Kam y Oliv - Primera parte. Capítulo I.

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          Kam:

     Desde muy pequeña me gustaron las guitarras cuando cumplí 4 papa me obsequio una la toco desde entonces. He estado en muchas orquestas y he participado en muchos recitales. Desde que entre al colegio me gustó un niño, de esos niños que siempre están en problemas, ese niño el cual mis padres rechazarían al primer momento. Lo observo todos los días desde la ventana del auto jugar baloncesto con sus amigos cuando papá me busca al colegio para llevarme a las prácticas con la orquesta.

     Así pasé mí etapa en la primaria viéndolo desde lejos un chico tan bonito ojos claros como el sol su cabello liso y rojizo sus pecas en sus mejillas... nunca se fijaría en alguien como yo, común.

     Cuando comencé la secundaria mis padres me cambiaron de escuela, seguía yendo a la misma orquesta así que igual veía al chico jugar baloncesto cuando papá me llevaba en el auto, mas no era lo mismo, no lo veía tan seguido, Hasta cuatro años después, ya había comenzado a cursar en último año en el colegio cuando el director de la orquesta tuvo un accidente y no pudo seguir dándonos clases; cambié de grupo musical, me sentía cómoda con los nuevos chicos y la directora era una excelente muchacha, joven y aún así sabia. Pero no me sentía feliz pues había dejado de ver a lo lejos a aquel bonito chico que jugaba (muy mal) baloncesto.

     Sentía que una parte de mi se había quebrantado y no existía forma alguna de remediarlo pues nunca había tenido la iniciativa de siquiera saludarlo o preguntar su nombre, estaba decepcionada de mi misma, solo me quedó trazar cada línea de su rostro un cada pieza con la guitarra, cada día tocaba con él en mi mente.

     Ya faltarían unos dos o tres meses para culminar la secundaria cuando la directora de la orquesta quiso hacer una audición para traer nuevos chicos, precisamente ese día llegué tarde al salón y cuando entré, podría jurar que escuché a un ángel tocando, un par de segundos después terminó, se bajó del escenario y encendió un cigarrillo.

—Deberían decirle a ese chico que deje de fumar. —Dije, después de los aplausos. —Es una persona muy buena para tener malos hábitos.

     Y ahí me quedé, saqué mi guitarra y comencé a afinarla, hipnotizada con sus pecas y su cabello rojizo.

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