorrí los callejones como una siniestra aparición, bordeando las calles principales para evitar posibles captores, razón por la cual estaba tardando más de la cuenta en llegar. No pude evitar acordarme de Kapuku, me había acostumbrado a tenerle a mi lado y ahora me sentía algo vacía. ¿Dónde habría ido a parar después de todo el alboroto? Cuando caí y eché a correr estaba completamente sola... Aunque supuse en seguida que con lo independiente que era habría llegado por cuenta propia al castillo, y ahora estaría durmiendo la mona como de costumbre.
El gran reloj de la plaza principal dio sus primeras campanadas advirtiéndome que la ciudad estaba a punto de despertarse. Eché a correr entonces sin vacilar ni un momento hasta que estuve en las inmediaciones de palacio. Como esperaba, estaba hasta arriba de guardias y las puertas permanecían cerradas. De repente noté el impacto de un pequeño objeto en mi cabeza e instintivamente miré hacia arriba. Allí, en lo alto de la muralla, se encontraba una vez más aquel escurridizo zorro blanco que parecía haberme estado esperando, sin apartar sus rojizos ojos de mí.
Con un ágil movimiento bajó hasta donde yo me encontraba y emprendió la marcha por el borde del muro, esperando como no a que yo le siguiera. Como de costumbre, Kapuku se adelantó a mis pensamientos, pues me guió justo hasta un pequeño agujero que había en la parte de atrás y se apartó a un lado, esperando que pasase.
- A veces me da miedo tu intuición, ¿sabes? – dije a la vez que traspasaba la abertura hasta el otro lado.
He de decir que estaba realmente contenta de que Kapuku estuviera conmigo y no podía estar más agradecida a aquel extraño animalillo; además de facilitarme la movilidad por el enorme castillo, había estado a mi lado desde que llegué a aquel mágico reino y me vi envuelta en toda esta trifulca. Quizás el hecho de que él fuese mi guía me hizo relajarme hasta el punto de volver a enfrascarme en el hechizo, dejándome llevar completamente:
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Illusia Alter Ego
FantasíaA veces, una visión puede ser tan real, que deja de ser una mera ilusión; ¿Qué pasaría si nada de lo que ves es completamente real, y todo lo que has creído imaginar tiene algo de verdad? Porque no todo es lo que parece, y donde hay luz siempre hay...