Capítulo I

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¡Buenos Días hijo! ¡Hora de despertar! –Grita mi madre desde el primer piso-

Abro los ojos. La dulce voz de mi madre hace calmar mis ansias de verla y me hace olvidar la catástrofe que ocurrió anoche. ¡Ya bajo! –Exclamo-

Me dirijo automáticamente al baño y me miro en el espejo. Mi cabello está completamente desarreglado y mis ojos son recorridos por gruesos caminos violetas. Me lavo la cara con agua y me cepillo los dientes.

Mi madre está en la cocina preparando el desayuno. Gjerta Solberg, una mujer de 39 años (que realmente aparenta más años de los que tiene) cabello rojizo y ojos azúles, muy dulce para ser mi madre, pero muy inteligente para no serlo.

Buenos días madre –Digo, observando qué clase de plato hace hoy-

Buenos días Hans ¿Qué tal tu noche? –Pregunta ella sin apartar su mirada de su obra culinaria-

Agitada como siempre, pero por lo menos hoy amanecí sin heridas o sangre. Después de un corto silencio, tomo asiento en frente de la mesa.

Su cara de alivio me lo dice todo. Es verdad, han sido peores mis ataques. La semana pasada desperté con una herida de cuchillo en mi brazo izquierdo, y hace un mes desperté con sangre brotando de los ojos. 

 Ahhh –Suspira- Supongo que aún no la has olvidado

Mamá, sabes que me quita el apetito hablar del tema –Tuerzo la mirada para evadir la conversación-

Está bien –Dice, poniendo unos huevos revueltos y tocino sobre la mesa- Tu psiquiatra me llamó esta mañana antes que despertaras, dice que como hoy la nieve cubrió todo Odense no tienes escuela, por lo tanto, apartó un espacio para atenderte en el Hospital Stenberg.

Klaus Lund, psiquiatra graduado de la prestigiosa Universidad de Copenhage, es el doctor que atiende a mis desvaríos desde que comenzaron hace tres años. 

No hay problema –Digo con la boca llena- El hospital no está muy lejos, podemos ir caminando.

Cuando termino de comer le dejo los platos sucios en el Lavavajillas y subo a mi habitación. Tomo una ducha y me visto casi formalmente: Una chaqueta gris con rayas negras que terminan en el medio de la espalda, un pantalón Levi's que mi padre trajo de Estados Unidos, y unos zapatos de punta larga negros.

Me miro al espejo de nuevo. Soy muy alto, he cambiado mucho desde que tenía trece años (Edad en la que Sally comenzó a atormentarme) Mi cabello y mis ojos son lo único que no han cambiado.-Tal vez a Sally aún le siga gustando tal como soy- Pienso.

-Sí – Un susurro de ultratumba resuena en mi oreja. Desconozco esa voz. Parece de un hombre de la tercera edad, no es Sally. Me asusta.

Miro a todos los lados, no hay nadie en la casa, solo mi madre y yo. Mi padre está al sur de Inglaterra y mi hermana mayor está en una universidad en Aarhus. No hay nadie más. A medida que pasa el tiempo, voy perdiendo interés por aquél susurro.

¡¿Hans ya estás listo?! –Grita mi madre- Al unísono, yo también grito. Estoy muy asustado. Este terror nunca lo he experimentado. Me están observando. Además, siento que algo respira detrás de mí. Cierro los ojos. Lo siento esa respiración con más fuerza, y va aumentando. 

Se detiene.

¿Qué ocurrió? Oh por Dios, estás pálido hijo –Dice mi madre sobresaltada

N... na.. nada –Digo, con voz temblorosa.

De acuerdo. Pero vamos a donde Klaus que se nos hace tarde –Dice mi madre- (Mira su reloj) 10:45 ¡Hans, perderemos su consulta!

Bajamos a toda velocidad las escaleras de madera pulida, mientras mi madre da un rápido discurso del no ser impuntual. Sigo pasmado, no la escucho, tengo miedo. Ella me tiene de la mano, luego se vuelve en sí a mirarme. 

No hay nada que temer Hans –me dice- Estoy aquí contigo.

Salimos de la casa y nos dirigimos al automóvil. Cuando ya estamos dentro mi madre lo enciende. El sonido del auto me calma un poco, desde pequeño me gustan los automóviles, por eso, siento algo de alivio cuando estoy cerca de uno.

Vuelvo la mirada viendo a la casa cuando vamos por la vía. Es una casa muy grande, cuenta con muchas habitaciones, una cocina, un gran comedor, una piscina y un patio de juegos. La nieve la ha cubierto casi por completo. Lo que es normal en esta temporada.

Miro a la ventana de mi habitación, una mano gris me despide.


El Éxtasis del SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora