"¿Por qué no estoy muerta?", fue lo primero que pensó cuando, poco a poco y con un soberano esfuerzo, fue capaz de abrir los ojos y sentir su cuerpo vivo, pero derrotado y exhausto, incapaz de hacer movimiento alguno más allá de respirar.
Le pesaban los párpados, las sábanas eran como enormes losas de hormigón; y tenía frío, mucho frío, pero su garganta no estaba por la labor de hacerle caso.
Giró la cabeza y no vio nada a su alrededor. ¿Dónde estaban los monitores, los sueros, la consola, el incómodo sillón del acompañante...? Nada, allí no había nada a excepción de ella.
Ah, y una ventana. Era de noche, una preciosa noche estrellada que hizo que su corazón palpitase violento contra sus costillas.
La puerta se abrió de improviso, y allí estaba su madre, quien prácticamente corrió hasta ella y la abrazó con fuerza, con el cariño y la desesperación que sólo una madre podía llegar a entender. Clarke la escuchó sollozar, su cuerpo temblaba y no quería alejarse de ella por nada del mundo. No era complicado de entender: Abby simplemente estaba destrozada, aliviada de tener a su hija entre sus brazos, a salvo. Así que se quedaron en aquella posición durante bastante tiempo, toda una vida a ojos de Clarke, pero a pesar de lo incómoda que se sentía, volver a ver a su madre era el mayor regalo que podía recibir.
-Estás bien, estás a salvo... -repetía una y otra vez, en una retahíla que parecía no tener fin. Abby no se atrevía a alejarse de ella, y Clarke se dejaba hacer-. Creí que te había perdido, creí que me volvería loca si no despertabas... pero estás aquí, estás despierta. Estás a salvo.
Luego llegaron los besos y más lágrimas, los abrazos y las caricias. No se atrevía a dejarla sola, temía que no fuera más que un sueño y que al marcharse, al despertar, su hija volvería a estar inconsciente en un sueño cada vez más eterno.
-Mamá... yo... -cada palabra era un sablazo a su garganta, pero quería... no, ¡necesitaba saber! qué había pasado, qué era ese lugar y por qué lloraba tanto. Estaba bien, estaba a salvo, ¿no? Pero aquel hospital era un hospital muy raro, anodino y tremendamente enloquecedor-... esto. ¿Qué es esto?
Abby tardó en contestar, pero entre sollozos y abrazos propios de una madre que había temido perder lo más valioso que tenía en el mundo, le explicó lo que había pasado en las mismas puertas de la facultad, en nuestro mundo; en la ciudad destruida, en su mundo. Cómo Lexa había aparecido en el momento justo, arco en mano, disparando una flecha de plata a la espalda del que había sido su compañero de cacerías, justo allí donde estaba su corazón; lo había atravesado, sin que le temblara el pulso había soltado la cuerda y la flecha había salido disparada hacia su objetivo. Y habían llegado allí, al purgatorio, poco después de que Clarke perdiese el conocimiento.
-¿Lexa está bien? –inquirió preocupada.
-Sí, no te preocupes. Está descansando –su madre la obligó a tumbarse, tapándola con la sábana impoluta, pero Clarke no tenía ganas de volver a caer en brazos de Morfeo. Su mente estaba despierta, ansiosa de saber, deseosa de encontrar las respuestas a las preguntas que no dejaban de formularse por cada rincón de su mente. Abby la conocía, aquella mirada nerviosa y ese hormigueo que recorría su cuerpo-. Vendré por ti cuando ella también esté despierta, te lo prometo. No se ha separado de ti hasta que prácticamente no podía más.
Abby se quedó junto a su hija un rato más, hasta que esta se rindió al cansancio, al sueño, y se acurrucó bajo las sábanas como venía haciendo desde que era una simple chiquilla. Besó su frente con cariño, observándola dormir, y sólo entonces se levantó y se acercó a la puerta, abandonando la habitación y dejando a Clarke en completa soledad.
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Grey Angel
FanfictionLa lucha entre el bien y el mal ha existido desde tiempos inmemoriales, mucho antes de la existencia de los humanos, cuando el mundo no era más que polvo y ceniza, y Lucifer seguía siendo el ángel favorito de Dios. Pero Lucifer se rebeló y recibió s...