Capítulo 6.

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Diamantes oscuros.

Capítulo 6.

Liam’s POV:

Un incómodo calor me despertó. Abrí los ojos un poco y me encontré con la preciosa mujer que hace horas lloraba desconsoladamente en mi hombro. 

Su piel era tan delicada, que me recordaba a la seda y su suave tono me hacía querer tocarla hasta perder el sentido. Su cabello caía delicadamente sobre mi pecho y un mechón se escapaba por su rostro. Yo podría jurar que no había visto algo así en mi vida.

Y realmente ya conocía bastante.

Me removí un poco y con cuidado nos levanté del incómodo sillón. Ella se quejó un poco y siguió durmiendo. Su recamara estaba realmente fría, y pensé en las noches terribles que ella debía pasar aquí. No puedo dejar de imaginar cuán difícil debe ser vivir así.

Removí un poco la cobija y la metí entre las sabanas. Su cabello seguía de principal intruso sobre su precioso rostro. Y yo sólo pensaba en cómo podía ayudarla. ¿Cómo podía hacerlo?

No es precisamente que ella fuera a aceptarme, soy sólo un extraño en su vida. Y eso se lo debo a mi increíble sentido de seguridad personal. 

Quizá tres horas pasaron desde que llegué. Miré mi teléfono y recordé mi cita con los chicos. Iban a taladrarme la cabeza acerca del orlov negro. Y yo sinceramente, no tenía ganas de discutir sobre ello.

Con todo, menos ganas de irme, me levanté y busqué mis cosas entre el piso y su pequeña mesa. Volví y cerré con cuidado la puerta de su habitación y me encaminé hasta la puerta principal de su pequeño apartamento, cerrando la puerta a mi paso y regañándome mentalmente, por no haber salido antes. O quizá, por preferir estar aquí. 

Al día siguiente, mi Maybach Exelero estaba impecable sobre la acera y corrí a meterme en él, antes de que otro listo intentara hacerlo. 

Las puertas del IHPIS se abrieron, dejando a la vista el vestíbulo y a parte del personal. Saludé a quienes encontraba a mi paso, haciendo un pequeño gesto con la cabeza a todos. 

Este debía ser un buen día.

Entré en el elevador y me dirigí directo al último piso. El reloj apuntaba que mi reloj biológico por fin se había actualizado con el terrible horario de New York. Bien.

Las puertas se abrieron y saludé a Kate, quien me esperaba con una sonrisa en el rostro. 

-Buenos días, Kate.- saludé mientras seguía con mi camino.

-Buenos días, joven Payne- pestañeó un poco y se movió ágilmente con su libreta y un lapicero para tomar apuntes-. ¿Le gustaría tomar su café?- preguntó detrás de mí.

-Por supuesto- abrí la puerta de mi oficina y me giré para tenerla de frente-. ¿Llegó ya Finn?

-Está en camino, al igual que el señor Doyle. 

-De acuerdo, gracias.- cerré la puerta y lancé mi saco sobre el fino sillón color negro que yacía en el centro de la oficina.

Prendí mi lap top y comencé a trabajar en los casos más importantes de la empresa esta semana. Una señora de India, pedía que buscáramos a su desaparecido marido, y sólo teníamos tres días para encontrarlo. ¡Drama de gente adulta!

La puerta sonó dos veces y supe que mis amigos estaban aquí.

-Adelante.

-¡Viejo!- gritó Finn y me apretó la mano.

-Aleja tus manos de mí, Finn.

-Disculpe su majestad- bromeó y negué con la cabeza mientras me reía. Qué idiota es -. Robert, ¿tienes esos papeles?

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