Me mire en el espejo. Pude ver mi yo reflejado en el. Los pies pequeños, siempre acompañados de unas bailarinas, en este caso, rojas. Las piernas largas y delgadas. Blancas. Las rodillas torcidas. Delgada. Se me marcaban las costillas a traves de la basica. Unos labios carnosos esbozaban una dulce sonrisa. Timida. Los ojos verdes eran amables y sinceros. Las manos eran delicadas, de pianista. No sabia que hacer con ellas. Donde ponerlas. Decidi dejarlas colgando. Era fragil, delicada. Y, de repente, la chica que me devolvio la mirada era otra. Pero seguia siendo yo. Obviamente, llevaba la misma ropa. Aunque las piernas se insinuaban, provocaban. Se veian bonitas. Lo mismo sucedia con el resto del cuerpo. Era más seguro, mas de mujer. Los ojos, antes amables, eran ahora felinos. Suspicaces, astutos. Me miraban fijamente, tanto que resultaba descarado. La sonrisa se torno sarcastica, cruel.
Segura de mi misma, satisfecha, decidi salir a dar una vuelta. La gente me miraba, medio sonreia e, inmediatamente, apartaba la vista. Yo les mantenia la mirada. Nunca me habia sentido tan bien.
Y, de repente, le vi. Alli estaba el. En una esquina, apoyado en una pared, con su habitual cigarro en la mano. Alzo la vista y me miro, aunque no como muchos otros. En sus ojos no habia un interes repentino, ni amabilidad. Estaban vacios, perdidos. Eran frios. Senti temblar las piernas. Era incapaz de moverme, el panico me incapacitaba. Me sudaban las manos. "Es como los perros, huele tu miedo" me dije. "No dejes que te desenmascare" Intente recomponerme. Le sostuve la mirada. Queria que fuese dura, cruel, potente. Creo que lo consegui. Y la acompañe de una sonrisa. Sarcastica, vil. Era una combinacion letal cual puñal clavado en el corazon. No fui yo quien desvio la mirada. Sin pronunciar palabra, marcho cabizbajo. Una silenciosa lagrima surco mi rostro. La batalla estaba ganada. Pero mas daño del que le habia hecho a el, me lo habia hecho a mi.
