HERZLICHEN GLÜCKWUNSCH

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Le picaba la nariz, cuando abrió los ojos para saber qué era lo que estaba empezando a perturbar su sueño pudo verlo… ese mechón de cabello tan único que sabía volvía loco a su pareja con tan solo rozarlo; sonrió al pensar en la manera de despertar a quien sin si quiera pensarlo le había levantado de un estupendo ánimo.
Se acercó al oído del otro como si fuera a hacer una travesura y en cierta manera lo era, susurraba su nombre deseando que despertara y así poder ver esos hermosos ojos color de cielo que siempre le subían el ánimo luego de un arduo día de trabajo.

-Alfred…Alfred… vamos despierta-

El otro simplemente se removía en su lugar, aferrándose más a ese abrazo en el que lo tenía cierto alemán como si estuviera pidiendo cinco minutos más mientras balbuceaba acerca de una hamburguesa gigante. Supo que no iba a levantarse con facilidad así que aprovecho y con cuidado se levantó cubriendo con una sábana aquel cuerpo coloreado por los rayos del sol que le daban un hermoso color semi tostado.
Se puso unos pants y una camiseta y bajó con tranquilidad y una sonrisa bastante inusual en su rostro, pero como no estar tan contento si aquel día no era uno cualquiera sino que era una de las fechas más importante de su vida.

Era su aniversario.
Desde ese día en el que su hermano lo había llevado prácticamente a la fuerza a la casa de cierto inglés para no dejarle solo en casa como siempre era que lo hacía; se había quedado prendado de ese chico alegre, lindo y juguetón que fue su primer y mejor amigo durante esa dulce infancia en la que solo podía estar rodeado por adultos siendo que no era un niño común según los demás. Ese día lo recordaba a la perfección, era de las pocas cosas por las que agradecía tener una memoria permanente como las demás naciones.

Ese 13 de Septiembre de hace ya siglos prácticamente era uno de sus recuerdos más hermosos, siempre le gustaba recordarlo y ahora que estaba haciendo esos panqueques con pequeños pedazos de cerezas en su interior como tanto gustaba su pareja lo recordaba con una pequeña sonrisa en su rostro y una pequeña risa recordando cómo es que ambos jugaban tanto con un pequeño conejo.
Mientras, poco a poco el olor de la comida casera iba subiendo a paso lento un rubio se iba levantando de manera perezosa de la cama preguntando donde es que se había ido ese europeo por el que había hecho tanto escándalo ayer cuando le había tomado.

-Ludwig…Lud!!-
Llamaba por su pareja, no recordaba muy bien en que día es que estaban ya que era su segunda semana de “vacaciones” que habían tomado ellos mismos, ya sus jefes se las arreglarían después, y claro que estando juntos no habían desaprovechado aquellos momentos en por fin explorar y rememorar sus cuerpos, de sentir que esos días a veces hasta semanas cuando no podían verse valían la pena y que al final pudieran siempre estar juntos.

Fue cuando estaba perdido en sus pensamientos cuando pudo olerlo… aquel desayuno que sabía su pareja que le encantaban y hasta fascinaban cuando descubría que él los estaba haciendo. Se puso ropa interior y los pantalones de la pijama después de todo estando en esa casa no creía necesitar nada más encima.

-Sabía que eras tú, nadie más los hace tal cual me gustan-
Allí estaba el alemán con ese mandil negro puesto mientras volteaba los panqueques y casi se le cae el que estaba en el sartén cuando descubrió que el otro ya había despertado. Se volteó para verle bajando la flama de la estufa.

-Alfred… creí que ibas a dormir un poco más, el desayuno está casi listo… si me esperas un poco más podrás comerlo-
Se había volteado para poder seguir cocinando pero pudo sentir esos brazos que le rodeaban como exigiendo de su atención, sintió como es que un pequeño cosquilleo empezaba por recorrer su cuerpo sabiendo en parte lo que se avecinaba.

-Si me abrazas de esa forma se me va a quemar el desayuno…ah… espera Alfred…-
Esa mano traviesa que iba pasando por debajo de su camiseta le hacía más intenso el cosquilleo así que apago la lumbre antes de que en verdad hubiera un accidente. Por encima de la ropa poso su mano para detener la ajena mirándole con algo de gracia.

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