De lo extraordinario de los Miércoles

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Aquel miércoles por la mañana prometía ser casi tan aburrido como todos los miércoles anteriores de los últimos 4 meses en la vida de Joaquín. Un joven de cabello color negro azabache, tez blanca -casi tanto como la de un vampiro-, 1.83 metros de altura y ojos de un increíble verde esmeralda. Algunas veces más claros y otras tantas más oscuros.
La mañana en cuestión, se encontraba como de costumbre con aquella sensación de ardor en los ojos, los párpados pesados y un sentimiento de vacío en el estomago; hambre. Desganado tomó su mochila del suelo, con ese poco entusiasmo que llevaba encima como cualquier otro estaría al saber que ese día tendría dos largas y tediosas clases de historia, soportando la rasposa voz de la maestra Sofía, bastante guapa a decir verdad pero exasperante la mayor parte del tiempo.
Ni siquiera sabía cómo había conseguido vestirse correctamente, pero agradecía no haber terminado con la camiseta en la cabeza en vez de esas gorras planas que usaba, más por flojera de peinarse que por gusto. No tenía tiempo de tomar el desayuno, así que sin más, tomó las llaves del Rubicon azul marino que le habían regalado en su cumpleaños número diecisiete. Carro que por cierto necesitaba un buen lavado. Había llovido hace poco y el pobre auto se encontraba lleno de barro por todos lados. Sin pensar mucho en el problema de la suciedad que sin duda debía arreglar pronto, subió y emprendió camino hacia su preparatoria.

Una vez llegó, se quejó en voz baja como lo hacía siempre ya que, gracias a lo poco que parecían rendir sus mañanas, le costaba más encontrar un campo disponible para estacionarse. De reojo miró el reloj de piel que llevaba en la mano izquierda, 10 para las 7:00. Su clase favorita no tardaba en dar inicio. Gracias a alguno de los cientos y miles de dioses que supuestamente están por ahí concediendo milagros o tal vez por mera casualidad, un espacio libre apareció frente a él y no dudó en aparcarse ahí.
Al entrar, ese familiar olor a los perfumes de todos los estudiantes mezclado y convertido en una solo fragancia inundó a Joaquín. El ambiente de su escuela era diferente al del exterior, al entrar cambiaban completamente los aires y era como estar respirando el oxígeno de otro país. Incluso se sentía cómo estar en otro país. A Joaquín le gustaba observar todo detenida y detalladamente. Guardaba esas imágenes en su mente y después el papel y los pinceles hacían su trabajo. Y vaya que lo hacían muy bien. Pero en aquel miercoles , como todos los miércoles anteriores de los últimos 4 meses en la vida de Joaquín, no hubo tiempo de observar detenida y detalladamente ninguna cosa.
Corrió un poco hacia él aula donde seguramente la clase de matemáticas ya había comenzado. Temió y con los ojos cerrados abrió la puerta, despacio.
Pero no, no hubo una voz profunda que le reprendiera por abrir sin tocar, así que con un poco más de tranquilidad abrió los ojos, que aún ardían un poco. Se sentó en el mismo lugar de siempre. Al lado de la niña rubia y cabeza hueca que siempre llevaba consigo un espejo. Atrás del niño castaño, adicto a los videojuegos y por lo que Joaquin había estado observando, también adicto a sacarse cuidadosamente los mocos y con sofisticación ponerlos debajo del mesabanco. Justo en frente del niño...no, sorpresivamente detrás suyo no había un niño raro con anteojos y acné por todo el rostro. En su lugar se encontraba una joven espectacularmente guapa, el único parecido con la persona que anteriormente se sentaba ahí, eran los anteojos. Tenía además una larga y espesa cabellera negra rodeándole el rostro. Labios curvos y carnosos. Piel clara, no tanto como la de Joaquín pero aún así clara. Su nariz estaba perfectamente formada, pequeña y respingada. Enormes ojos color miel atrapados entre dos pedazos finos de vidrio y un redondo armazón. Justo en medio de sus clavículas, descansaba el dije de un unicornio con cabello rosado, sujetado por una cadena que se ataba detrás, en su nuca.
Ninguna descripción podría dejar suficientemente claro lo hermosa que ella era. Joaquín comenzó a darse cuenta que había estado observando a aquella chica por más tiempo del debido y un poco apenado se dio la vuelta hacia el frente con la vista al pizarrón.
Transcurrieron los primeros 20 minutos y él podía sentir la pesada mirada de aquella joven viéndolo desde atrás. El profesor estaba tardando más de lo debido.

—Escuché por ahí que el profesor Rodríguez no va a venir hoy, así que no estés tan impaciente.— una dulce pero increíblemente seductora voz  resonó en su oído, los pelos se le pusieron de punta. Volteó hacia ella algo desconcertado. Lo veía con una cara inocente; sonriendo.

—¿Como vas a saber más tú que yo?, él nunca falta a clases—estaba siendo grosero y egocéntrico sin razón, pero es que no sabía cómo dejar de sentirse intimidado por aquella bonita sonrisa de dentadura blanca.— por supuesto que va a venir, nueva.

—No era mi intención molestarte, ojitos— las mejillas de Joaquín se tornaron rojas después de oír cómo le habían llamado. Suplicaba al cielo que aquella chica pensara que el color carmesí en su rostro era de enojo.

—No hay problema, siempre estoy de pésimo humor en las mañanas— no tenía caso discutir con la niña nueva y además más bonita de toda la escuela.—Soy Joaquín— balbuceó. Estaba actuando de una forma ridícula, era solo una persona, no es como si fuese Emma Watson ni nada como para estar tan nervioso. Aunque siendo sinceros si tenía un ligero parecido con la actriz. Se aclaró la garganta y suspiró.— ¿cuál es tu nombre?

—No creo que importe.— susurró.

—Si, si importa— se apresuró Joaquín. Arrepintiéndose inmediatamente, pues el mismo se dio cuenta de que había sonado muy desesperado.

—¿Entonces quieres decir que yo te intereso?— el tono de voz que utilizaba, burlón pero a la vez tierno era demasiado atractivo.

—No...— estupido. —es decir, si...— parecía que todas las palabras se habían esfumado de su cabeza de golpe y ahora no sabía cómo hablar— por lo que dices, el profesor ya no va a llegar. Y prefiero hablar contigo antes que estar aburrido los restantes 40 minutos.

—¿O sea que soy la segunda opción?— masculló con tristeza fingida.

—¿Vas a decirme tu nombre o no?— el humor del pelinegro estaba por los suelos todas las mañanas, y más las mañanas de los miércoles.

—Soy Charlotte.— espetó.— algunos me llaman Lottie, al menos asi era en mi antigua escuela.

—Mis amigos me llaman Juca— agregó él.

—Bien Joaquín, yo aún no soy tu amiga. Tengo que ganarme ese apodo, ¿no es así?— parecía algo razonable.

—Estoy de acuerdo Charlotte.— Ambos sonrieron, ni siquiera se imaginaban lo que pasaría después de esa sonrisa. De esa primera conversación, de esa primera discusión.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2017 ⏰

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