Amarse en secreto

Sus cuerpos danzaban al compás de sus movimientos, entregándose al éxtasis y al deseo que ambos guardaban por el otro y sólo la oscuridad del lugar les confería la confianza para amarse como lo hacían en ese momento.

Los dedos de él recorrían su piel, acariciándola lentamente. Ella se aferraba a su espalda atrayéndole más y más para no separarse.

Sus labios se buscaban cada vez con más ansias, con más ímpetu, querían guardar sus besos como recuerdos, como tesoros, ocultos y desconocidos para otros, pero especiales e inolvidables para ellos. Querían robar el aliento del otro y guardárselos para sí mismos.

Querían sentir sus corazones palpitar al mismo ritmo, probar el mismo aire, encerrar su amor en ese instante, en esa habitación y besarse hasta el infinito.

Las ropas caían lentamente de uno y del otro, no había prisa, aún tenían tiempo, mucho tiempo para disfrutar del otro...

Querían amarse de aquella manera que para otros parecía prohibida, sin pensar en nada, sin escuchar los reproches de los otros, sin temores, sin miedos.

Él la apretó más fuerte y ella se sintió morir en ese instante.

No se entregaban al otro por pasión, por miedo o soledad.

No, por Dios, nunca sería tan gozoso como ese momento sino fuera por amor.

Hinata enterró sus uñas en sus hombros cuando lo sintió. Sus piernas se aferraron a sus caderas, cuando empezó lentamente de nuevo el compás de aquella danza que el ser humano, conocía desde la antigüedad.

No necesitaban un trasfondo, un contexto o una razón para explicar porque eligieron la oscuridad total para quererse, como lo hacían en ese instante.

Para amarse en secreto.

Porque sólo en ese instante se necesitaban ellos.

Necesitaban dejar de pensar en el mañana y sólo disfrutar el presente.

Sentir su piel sudorosa, el temblor de su cuerpo, la pasión y el deseo por el otro.

Que importaba que el padre de ella le despreciara o que la madre de él desaprobará la relación.

Al final siempre serían ellos dos.

Amándose en secreto.