Él se había puesto sus mejores ropas para visitarla,
recogió un ramo de flores, se echó perfume.
En la calle sonaba música, la gente sonreía,
las chicas le sonreían.
Él se sentía maravilloso
y pensaba que ella le vería maravilloso.
Una joven altamente atractiva se acercó a él.
Era una rosa, su perfume no duraría mucho tiempo. Efímera.
Él le dedico su cita a otra dama por ansía de cariño.
Y mientras, ella, que era como ese libro que nunca olvidas.
Le espero horas y horas, hasta que volvió a odiar el amor
y se cerró un poquito más.
Y colorín, colorado, nadie comió perdices.