12.

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Seguíamos conversando de cualquier tontería cuando de repente una chica de cabello negro se acercó.
—¡Rosiiiiieeeee! Oh, Rosie, encontré a Lucas y no ha parado de verme en toda la noche.
—Pues ya era hora, el idiota puede ser lo guapo que quiera pero que se apresuré, a ese paso te quedarás con Francisquito.
— No quiero saber de ninguno, ¡vamonos!
— Ay Jesúuuuus, Ya calmate Margaret.
Si tu lo dices nos vamos, pero antes... —te giraste hacia la barra nuevamente. — ¡Cantinero! o lo que sea, ¡¿Podría prestarme su bolígrafo?! — Gritabas sobre la musica y era más que obvio que te referías al lapicero con el cual anotaba las órdenes.
Te lo dio con mala gana.
O eso parecía.
Ya no se ni que veía.
Anotaste algo en una sirvilleta para después doblarla y colocarla en mi bolsillo.

— ¿Ya está?— tu amiga parecía impaciente.
Te jaló del del brazo y te llevo hacia la salida.
—¡Llamame, Tris!— gritaste antes de llegar a la salida.

Y claro que lo haría, pues nunca olvidaría tu sonrisa.

La típica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora