Los cimientos de la transformación

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Había una vez un estudiante que meditaba diligentemente en su celda del monasterio. Al cabo de un
rato allí sentado, creyó ver una araña descendiendo delante de su misma cara y se asustó.
Pero ahí no acaba la cosa: cada día la criatura amenazadora volvía, más grande y más fea. Tan
perturbado estaba, que el joven acudió a su maestro con el problema. Le explicó que planeaba
hacerse con un cuchillo para matar a la araña durante la siguiente meditación. El maestro le aconsejó
que no lo hiciera. En su lugar, le sugirió que siempre que meditase llevara una tiza consigo. Cuando
apareciera la araña, tenía que marcar una X en su feo y peludo vientre.
El estudiante regresó a su celda. Cuando, de nuevo, apareció la araña, reprimió su impulso de
atacarla y siguió las extrañas instrucciones del maestro. Cuando más tarde fue a contarle al anciano
toda la experiencia, éste le dijo que se levantara la camisa: ¡en el propio vientre del muchacho, ahí
estaba la X!
Es sorprendente ver cómo todos los problemas emocionales están en nuestra mente: incluso las
dependencias como el alcoholismo o el tabaquismo. Si tenemos la clave mental para liberarnos,
resulta fácil hacerlo. Pero eso sí: el cambio sólo se halla dentro de nosotros, en nuestra forma de
pensar.
¿Preparado? En las próximas páginas vamos a aprender las claves del cambio emocional. Pon
atención porque, si queremos transformarnos, es esencial tener muy claro cómo funciona la tecnología
de la fortaleza mental. Todos podemos conseguirlo, pero depende, en gran medida, de que
comprendamos bien estos primeros puntos.
Antes que nada, me gustaría presentar a tres personas: Jaume, Karoline y Elena. Jaume es un joven
que conocí hace unos años en Barcelona; acababa de fundar una ONG llamada Sonrisas de Bombay
para financiar el orfanato que dirigía en esa ciudad. Recuerdo que me sorprendió su normalidad.
Vestía y hablaba como cualquiera de nosotros: ninguna pinta de santón o gurú; simplemente uno de
nosotros al que le había entrado la «locura» de irse al otro extremo del mundo para salvar la vida de
los niños más pobres.
A Karoline la conozco por medio de algunos amigos suyos. Y además sé de ella por lo que explica
en su libro El secreto siempre es el amor. Karoline es una monja de unos setenta años, delgada, vestida
de calle y con una amplísima sonrisa. Llegó a Chile a finales de los sesenta, con 25 añitos, y se fue a
vivir sola a un barrio chabolista.
Y, por fin, Elena: una de mis pacientes. Una chica de 19 años: guapísima, con un piercing en la
nariz y mucha dulzura en sus ojos. Elena, claro, acudió a mi consulta porque era demasiado vulnerable
y ¡eso lo teníamos que cambiar!

DOS TIPOS DE MENTES

El caso de Elena sigue muy fresco en mi cabeza. Era estudiante de enfermería y se había intentado suicidar hacía unas semanas. Su madre estaba muy preocupada. Tuvimos la siguiente conversación:
—Elena, ¿por qué demonios has intentado matarte?
Con una carita larguísima respondió:
—Entré en crisis porque mi vida es un asco. Mi madre no para de echarme cosas en cara: que no
limpio, que no ayudo… Y los estudios me cuestan demasiado. El otro día, para rematarlo, mi abuela
echó a mi novio de casa y sentí que no podía más.
Regresemos a Jaume y a Karoline. Jaume Sanllorente trabajaba como periodista en una importante
revista económica y, un verano, se fue quince días de vacaciones a la India. Un viaje normal de un
joven normal: visita al Taj Majal, paseo a lomos de un elefante y demás. Pero, poco antes de regresar,
mientras deambulaba por las calles de Bombay, el destino quiso que se detuviese frente a una bonita
casa que parecía una escuela. En realidad, era un orfelinato cargado de deudas a punto de cerrar. Ya de
vuelta en Barcelona, no podía sacarse de la cabeza a esos cuarenta chavales que corrían un gran
peligro: las mafias iban a apoderarse de ellos para prostituirlos o explotarlos en la mendicación.
Algo impulsó a Jaume a dejarlo todo —vendió su piso y se despidió de su trabajo— para
trasladarse allí a dirigir ese centro. Y desde hace ya ocho años, Jaume vive en esa megaciudad india
llevando a cabo una labor social que amplía cada año a más y más niños (véase
www.sonrisasdebombay.org).
Jaume me ha hablado muchas veces de la plenitud que siente dedicándose a los demás, del cariño
que le llega de parte de sus colaboradores, pero también sé que, en realidad, vive junto a los barrios
chabolistas más pobres del mundo. En alguna ocasión, me ha explicado que paseando entre las sucias
casuchas de hojalata del slum, se ha encontrado dramas humanos muy duros, como ver a un pequeño,
enfermo de gravedad, completamente desatendido y, por tanto, con pocas probabilidades de
sobrevivir.
Pero allí, en medio de los calores, las pestes y la suciedad de los barrios pobres de Bombay, Jaume
es uno de los tipos más felices del mundo.
Karoline Mayer se fue a los 25 años a Chile para trabajar con los desfavorecidos. Ahora tiene unos
setenta y sigue allí, en el mismo barrio chabolista donde inició su carrera como monja obrera.
En su libro El secreto siempre es el amor, Karoline relata cómo al poco de llegar a Santiago de
Chile abandonó la casa parroquial en la que vivía para irse a vivir a una chabola de tres metros
cuadrados. En aquel momento, sus compañeras se llevaron las manos a la cabeza y también el
obispado, pero ella tenía claro que quería vivir en igualdad de condiciones que las personas a las que
iba a atender. En su libro, Karoline habla mucho de ese minihogar: le tiene un cariño especial.
Karoline luchó contra la dictadura militar, en defensa de los pobres y ahora, tras décadas de
combate, recibe elogios y reconocimientos en Chile. Pero, ajena a los aplausos, ella sonríe y afirma
que la afortunada es ella por poder ayudar a los demás.

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2017 ⏰

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