Prologo (editado)

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El joven hijo del duque de Weilburg,  jugaba animadamente con su pequeño perro,  al que adoraba por ser siempre su fiel compañero en todas aventuras, y su gran defensor, cuando su agria institutriz lo regañaba. Todo pintaba para ser el gran final de uno más de sus maravillosos días; tenía unos padres que lo amaban por sobre todas las cosas y se podría decir que no existía un niño tan feliz como lo era el.

-Ven pulga vamos al jardín- decía el pequeño Edmond a su perro, y ayudados por la oscuridad de la noche avanzaron hacia su objetivo.

-¡Shhhhh! no hagas ruido nos van a descubrir- le regaño al escucharlo ladrar.

Caminaban sigilosamente,  para poder salir por la puerta trasera y llegar al jardín de su madre, que tenía un columpio muy grande donde siempre imaginaba que podía volar, eso, si no se caía por ser tan aventurado.

El jardín estaba rodeado por altísimos arbustos que parecían muros resguardando todas las bellas flores que su madre plantaba y cuidaba tan amorosamente como lo hacía con el;  había rosas de todos colores, lilas, orquídeas y algunos manzanos, y en el centro, había una hermosa fuente con la estatua del dios Poseidón que se alzaba imponente con su tridente,  en su base, una hermosa sirena con un caracol simulando tocar alguna melodiosa canción para hechizar a algún caballero. Pero lo mejor de lo mejor para Edmond, era el gran árbol hueco donde estaba el columpio,  por que era la guarida donde guardaba sus juguetes y pasaba horas jugando  y que ademas, era su refugio, donde se escondía de su padre cuando estaba enojado. Edmond  y pulga  se escabulleron entre las plantas, hasta que sus ojos vieron el puñal que acabo con su felicidad.

-¡Oh, Lilian es que jamás me saciaré de ti!

-Ni yo de ti, te deseo tanto.

-Ansió demasiado tenerte solo para mí, ya no puedo seguir compartiéndote con el.

-Amor mío sabes que no es posible, solo nos queda estos momentos, no podría separarme de mi amado Eddy... Además, no debemos hacerle esto a Rupert; le hice una promesa ante dios y debo cumplirla.

-¿Y que hay de la promesa que me hiciste a mí?- dijo con amargura el hombre- He sido paciente durante todos estos años, esperando que por fin Weilburg muera y reclamarte como mía ante el mundo entero, me he ganado el aprecio del pequeño Eddy y le quiero como si fuera mío pero ya no aguanto más.

-Rupert es tan bueno, así que no te permito que hables de ese modo, es un buen esposo y un excelente padre... temo por el corazón roto de mi Eddy cuando él nos deje... ¡oh dios mío! No lo merezco, mira lo que hemos hecho con él;  y aunque sé que no sospecha nada, no puedo evitar sentir vergüenza y culpa por mi egoísmo y mi ansiada felicidad junto a ti.

-No puede ser- susurro el niño mientras retrocedía-  ¡NO ES POSIBLE!

Eddy salio corriendo mientras que en su mente se decía que todo era mentira, un vil engaño; esa no es la mujer que tanto amaba, no, no era la adorada esposa de su padre, ese ser tan amoroso que le daba paz y seguridad con su cálido amor, el ángel que dios le había enviado a su padre para llenarlo de felicidad, y la única persona que le daba fuerzas para soportar el dolor de ver a su progenitor decaído....... ¡Oh, su padre, su pobre padre! esa... esa... MALDITA MUJER a quien todos admiran y respetan por ser la GRAN duquesa de Weilburg...

Sus palabra fueron dagas en su joven corazón, puñaladas en la espalda a toda su vida. Se sentía traicionado, decepcionado y todo el amor que envolvía a su alma se transformo en resentimiento, odio y renco; tenía que correr, salir del jardín, sentía que el mundo caía sobre el, a plantándolo sobre el césped oprimiendo su corazón. Edmond siguió corriendo, tenía que ir donde su padre y decirle que esa hipócrita mujer suya lo engañaba. Entonces, se quedó petrificado al recordar las palabras de su madre: "aunque sé que no sospecha nada, no puedo evitar sentir vergüenza y culpa por mi egoísmo y mi ansiada felicidad junto a ti"... su madre, ella deseaba la muerte de su padre tanto como su amante para poder estar juntos.

-¡Como pudiste hacerlo madre!-corrió tan rápido como sus piernas le permitían -¡Padre, padre...... despierte!

Subió las escaleras y avanzo hasta la recamara donde se encontraba su padre, pero, en el mismo instante en que abría la puerta, contemplo a su padre levantándose de la cama con una mano en el pecho y la otra intentando alcanzar un jarra con agua, su piel comenzaba a tornarse azul y tenía dificultad para respirar.

-¡Padre! que tiene, padre respire... AYUDA... UN MEDICO...... ALGUIEN... MI PADRE- grito desesperado, intentando no dejar caer a su progenitor.

Rupert sentía que la vida se le iba de las manos, y su querido Eddy lo vería todo, como pudo lo sujeto por los hombros. Tembloroso y con un hilo de voz le dijo al pequeño.- HIJO... sé fuerte... cuida a tu ma... madre...por favor...perdóname.

La ama de llaves y el mayordomo entraron e intentaron llevar al duque a su cama pero... ya era demasiado tarde dios había reclamado su vida y su pequeño hijo cargaría con ese dolor para toda su vida.

El Duque de Hielo  (1° Saga corazones traicionados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora