He tardado la vida en escribir esto y mientras lo hacía me costaba mucho encontrar las palabras, pero creo que ha quedado algo lo suficientemente aceptable así que me siento satisfecha conmigo misma (?)
Andrés podía escuchar el sonido de sus pasos pausados mientras caminaba hacia su habitación. La ausencia de cualquier otra persona en el pasillo hacía que el ruido rebotase contra las paredes de mármol, causándole una extraña sensación de inquietud.
—Pobre idiota—masculló entre dientes.
No podía negar la satisfacción que sentía al saber que aquel niñato recién llegado no había conseguido salirse con la suya —cosa que había estado haciendo desde que le conoció—, pero también era cierto que aquel sentimiento se veía nublado por cierto sentimiento de compasión. No había nadie a quién odiase lo suficiente como para desearle ir a las peleas de Alex, o en su defecto a la casa roja.
Recordó las palabras que le había dicho Nico al salir del despacho de Alex <<Será mejor que avises a tu hermano de lo que ha pasado aquí>> Gruñó, molesto. Daba igual que su hermano lo supiese o no, no podría ayudar a aquel chico por mucho que quisiese, nadie excepto el propio Nico tenía la suficiente influencia para hacer cambiar de opinión a Alex sobre estas cosas. Internamente se preguntó qué había en aquel recién llegado que hacía que Christian mostrase tanto interés por él.
—Ya da igual, no se le puede salvar—se dijo a sí mismo, aunque esa afirmación le hizo sentirse peor. ¿Qué tenía ese chico que le hacía tan especial? ¿Y por qué se metía siempre en los asuntos de su familia? De nuevo, recordó las palabras que le había dicho en el pasillo durante su pelea <<¡Lo único que querría hacer a tu familia sería en todo caso ayudarla! ¡¿ Es que no lo ves?! >>
Antes de que se pudiese dar cuenta ya estaba escuchando el sonido de sus pasos acelerando, hasta que, demasiado inquieto, echó a correr hacia su habitación, deseando que Christian estuviese ahí.
—¿Seguro que tú madre no va a regresar hasta media noche? —Christian miró a su hermana con recelo e inseguridad. Lo último que quería aquel día era encontrarse con Cassandra y tener otra discusión con ella, ya estaba de suficiente mal humor por lo que quedaba de semana. La niña se encontraba frente al fuego que el pelinegro había encendido en la rústica chimenea de la habitación, hacia apenas unos minutos. Miraba embelesada las llamas bailar con chispas de colores y por ello no contestó a la pregunta—, Farah.
La rubia por fin reaccionó al reclamó de su hermano y apartó la mirada del fuego para mirarlo, pero aún así no contestó, parecía como si la niña tuviese un sexto sentido que le permitía darse cuenta del estado de ánimo de su hermano y que le afectaba a ella por igual. Al contemplar los ojos tristes de la pequeña Christian no pudo evitar suspirar y alzar los brazos.
—Anda ven. No te pongas triste— Añadió, esta vez con cariño en su tono de voz. Farah no se hizo de rogar y se refugió en los brazos de su hermano. Christian la abrazó, consciente de lo reconfortante que era sentir la calidez de su hermana.
—Eres tú el que está triste, hermanito— Christian volvió a suspirar, y su aliento removió los rizos de la pequeña.
—Un poco—murmuró a la vez que estrujaba más a su hermana contra sí—, pero a veces cuando abrazas a las personas que quieres dejas de estar triste.
Aunque no podía ver el rostro de su hermana supo que estaba sonriendo por la risilla que se escapó de sus labios y tuvo el impulso de hacerle cosquillas para conseguir que la niña se riese de verdad, pero antes de intentarlo siquiera la puerta de la habitación se abrió con brusquedad, causando un pequeño sobresalto en el joven.
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Sin rumbo (BL) (Rumbo a la guillotina 2)
RomanceJames se sintió estúpido. Estúpido por estar ahí, por haber seguido a aquel chico que le había roto el corazón en mil pedazos, y por seguir sintiéndose afectado por su presencia. Lentamente se llevó las manos a la cabeza y agarró con fuerza de sus c...