Uno siempre debe esperar lo bueno y lo peor de absolutamente todo, o al menos eso pensaba yo, ya que para mí mala suerte soy una persona severamente desafortunada. He probado de casi todo para alejar las malas vibras de mi vida, desde amuletos abstractos, hasta ancianas que sacuden tu cuerpo con un ramo de quien sabe que planta. La mayoría de las personas que escogemos la carrera de psicología estamos absortos de ese tipo de creencias, ya que lo científico siempre ha sido lo más acertado, pero yo soy diferente. Lo soy por que mi mala suerte supera los límites y conozco la actitud humana al encontrarse con su punto más alto de estrés.
Y ahí estaba yo, frente a mi onceava entrevista para mis prácticas. Aun me faltaban setecientas horas de servicio por terminar, y mi tesis no iba ni a la mitad, estaba en severos apuros, necesitaba mi título de inmediato y aquel último edificio de color gris opaco era mi única esperanza ahora, si no lo conseguía tendría que esperar hasta el año siguiente para recibirme.
Apreté mi maletín y bajé un poco el saco semi formal que había escogido esta mañana, estaba nerviosa, y mucho, pero debía sacar a relucir mi interés, incluso podría llegar a rogar si lo creyese necesario, así de grande era mi desesperación.
Abrí aquella puerta blanca con un poco de lentitud y la campanilla de alerta sonó sobre mi cabeza, cerré despacio y me giré sobre mis talones para encontrarme con una mujer rubia y delgada acomodando unos papeles en un gran escritorio blanco. Tragué saliva. Juro que iba a caerme de frente, y mi gran y espaciosa cabeza iba a estrellarse contra el bien pulido suelo de madera de esta sinuosa oficina. Mis manos sudaban por cada paso que daba y me limpiaba despacio en la falda ceñida color azul marino que llevaba puesta, esto está de la mierda, como siempre.
—Buenos días— Hablé un poco bajo. No conseguí su atención—. buenos...
—Te escuché querida, es solo que tengo demasiado trabajo, disculpa— Su femenina voz me interrumpió y alzó su cabeza para mirarme. Me sentí aún más pequeña al ver su hermoso rostro. Totalmente envidiable.
—Descuida, soy la chica de la entrevista de las ocho y media— Le respondí.
Ella arqueó una ceja y dirigió sus manos a un folder color amarillo que se encontraba debajo de unos libros.
Examinó cuidadosamente aquellos papeles mientras sostenía sus lentes para que no cayeran. Carraspeó un poco y cerró el pequeño folder, de nuevo se dirigió a mí.
—¿Jade no?— Asentí— Muy bien, el trabajo es tuyo, debes saber que empezarás el lunes y que en esta oficina no utilizamos computadoras, todo está archivado por lo que te será un poco más difícil, estaré contigo este sábado para explicarte cómo funciona todo, la doctora Jully te atenderá en cuanto termine con el paciente que está adentro— Me quedé estática y confundida en mi lugar, abrí la boca para hablar pero ningún sonido salió de esta.
— Si te preguntas por que te estoy dando el trabajo, es por que la doctora Jully cree que todas merecemos una oportunidad sin hacer muchas preguntas, sobre todo las practicantes, debes aprovechar esto, es un trabajo que te servirá demasiado para ejercer tu profesión ¿Entendido?— Asentí torpemente repetidas veces.
La doctora Jully Taste era una psicóloga de más o menos cuarenta años, podría atreverme a decir que una de las mejores del país, lamentablemente mucha gente no conoce su trabajo, pero yo sí, y espero aprender lo suficiente de ella.
Las sillas de plástico duro y reluciente parecían de hielo, me removía en mi lugar una y otra vez mientras jugaba con mis dedos, había contando más de cuatro veces los lunares blancos que adornaban mis uñas color azul, habían pasado más de treinta minutos y aún no salían de esa oficina, iba a entrar en un colapso nervioso y lo que era una entrevista podría convertirse en una cita más.
Había cortado mi cabello rubio hacia un par de semanas, mi vecina de departamento, y única amiga, Hannah, me había dicho que tener una melena podría hacerme lucir más profesional, después de eso una cosa llevó a la otra y mi cabello rubio y largo se convirtió en un corte tipo Dora la exploradora y castaño muy oscuro, así que eso me hacía sentir aún más incómoda con mi apariencia.
Tenía miedo de que todo me saliera mal como siempre suele pasar, yo termino bañada de algún líquido viscoso y las personas terminan por despedirme, así ha sido mi vida desde que tengo memoria.
Las paredes blancas de mi nuevo empleo parecían querer sacar mi lado claustrofobico, y la secretaria parecía un robot que acomodaba aquí y allá ¿Así me veré yo en un par de meses? Claro, como si pudiera llegar a durar la semana.
—Tienes que seguir mis indicaciones West, de otra manera no podrás avanzar— No escuché cuando es que se abrió la puerta de su oficina, pero la voz de la doctora se hizo presente.
Dirigí mi vista hacia aquel lugar, ella se encontraba parada en el umbral de la puerta, solo podía ver su cabellera platinada y su traje gris bastante formal, se dirigía al chico que estaba adentro, pero yo no podía divisarlo.
—Por favor Jully, no me digas West, soy Luke, sabes que odio ese nombre— Contestó aquel chico, el cual se escuchaba más o menos de unos veinte años.
—Te llamas West Luke, Luke es tu apellido— Le contestó la doctora. Y se movió de su lugar para dejar pasar al chico, quien ahora estaba en mi campo de visión.
Era alto, tenía cuerpo de atleta eso se veía a simple vista, traía una chaqueta negra con gris y unos jeans negros algo ajustados, su cabello dorado estaba peinado hacia arriba, definitivamente era muy guapo, pero si está aqui es por que esta loco o está en depresión.
— Se que no podré ganarte con eso, así que ya no diré absolutamente nada al respecto, eres odiosa Jully—El tal West empezó a caminar sin siquiera despedirse, dejando a la doctora boquiabierta.
— Nos vemos mañana West— Le recordó la mujer. El chico levantó sus hombros un poco y metió sus manos a los bolsillos de su chaqueta sin siquiera voltear.
Pasó frente a mí y no se inmutó de mi presencia, no lo culpo, soy invisible para la mayoría de la población.
—¿Jade?— La voz de Jully llamó mi atención y con rapidez dirigí mi vista hacia ella— Pasa—. Dijo señalando la puerta de su oficina.
Suspiré y me levanté lentamente de mi asiento. Jully aún mantenía la puerta abierta con su mano, así que me tocó pasar muy cerca de ella, cosa qué logro hacer crecer mi nerviosismo.
Sólo habían tres colores en esa oficina, verde aceituna, gris opaco y blanco, colores bastante relajantes. Las paredes estaban adornadas con pinturas de paisajes hermosos y los sillones donde probablemente sienta a sus pacientes lucen extremadamente cómodos.
—Por favor toma asiento— Regresé a Jully quien ya se encontraba del otro lado de su escritorio.
Acomodé un poco la silla negra que estaba frente a mí,y dejé caer con suavidad mi cuerpo.
—Bien Jade— Hizo una pausa para examinar lo que parecía mi currículum— ¿Como estás?
—Bien, gracias ¿Y usted?— Contesté un tanto intimidada. Ella esbozó una sonrisa cálida.
A cualquier chica eso la hubiese calmado, pero explotaría de nervios.
—Gracias, estoy bien, verás Jade, como ya te lo explicó Kendra, tú ya tienes el empleo, este fin de semana estarás en capacitaciones, ya que como te habrás dado cuenta, esta oficina trabaja a la antigua— Informó aún con esa sonrisa.
—Aprendo rápido, Doctora, no se preocupe.
—Perfecto, nos vemos entonces.