EL DESGRACIADO

VI

El Taxista Blanco, el Desgraciado lo bautizó así porque era el conductor del taxi blanco el cual había presenciado todas sus desgracias, lo conoció en el entierro de su madre, era un hombre bastante carismático, nunca estaba ausente una sonrisa en su rostro, y al parecer le iba muy bien en el negocio del transporte, pues tampoco le faltaba dinero nunca, sin embargo, a pesar de ser tan amable y amistoso, el Desgraciado siempre le tuvo miedo, más que miedo, lástima.

Resulta irónico pensar que el Desgraciado pudiera sentir lástima por alguien, pero lo sentía por aquel sujeto, había algo en sus ojos... estaban vacíos, sonreía, pero sus ojos no brillaban, como si de repente simplemente sonriera por nada, pero no lo evitaba por eso, más bien, se hizo amigo suyo, al menos por parte del Desgraciado, el Taxista Blanco le enseñó muchas cosas acerca de la vida y la muerte, el amor y el odio; pero por alguna razón el Desgraciado sentía que el Taxista Blanco no creía en realidad todo lo que le contaba, quizás era por aquel vacío infinito en sus ojos, o por su extrema felicidad constante, como si nada pudiera derribarlo, indestructible.

Las conversaciones con el Taxista Blanco terminaban cuando éste invitaba al Desgraciado a dar una vuelta en su flamante Taxi Blanco; por alguna razón, el Desgraciado tenía un mal presentimiento de aquel vehículo; quizás era porque todas las personas que habían subido en él, de alguna forma nunca habían salido, pues el Desgraciado jamás las volvió a ver.

Y el supuesto Taxista Blanco continuaba pateando la puerta de su habitación, al parecer estaba acompañado, pues se oían varias voces, pero el Desgraciado sabía que era el Taxista Blanco quien pateaba la puerta, y las demás personas entregaban todo su aliento para gritar con tal odio nunca antes visto: el nombre del Desgraciado.

Hay mucha gente en el taxi blanco

¿Qué significaba?

Hay mucha gente en el taxi blanco.

¿Por qué huía del Taxista Blanco?