Capítulo 4

1 0 0
                                    

El hogar es el lugar que llevas en el corazón. Y el corazón te recuerda que a pesar de todo, tu hogar es en donde te sientes en paz.
Puede ser una casa, puede ser una persona, un sentimiento o en mi caso una mezcla de cosas. El aire huele a jazmín y al famoso guiso de carne de mamá cocinándose. A lo lejos se escucha la música de los discos que mi padre coleccionaba desde joven. Esos que desde que se fue escucho sin parar.

Pero ahora el está aquí. El timbre suena y escucho que la música se corta. Las pantuflas de papá se acercan, reconocería ese chillido que hacen cada vez que pisa. Cómo lo extrañé.

Se abre la puerta y aparece su rostro iluminado por el sol y por su gigante sonrisa. Tal y como siempre me recibía.

- ¡Pero si es mi pequeña Nina! Espera, ¿No deberías de estar en la escuela? ¿Estás bien? ¿Por que estás llorando?

No pude contener las lágrimas desde que lo vi. Mi papá, pá para mi. La persona más genial que conocí en la vida y por la que fui mucho de lo que logré ser.

- Papá... hola. - No pude más y le di el abrazo más fuerte del mundo. Creo que eso sólo lo preocupó más.
- Nina, ¿Qué tienes hijita?
- No te preocupes por mí, estoy bien ahora. Solo me sentí un poco mal en la clase de deportes y me mandaron a casa. Lo prometo, estoy bien.

Papá ladeó la cabeza y examinó mi semblante una vez más. No parecía convencido pero con unas palmaditas en la espalda me hizo pasar.

Mi mente comenzó a sentirse más relajada. Mi hogar tenía ese efecto en mi. No importa qué tan mal fuera el día que tuve, las preocupaciones parecían irse de golpe nada más entrar.

Mi casa era pequeña, estaba rodeada de grandes arbustos y enredaderas de jazmín. Parecía un pequeño castillo, acogedor y nada moderno. Tenía 3 cuartos y uno de ellos que siempre estaba vacío me lo asignaron cuando cumplí 10 como cuarto de lo que quiera que sea. Fue un cuarto de juegos, de arte, de manualidades y de danza. Tenía una pequeña escalera que daba al ático (que en realidad parecía más una especie de torre) el cual también era parte de mis dominios. Recordé mis cachivaches y mis cactus y sonreí.

Una versión más joven y risueña de mamá se asomó por la puerta de la cocina. Su sonrisa, sus pómulos rosados y los grandes ojos de siempre. Pero feliz, ahora estaba feliz.

- ¡Nini llegaste! - Soltó una risita porque sabía que odiaba ese apodo. Aunque en este momento podía volver a llorar de tan solo escucharlo.

Después de más interrogatorios y preguntas sobre si estaba bien, si me dolía algo o si debía comer mejor por fin empezamos a almorzar. Mamá era la mejor cocinera de la vida, había aprendido una serie de platos de mi abuela y también de la mamá de mi papá, la tata, que falleció meses antes de que yo naciera. Nunca la conocí pero todos dicen que soy su viva imagen, además me dejó en herencia casi todas sus cosas y yo crecí adorando cada uno de los tesoros de la tata que mis papas me daban año a año.
De cuando en cuando entre comida y buena conversación me quedaba contemplando a papá y su dinámica con mamá, su querida Elise.

Ellos se amaban con cada fibra de sus ser, causa aparente de mi personalidad enamorada del romance. Papá era escritor y profesor en la universidad, vivía escribiendo poemas para mamá y no tenía reparos en recitarle algunos estén en donde estén.

Mamá había sido bailarina de ballet y ahora dictaba clases a un pequeño grupo de niñas en el garage de nuestra casa, que papá había transformado en un acogedor y hermoso estudio.

Vivíamos bien, sin lujos pero sin penas. Yo tenía más libros de los que podía leer y nunca faltaba la música y la buena comida.

Era una chica feliz. Y estaba feliz de volver a serlo. Extrañaba serlo.

Cuando terminamos de comer mamá y papá se retiraron a su rutina de lavar los platos y hablar. No tenían remedio, siempre buscaban la manera de hacer más cosas juntos. También extrañaba eso.

Subí las escaleras y en eso, un maullido. Cómo podía haberla olvidado.

- Luna, hola preciosa. - Mi gata Luna me miraba de arriba a abajo con los ojitos celestes bien abiertos. - Cómo pude olvidarme de tí, bolita gorda de pelos.-
Me acerqué para cargarla pero salió corriendo en dirección a mi habitación. Parte de mi sentía que Luna había notado que no era su humana regular. Siempre supe que los gatos podían notar cosas fuera de lo que entendía, a veces mi gata se quedaba mirando a la nada y maullaba bajito, como saludando a alguien con cautela.

Subí las escaleras tras ella, entré corriendo a mi habitación y de un salto me hundí en mi cama. Que bien se siente. Creo que puedo rodar aquí por mucho tiempo, o aprovechar el momento para aclarar en mi mente de una vez que estaba sucediendo. De pronto recordé todo de golpe. Aún no sabía por qué están ahí.

Qué rayos era lo que estaba sucediendo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 24, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

The Second Chance of Nina MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora