Red

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 El Cónclave ha iniciado.

El humo verde que se eleva hasta lo más alto del cielo y el sonido de tambores lo confirmaba.

Me alejé de la ventana y miré el interior de mi habitación. Pronto, esta habitación le pertenecería a la siguiente generación que se prepararía para su propio Cónclave, para hacer exactamente lo que yo iba a hacer ahora. Aquella habitación no parecería mía si no fuera por los dibujos que estaban guardados en uno de los cajones que también contenía mi uniforme de guerra.

Saqué los dibujos que Clio había dibujado durante todo el entrenamiento, algunos eran para mí y tenían mi nombre, otros se los robé porque me gustaron mucho y otros eran "basura" según ella. Esos pedazos de papel eran mi única posición, lo único que sentía que era verdaderamente mío. Y lo único que me recordaba quién era y quién no.

Pero ya no importaba.

Junté todos los pedazos de papel y los tiré al fuego de la chimenea. Todos se encendieron al instante, pintándose de un color naranja rojizo y desvaneciendo más rápido que un parpadeo.

Cuando me aseguré que no quedaba nada de esos dibujos procedí a hacer lo que se suponía era mi deber. Me puse el uniforme que estuvo años esperando por mí, por aquel momento.

Tocaron mi puerta y esa fue la señal para salir. Afuera estaban mis otros compañeros de entrenamiento, las otras diez personas con las que conviví por más de diez años. Me puse en mi lugar en la fila, junto a Clio. Ella, al igual que el resto de las personas conservaron la misma postura: mirando al frente, con la cabeza rígida, apenas respirando para no provocar que sus cuerpos se movieran más de lo permitido.

Pero Clio se movió, milimétricamente pero lo hizo. Su dedo meñique rozó el mío. Quise girar mi cabeza y sonreírle, quise mirar cómo se veía con su uniforme, quise decirle que ella no tenía nada de qué preocuparse porque si alguien iba a llegar a ser heda iba a ser ella.

Avanzamos hasta llegar a la sala de Ascención. Cuando nos pusimos en fila pude ver un poco de los uniformes de mis otros compañeros. Todos parecían mucho más altos y fuertes que antes, más serios que en entrenamientos, todos eran mucho más intimidantes.

Y Clio. Siempre creí que era la más inteligente de todos nosotros, conocía cada una de nuestras debilidades y sabía exactamente cuándo atacar y cuándo recibir golpes. Clio se convirtió en heda para todos nosotros, lo único que le faltaba era hacer lo que debía hacer para llegar a la Ascensión.

— En nuestro grupo te elegirán a ti. — le había dicho yo durante una de las noches en las que estábamos juntas en la habitación de armas. — Luego te enfrentarás a todos y lograrás ser heda, lograrás dominar a cada una de las naciones.

— ¿Te das cuenta de todo lo que tendría que hacer antes de la Ascensión? Me va a matar tener que hacerlo.

— Vas a morir si no lo haces. Debes jurar que vas a vivir y que harás cualquier cosa por hacerlo. Si me amas tanto como dices harás lo que sea por ser heda.

— Sabía que entrábamos en un callejón sin salida en cuanto te besé.

— Puedo morir en este callejón. — Respondí besándola con más necesidad que nunca. Clio fue el beneficio de haber llegado a ese lugar, tocarla era como darse cuenta que todo lo que siempre quisiste estaba ahí, enfrente tuyo. Y ella era todo lo que yo elegí querer.

 Y ella era todo lo que yo elegí querer

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⏰ Última actualización: Feb 26, 2021 ⏰

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