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veintitrés | | "¿Es Jacy, no?"

Por favor, leer la nota del final ♥♥

Veintitrés || "¿Es Jacy, no?"

Scott McCall despertó de un salto de su siesta de fin de semana, un grito desgarrador llegando hasta su oído de hombre lobo. "Lydia." Murmuró, despertándose completamente cuando se quitó las sábanas de encima.

Más rápido de lo que puedes oír un grito de banshee, Scott oía llanto y los dos sonaban familiares.

Scott sabía donde necesitaba estar.

El hombre lobo no se molestó en usar su sucia motocicleta, en su lugar, salió de su casa y siguió el camino del bosque en cuatro patas.

No quería ni pensar qué había sucedido, solo quería llegar al hospital lo más pronto posible.

A medida que se acercaba, oía más lo que no quería oír.

Era la voz de la Doctora Dane.
"¡Despejen!" Ella exclamó, la maquina de schock en uso audible. "¡De vuelta! ¡Despejen!" Ella estaba desesperada por salvarlo, "¡De vuelta!"

Scott corrió por las puertas principales del Memorial de Beacon Hills, el pánico haciéndose presente en su expresión cuando vio a Lydia parada al frente de él ojiabierta.

Lydia cayó sobre él, dejándolo sin ninguna manera de evitar la obvia verdad. La envolvió en sus brazos e intentaba alejar sus propias lágrimas.

Su mejor amigo estaba muerto.

"Yo lo amo."  Jacy. La podía oír en el piso superior. "Lo amo." Ella repitió, su voz ahogada con un sollozo.

"Lo sé." Dijo su madre, "Él  sabe."

Scott frunció el ceño, dos sonidos haciendo presentes lentamente. "Lydia." Dijo suavemente soltando a la rubia fresa. "Lydia."

Sintió a alguien tomar una bocanada de aire, dos pisos arriba.

"Escaleras, ahora." Scott agarró la mano de Lydia, el dúo yendo por las escaleras.

Cuando llegaron a la unidad de cuidados especiales, lo primero que vieron fue a la doctora Dane abrazando a Jacy, el llanto había parado.

La enfermera McCall agarró a Scott del brazo, la tristeza lavada de su rostro. "Ven conmigo."

Pasando la placa hecha especialmente para Stiles, los tres entraron a la habitación.

Stiles sonrió débilmente desde la camilla, "¿De qué me perdí?"

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Jacy estaba sentada de piernas cruzadas en el desayunador, llevaba una remera de Pink Floyd y unos jeans, su bosquejo para la clase de Estudios Medievales a la mitad.

Su teléfono sonaba frenéticamente en la mesada, golpeándose contra el agua y removiendo el agua.

La foto de Scott estaba en la pantalla, pero Jacy la colgó.

Eran tantas sus llamadas que ahora debía contarlas a dobles dígitos.

Olivia entró sosteniendo una taza de café, mirando a su hija. "No puede evitar a tus amigos para siempre."

"Sólo eran mis amigos porque los ayudaba a traerlo de vuelta." Jacy no miró hacia arriba, seguía completando su ensayo sobre métodos de tortura de los años 1400. "Ahora lo tienen, entonces soy irrelevante."

"Mi hija no es tan estúpida como para creerse eso." Dijo duramente la Doctora Dane. "Ahora ve a cenar con tu hermano. Es la tradición de Año Nuevo."