#1 ¿Qué siento...?

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—Un día como cualquier otro...

Decía un amargado pelirrojo, mientras se abrazaba a su almohada.

—¿Para qué levantarme...? No le cambiaré la vida a nadie...

El simple hecho de tener que ir a la escuela y ser ignorado por todos le fatigaba...
Así que, ¿Porque levantarse? ¿Porque cumplir con un deber que le impuso la sociedad para ser una buen ciudadano y tener conocimientos básicos sobre el funcionamiento de del mundo y universidad, los hechos ocurridos en éstos y como resolver un dos mas dos...?

Mientras el joven se cuestionaba sobre la existencia misma, una joven de dulce apariencia se desperezaba en sus suaves sábanas de seda, mientras daba un sonoro bostezo, que lucía su perfecta y brillante dentadura...

—Hmm... -gruñó- ¿Qué hora es?

Dijo mientras se quitaba el antifaz de los ojos.
Tomé su teléfono y verificó la hora en él.

—¿06:12 a.m...? Hmm... Martes...
Llamar a Sabrina.

Entonces el teléfono repitió y marcó el número de la susodicha.

—"Hola, Chloé, ¡Muy buenos días! ¿Cómo amaneciste? ¿Quieres que suba el desayuno? Terminé tu tarea de biología"

Comentaba alegre la joven.

—Sabrina, sin las seis de la mañana, aún no voy a desayunar, primero me ducharé, así que sube, mete la tarea en mi bolsa y espérame en el comedor, cuando yo te diga, dile a Jean Paul que suba mi desayuno.

—"¡Claro, Chloé! Como gustes"

La alegre niña de lentes y rojiza cabellera esperó a que su receptora cortase la llamada para dar un leve suspiro. Lo cierto es que ya se sentía agotada de esta rutina que su mejor amiga le impuso, sin embargo, no iba a expresar su molestia, dado que Chloé era su amiga y hacía mucho por ella como para ser tan malagradecida... Dicho ésto, la adolescente se encaminó al lugar de encuentro acordado con la rubia a un paso acelerado, para evitarse disgustos con la susodicha.

De regreso con el muchacho...
El chico ya estaba listo, ya estaba desayunado, y llevó sus pertenencias a la sala, dónde su madre se encontraba haciendo una limpieza matutina, mientras escuchaba las noticias en la radio. Nathaniel no se sentía disgustado ante eso, pero sin más, la soledad y el silencio eran su jardín Zen, por lo que siempre decidía irse temprano a la escuela. Se percató de que su madre ya no sé encontraba en la habitación, por lo que decidió asomarse a la cocina, y al encontrarla, se le acercó para despedirse y encaminarse al establecimiento escolar.

—Oye, mamá, ya me estoy llendo,  ¿Quieres que al volver haga algún mandado? ¿Necesitas algo?

Su madre hizo un ruido con su garganta, dándole ternura el amable gesto de su hijo.

—Mi cielo, no te preocupes, voy a  hacerlos yo misma cuando regrese tu padre -dijo tomando una de sus mejillas y acariciándola con gentileza-. Eres un increíble caballero. ¿Sabés? Pronto conseguiré algo de dinero, quizás éste año consiga esas pinturas que tú quieres para tu cumpleaños -la mujer le enseño una enorme sonrisa, con sus ojos brillando de la alegría-.

—Mamá, no debes preocuparte, quizás yo mismo pueda comprarmelas si consigo un empleo de medio tiempo, hasta podría ayudarte con la renta. No quiero que pienses en esas cosas ahora, aún faltan tres semanas.

El chico también sonrió contagiado de su madre, pero ya con ganas de que ésta situación llena de elogios y promesas se acabara, ambos dieron un brinco hacía atrás, soltando un suspiro fingido y frunciendo sus ceños.

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⏰ Última actualización: May 27, 2020 ⏰

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