Annabeth estaba totalmente agotada. Su nuevo proyecto, las oficinas Newton, serían presentadas la semana siguiente y el evento le estaba quitando el sueño. Le gustaba su trabajo, diseñar y construir cosas, pero los eventos en los que todo el mundo se vestía de gala y le felicitaban la ponían nerviosa. Era orgullosa, pero prefería que la gente reconociera lo que valía cuando no estuviera presente.
Incluso a pesar del cansancio, sonrió al abrir la puerta de su casa. Y cuando vio la mancha de pintura azul que la pequeña Sophie había hecho un día que estaba jugando con Percy, la sonrisa se convirtió en risa. El pelinegro había estado persiguiendo a la niña de apenas dos años, que llevaba unas pinturas en la mano, con tal mala suerte que al llegar a la pared tiró la tempera al tropezarse con la alfombra. Por suerte, la niña no se había hecho daño, pero tanto ella como su padre trataron de alejarla de la puerta durante una semana.
Aunque la sonrisa desapareció al darse cuenta de que las luces de la entrada estaban apagadas y que toda la casa estaba en completo silencio, cuando lo normal sería que se oyera a Sophie cantar a todo volumen en el piso de arriba (definitivamente era hija de Percy y no de Apolo), que Luke estuviera en el salón coloreando, con el ceño fruncido por los gritos de su hermana mayor y que Percy estuviera en la cocina, intentando hacer algo de cenar sin quemar la cocina.
Pero la casa estaba en completo silencio, sin niños de siete y cuatro años montando jaleo ni un marido diciendo tonterías que la hacían reír.
—¿Percy?— preguntó, con el ceño fruncido. Estaba tan agotada que no le apetecía jugar al escondite—. ¿Sophie? ¿Luke?
Abrió la puerta del salón y se sorprendió al ver que la luz también estaba apagada, y más aún al encender la luz y ver que todo estaba en orden, sin juguetes ni libros por el suelo.
Estaba a punto de coger el teléfono para llamar a Percy y preguntar qué estaba pasando cuando la puerta de la entrada se abrió tras ella.
Se dio la vuelta rápidamente con el teléfono en la mano para encontrarse con su marido en la puerta, con una caja de pizza en la mano y las llaves en la otra, totalmente despeinado como si acabara de volver de correr, y vestido con una camisa.
—Oh, mierda— dijo Percy, suspirando—. Creía que me iba a dar tiempo a volver antes de que llegaras pero... oh, mierda.
—¿Me explicas qué está pasando?— preguntó Annabeth, cruzándose de brazos—. ¿Dónde están los niños?
—Están con mi madre— contestó, y después esbozó una pequeña sonrisa, mientras miraba al suelo. A Annabeth le recordó al niño que había conocido en el Campamento Mestizo, con una sonrisa traviesa y unos ojos brillantes—. Sé que estás muy agobiada por la presentación de las oficinas, así que había pensado en.... preparar algo para que pudieras relajarte un poco.
Ella miró a su alrededor, dándose cuenta de más detalles que había ignorado la primera vez. No solo habían desaparecido los juguetes de sus hijos, sino que la habitación estaba más limpia que esa mañana cuando se había ido. Los muebles estaban en su sitio.
Volvió la mirada a su marido.
—Eres un sesos de alga— le dijo, acercándose a él mientras por el camino se quitaba los zapatos—. Pero te quiero.
—Yo también te quiero— dijo, dándole un beso—. Ahora, hazme el favor de ir a ducharte y a ponerte el pijama y así me das tiempo a terminar de preparar todo esto.
Annabeth rio, y tras darle un último beso, subió corriendo las escaleras para darse un relajante baño antes de ver lo que su marido le estaba preparando.
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Solo tardó unos diez minutos en estar lista. Aun así, espero un par de minutos más en el piso de arriba, hasta que dejaron de oírse ruidos abajo y supo que Percy había terminado lo que fuera que estuviese haciendo.
—¿Has terminado ya?— preguntó aun así, cuando bajó las escaleras.
—¡Sí!— exclamó él, saliendo corriendo de la cocina para llegar junto a ella. La saludó con otro beso del que se separaron con una sonrisa—. Vamos.
La cogió de la mano y la llevó al salón, donde había bajado las persianas para que estuviera oscuro. Sobre la mesa enfrente del sofá había una pizza —carbonara, su preferida— que probablemente había vuelto a calentar. Y cuando miró a la pantalla de la televisión...
—¿Black Mirror?— preguntó, girándose para mirarle—. Nunca has querido verla.
—Bueno, supongo que si me lo vas explicando, me enteraré de que está pasando— le dijo, abrazándola por detrás—. Aunque no seas muy liosa.
—No prometo nada.
Se recostaron abrazados en el sofá, con la pizza entre ellos y la serie empezando.
—Te quiero— murmuró Annabeth cuando acabaron el primer capítulo y Percy se incorporó para poner el segundo.
—Yo también te quiero— dijo él, dándole un beso en la frente—. Y definitivamente tenemos que hacer esto más veces porque esta serie es una viciada.
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¡Hacía muchísimo que no escribía un fanfic! ¿Y qué mejor que volver con mis adorados Percabeth?
¡Decidme que os ha parecido!
Besos besosos,
May
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Un momento de tranquilidad
FanfictionPorque una pizza y una tarde en el sofá sonaba increible si era con Percy.