Cuando las cosas mejoran...

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-Aquí es. – dijo parándose delante de la puerta, el foco de la entrada hacía que su pelo rosáceo brillara con la luz. Soltó un gran suspiro, no podía creer que después de aquella increíble noche estuviera por fin en casa.

-Bueno, debo irme. - dijo Dylan metiendo las manos en sus bolsillos y giró sobre los talones preparado para irse, dejando a Alex a salvo delante de su casa.

- Espera. - dijo de pronto el pelirrosa colocando una mano en el pecho prd5ara darle mayor dramatismo. Al escuchar esto el moreno dejó de caminar y se giró para mirar la figura del otro muchacho.

-Tengo demasiadas preguntas que quiero que respondas. – con la mano en el pecho pronuncio aquellas palabras que darían pie a resolver todas las dudas que habían pasado por su cabeza durante el camino. Pero al parecer no sirvió de nada el misterioso desconocido siguió su camino, ignorando lo que acababa de decir.

- Será estúpido. - susurró antes de abrir la puerta de su casa, la luz estaba encendida por lo que su madre aún estaba despierta. Dejo el abrigo en el perchero y se dirigió silenciosamente hacia las escaleras que llevaban a su cuarto.

- ¿Dónde has estado jovencito? – Preguntó desafiante una mujer de cabellos rosáceos, la cual estaba sentada en el sofá con una tila en la mano intentando tranquilizarse. Su hijo no había contestado sus llamadas y nunca había llegado tan tarde a casa.

-Lo siento mamá... se me hizo tarde. – susurró, con la cabeza baja, era incapaz de sostenerle la mirada a su madre. No solía enfadarse, pero cuando lo hacía ya podías ir preparándote.

- Quiero que sepas que no pienso...- con cada palabra el tono de su voz iba elevándose, pero no llegó a terminar lo que tenía planeado decir, se quedó muda al fijarse mejor en el estado en el que llegaba su hijo. Tenía rotos los pantalones, seguramente se habría caído pero lo que más le llamó la atención fue el corte que su hijo llevaba en la mejilla.

- ¿Qué ha pasado Alex? – pudo decir intentando tranquilizarse, esperaba ansiosa la pregunta de su hijo. Descubriría quien había hecho eso y le haría pagar por ello.

-Nada mamá, ahora si me disculpas quiero irme a la cama. – dijo intentando disimular su nerviosismo, añadió un bostezó al final de sus palabras para dar mayor credibilidad. Su madre lo miró extrañada pero no añadió nada más.

-Vaya día. – resopló una vez que estuvo tumbado en su cama, no podía creer que después de aquella noche estuviera por fin acomodado entre las suaves sábanas. Pero había una cosa en la que podía dejar de pensar, los oscuros ojos de su misterioso salvador. - Maldito idiota. - susurró con una sonrisa, cerró los ojos lentamente y con la imagen de aquel muchacho en la cabeza dejo que el sueño lo dominara.

Mientras tanto una preocupada mujer daba vueltas al salón principal, en el cual había colocado dos sofás sobre una alfombra en tonos grises. Una de las paredes era una gran cristalera con puertas que daban al patio, los muebles eran de estilo urbano con acabados negros y blancos. Y una gran lámpara colgaba del techo alumbrando el salón donde esta nerviosa madre se encontraba.

- ¿Se habrá metido en una pelea? - dijo llevándose el puño a la boca mordiéndolo suavemente, intentando aclarar sus dudas. Agotada, se sentó en el sofá central, el cual era de color blanco. Cambió de postura para colocar ambas en su cabeza, entrelazando sus dedos con aquellos mechones rosas tan peculiares. Al parecer esta era la postura que había copiado Alex de su madre la cual adoptaba cuando se encontraba bajo situaciones que le provocaban ansiedad. -No, era un corte demasiado limpio. - reflexionó, su trabajo como médico le había aportado muchísima experiencia en cuanto a heridas se refería. Tenía muchas hipótesis sobre lo que ese corte podría significar, pero había una que resaltaba sobre las demás, una relacionada con el secreto de su familia. - No es posible, ¿qué más puede ser? - dijo horrorizada, intentaba despejar esa idea de su cabeza, pero le era imposible. Solo había una manera de comprobarlo. -Debo comprobarlo. – Decidida, subió las escaleras tomando el mismo recorrido que su hijo había hecho minutos antes. Cada peldaño que subía aumentaba la tensión en ella. Una vez arriba, con los nervios a flor de piel giró lentamente el picaporte de la puerta. La mujer se aventuró en la habitación de su hijo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca de la cama, movió con delicadeza la cabeza de su hijo hacia un lado, dejando ver aquel terrible corte. -Me lo temía...- susurró mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas, empapándolas. -Descansa mi pequeño, no es fácil lo que te espera. - dijo besando su frente, y saliendo de la habitación compungida. Intentó dormir, pero no logró pegar ojo en toda la noche, no podía dejar de pensar en lo que le había ocurrido a su hijo.

La luz del sol bañaba suavemente el rostro de un muchacho que dormía plácidamente. Este molesto, se arropó intentando librarse de aquella molesta luz. - ¿Qué hora es? - dijo somnoliento, cuando vio que ni aun así podría volver a dormirse. Sopló con pesadez cuando pudo identificar los dígitos en su despertador, todavía era demasiado temprano, pero viendo que era incapaz de poder volver a conciliar el sueño se puso en pie. – Maldita sea. – dijo frotándose los ojos mientras se dirigía hacia la ducha. Abrió el grifo y mientras esperaba que el agua saliera caliente buscó una toalla. Una vez comprobó el agua se metió dentro, su cabello rosa se oscureció a causa del agua. Era relajante sentir como el agua recorría hasta el último centímetro de su piel, si le hubieran puesto una almohada sí que se hubiera dormido ahí mismo.

Una vez salió de la ducha abriendo la puerta del baño, se dirigió a su armario para ver que se ponía hoy. Cogió unos pantalones negros y una camiseta granate la cual estaba agujereada por varios lados, era lo que se llevaba ahora. Combinándola con sus botas rojas ya tenía previsto su modelito. Cuando ya se puso todo bajó las escaleras hacia la cocina.

-Buenos días mamá- dijo una vez hubo bajado las escaleras, cogiendo una taza se dispuso a prepararse el café. Cogió la cafetera y vertió aquel contenido oscuro en ella.

-Buenos días cielo - mostró una sonrisa intentando disimular la preocupación que todavía dominaba su cuerpo. Todo lo que había ocurrido anoche no la había podido dejar dormir, así que en la mañana tuvo que ocultar sus ojeras con una poco de maquillaje. Sabía que alguna vez tendría que revelarle la verdad a su hijo, pero no esperaba que fuera tan pronto, todavía no tenía planeado como iba a contárselo. - Termínate el desayuno o llegarás tarde. - le regañó, este asintió con la cabeza ya que tenía la boca llena. Le había dado un mordisco a una tostada con mantequilla que había preparado mientras calentaba el café. Cuando terminó cogió todo y lo colocó cuidadosamente en el fregadero, tomó su abrigo y la bufanda y con un asa de la mochila en su hombro se dirigió al instituto.

El camino hacia este era igual de aburrido que siempre, iba solo, pues el ser tan tímido no le permitía hacer amigos. Ojalá hubiera sacado el carácter de su madre, decía las cosas sin vergüenza ninguna y defendía todo aquello que era justo sin preocuparse por las cosencuencias.

-Buenos días alumnos. - dijo un agradable señor entrando por la puerta, era su profesor de lengua. Alex admiraba a aquel señor, había sido muy agradable con él desde principio de curso. Este no solo se preocupaba por sus notas sino también a cualquier problema que le ocurriera a aquel muchacho. El pelirrosa no prestó atención a que detrás de aquel hombre se encontraba un imponente muchacho de cabellos azabaches, estaba demasiado ocupado sacando sus cosas de la mochila. – Debo presentarles a un nuevo compañero, se llama Dylan y ha sido transferido desde otra ciudad. Espero que le deis la bienvenida que se merece y lo hagáis sentir como en casa. – con una sonrisa en boca colocó una mano en el hombro del muchacho y finalizó la presentación. - Puedes sentarte allí. – señalo la única mesa que estaba libre en toda el aula, la cual estaba colocada junto a la de Alex.

Había estado solo unos pocos minutos en clase y ya se había ganado el suspiro de varias chicas acompañado de unos babeos que parecían grifos. -Hola Alex. – Cuando este posó sus verdes ojos en los del azabache no pudo sostener una expresión de asombro acompañada de una boca abierta. El muchacho el cual horas antes lo había salvado estaba posado delante de él y para su suerte pasarían todo el curso juntos.

He vuelto a actualizar, jajajaj quizás me haya pasado un poco con las casualidades en este capítulo pero espero que lo disfrutéis igual ^^

Un Paso Hacia La Guerra (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora