No hay ediciones, las letras son plasmadas tal y como el alma las expulsa; el único filtro está en mi cigarrillo.
Escasa técnica, el ritmo se ha atrofiado. Sonrisas reducidas a cero y la máscara de estabilidad está próxima a caducar; al final de ésta carretera hay un barranco, necesito cambiar de dirección pero todo se ha trabado. El control se ha ido, la impotencia ha tomado su lugar.
El humo envuelve el dolor; mis tristezas forman charcos cerca de mis pies, el aire se torna de cristal y se rompe en mil pedazos rasgando mis pulmones. Te pediría mil cosas antes de que cruces la puerta, suplicaría de rodillas que me saques de este infierno terrenal, que te quedes en casa y volvamos a compartir sueños mientras peleamos por la cobija, mis cortados labios rogarían que escuches mis promesas de ser mejor por tí. Imploraría tu arrepentimiento, daría hasta la última gota de mis venas por yo ser quien deseas, perder mi esencia para llenar mi alma con características a tu elección.
Cada una de tus caricias, tus suaves besos y suspiros cortos dedicados a mis poemas, son pequeños detalles que sanaron mi alma y ahora están guardados en rincones aislados del pasado. Felicidad desbordando nuestro hogar del ayer, sin embargo hoy te veo frente a la puerta lanzando amenazas de soledad, escupiendo reproches que guardaste bajo llave para usarlos de escudo en la guerra que pensabas declarar. Para nadie es un secreto que no puedo darte el mundo, bajarte las estrellas o comprar diamantes para adornarlos con tus dedos, me prometí darte tanto y terminé ofreciéndote lo que tuve. Tan poco que me quedé sin nada.
Secaría mis lagrimales inundando tus manos, pero eso sería deshidratar en vano mi alma. Mis deseos se basan en el tiempo, quisiera controlarlo a voluntad y volver al día en que te ví por primera vez. Un suspiro y dos pestañeos llenaron el primer segundo que mis córneas se alimentaron de tu silueta. Pausar ese momento y admirar tu físico para no enamorarme de tu inteligencia, amar tu silencio para no extrañar tu voz cada noche antes de dormir; convertirme en un humo, fluir paralelo a tu rutina y nutrirme de las migajas que vas dejando, convertirme en un espectro invisible ante tus vanidosos ojos. Desaparecer de tu campo de visión, hacer que ignores mi presencia y dejar que tus flechas hieran a los demás caballeros que traten de amarte, que ellos se desangren entre las espinas de tus rosales y se ahoguen en el desierto de tu corazón.
Nadie puede herir a los fantasmas. No sentiré tus garras nunca más.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de humo.
Short StoryNo hay un orden establecido; página a página revelaré historias cortas que protegen decenas de sentimientos. Estás advertido que poco o nada vas a encontrar de felicidad, mi alma implora desesperada piedad mientras cascadas de tristezas desbordan mi...