Capítulo único

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"Los placeres violentos poseen finales violentos

y tienen en su triunfo su propia muerte

Del mismo modo en que se consumen

el fuego y la pólvora en un beso voraz"


La noche permanecía serena, oscura e insoldable. Un sombrío cielo sin estrellas se extendía como un manto uniforme, abrigando las horas sin fin de un anochecer que estaba por darle paso al último amanecer para la humanidad. El próximo atardecer se llevaría para siempre la poca luz del sol que templaba el mundo, y con ella la última esperanza para los humanos.

La batalla entre vampiros y humanos se libraba hacía siglos. Los únicos capaces de enfrentar a los vampiros habían sido los hechiceros del fuego, los cuales habían sido brutalmente extintos, junto con todos los demás magos humanos, sea cual fuere su clase mágica. Y aún así, sin magias ni poderes sobrenaturales, las personas comunes se las habían ingeniado para luchar y sobrevivir en un mundo que, día a día, se iba convirtiendo cada vez más en el hábitat ideal para aquellos seres casi inmortales que los depredaban. La voluntad humana no fue suficiente para vencer en la contienda, pues la naturaleza parecía haber decidido un ganador.

Un buen día una bruma espesa y oscura comenzó a encapotar el cielo, acortando los días, alargando las noches, convirtiendo cada rincón oscuro en una boca de lobo al acecho; o una boca de vampiro, para ser más exactos. La temperatura descendió drásticamente, las cosechas murieron, el alimentó escaseó, y las enfermedades se extendieron en forma de plagas, imparables. La humanidad, mermada en número y fuerzas, estaba contando sus últimos días de existencia, a menos que aceptaran la rendición. Así pues, quebrantando el orgullo milenario de una raza entera, no tuvieron más remedio que aceptar someterse a los vampiros; nuevos dueños del mundo entero, predadores indiscutibles en la cúspide de la cadena alimenticia.

Los humanos fueron separados, sopesados, categorizados y usados para diferentes tareas, todas de esclavitud o servidumbre. No obstante, la mayor tarea de toda persona era servir de alimento a los vampiros. De esta forma, para evitar la extinción de su fuente de sustento más apetecible, los vampiros se encargaron de criar humanos en granjas como si de ganado se tratase, para almacenar su sangre. De allí nació un comercio abundante y un complejo sistema de dominación entre clanes y linajes vampíricos, dependiendo de la excelencia de la sangre humana a la que tuviesen acceso.

En aquella medianoche, previa al día del último amanecer del mundo, los líderes de todos los clanes de vampiros se habían juntado para celebrar su inminente supremacía eterna. La Oscuridad reinaría en el mundo y ellos eran sus hijos, herederos legítimos de sus dominios. En el salón de fiestas del palacio del Clan del Oeste los invitados se deslizaban con grácil elegancia, ataviados con suntuosos atuendos, mientras los sirvientes se movían discretamente entre ellos, acarreado bandejas repletas de cristalinas copas rellenas del intenso carmesí de la sangre fresca.

—¡Tsukiii!

Kei, que estaba concentrado siguiendo un aroma, se apresuró a camuflarse entre los invitados pero fue en vano. Pronto tuvo a Bokuto casi pegado a los talones, con aquella ancha y confiada sonrisa que dejaba al desnudo sus brillantes colmillos.

—¿Acaso estabas escapándote de mí? —Sospechó Kotaro, entrecerrando los ojos con suspicacia.

—Es interesante observar que tus capacidades deductivas han mejorado en los últimos cien años —replicó Kei en tono mordaz.

"Noche eterna"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora