Época actualAquella era una lluviosa y fría mañana otoñal en Forks, un pequeño pueblo de Washington que suele estar nublado todo el año y en donde las lluvias abundan. Sin embargo eso volvía los días soleados más apreciables para los pueblerinos.
Forks se abastecía con la producción maderera y la pesca de los magníficos salmones arcoíris que año tras año llamaban siempre la atención de los turistas.
Era un pueblo muy agradable y cálido a pesar del clima frío, la gente era trabajadora y entusiasta y los adolescentes eran adolescentes como cualquier otro, tomando usualmente el papel protagónico los fines de semana y de vez en cuando causando algunas revueltas.
A veces tenían que despedirse de sus vecinos, quienes decidían irse a la gran ciudad a triunfar o cambiar el estilo de vida, pero incluso estos sabían que siempre serían bienvenidos a Forks de vuelta.
Pero como todo pueblo, siempre había secretos ocultos. Algunos eran tan oscuros que sólo podías encontrarlos en la noche, la hora en la que la gente trabajadora va a descansar y los demonios comienzan a emerger.
Algunos demonios estaban más enloquecidos que otros por verse obligados a permanecer encerrados, ocultos a simple vista durante el día.
Pero dentro de cuatro paredes, ellos podían hacer suficiente para estar satisfechos.
Sin embargo, Lugyo ya estaba acostumbrado a caminar entre demonios. Y esos demonios eran precisamente toda la escuela. Todos. Sus maestros, sus compañeros, incluso el conserje.
Nadie le hablaba y él lo prefería así. Él siempre fue un gran observador; le gustaba inventarse historias sobre los que le rodeaban y analizar las situaciones que sucedían entre ellos para divertirse aún más cuando algunas de sus teorías terminaban siendo ciertas.
Por ejemplo esa mañana había llegado una chica nueva al colegio, en su misma clase, y parecía tímida y lista pero Lugyo deducía algo más.
Pronto la chica fue rodeada por sus compañeros siendo rápidamente integrada al grupo porque les parecía simpática con sus grandes gafas y su timidez. Y además era asiática y eso era muy atractivo para todos, ciertamente.
Pero ella no había dejado de mirarlo a él. Genial.
Lugyo estaba comenzando a armar sus teorías, con una mirada divertida.
A lo largo del día la chica empezó a mirarlo con una mueca de disgusto y horror. Y unos minutos después la chica fue incapaz de mirarlo otra vez.
Lugyo había triunfado de nuevo y ladeó un poco su cabeza, un gesto que se le había hecho costumbre, al ver el resultado.
Como esperaba, sus queridos compañeros habían hecho todo el trabajo. Le habrían dicho probablemente la clase de ser raro que fuera Lugyo, lo perturbador que era su mirada siempre atenta, lo siniestra que les resultaba su sonrisa y lo oscuras que eran sus ojeras. Justamente, Lugyo creía recordar uno de los tantos rumores que corrían a su alrededor sobre él.
"Dicen que esas ojeras se deben a que suele escarbar tumbas de noche, otros dicen que es porque no duerme ya que se la pasa espiando a la gente del pueblo."
"Dicen que gusta de hacer rituales satánicos y su casa está decorada con miles de velas negras"
"Su madre lo mandó al psiquiatra a los 5 años y continúa yendo"
Aunque había un rumor en especial que era la razón fundamental por la que nadie se acercaba a él. Un rumor difícil de ignorar porque... era cierto.
A cualquiera le deprimiría que todos le tuvieran miedo, que nadie quisiera acercársele por ser considerado un monstruo.
Al principio, ser rechazado y excluido totalmente fue algo difícil de sobrellevar. Tener miradas encima todo el tiempo juzgándote y deseándote la muerte y, lo peor de todo, sin poder cambiar la situación porque reconoces que te lo tienes merecido. Ellos tenían la razón y él merecía sin lugar a dudas la condena social.
Los primeros meses del año pasado desde que ocurrió aquello fueron un verdadero infierno. Pero luego aprendió que tendría que adaptarse a ese infierno, así como ya lo hacía en su hogar.
Comenzó a aceptar que simplemente debía estar solo.
Tiempo después se dio cuenta de que disfrutaba su soledad. ¿Qué mejor amigo que uno mismo?
Lo que más amaba en el mundo era plasmar todos sus pensamientos, reflexiones y canciones en su cuaderno, cuyo contenido nunca sería visto por nadie más que él.
Cuando escribía, nadie era capaz de juzgarlo ni entrometerse; era en su propio mundo donde él... se sentía libre.
Lugyo no solía hablar mucho, sólo lo justo y necesario ya que no tenía nada a lo que llamar amigos como para soltar más la lengua.
En apariencias, a Lugyo parecía desagradarle cualquier otro organismo viviente, omitiendo a su madre.
A veces él no se sentía cómodo consigo mismo y sólo tenía un fuerte deseo de salir corriendo de la clase e internarse en los bosques para respirar.
Pero aunque todos sus deseos se lo sugirieran sin saber siquiera el por qué, Lugyo sabía que no podía faltar ni a una clase.
Si quería ayudar a su madre tenía que estudiar mucho para un día convertirse realmente en alguien, prosperar y por fin darle un bien merecido descanso a quien dio todo por él.
Aunque de hecho esto no le resultaba difícil porque estudiar siempre fue pan comido para él. Tenía habilidades sorprendentes para aprender y también unas increíbles habilidades atléticas, razón por la cual sus compañeros lo envidiaban y hasta despreciaban más. Sobre todo porque Lugyo siempre daba la impresión de que todo lo que hacía le era fácil.
Y así, ése era Lugyo. Un chico de 17 años de tez pálida, cabello muy negro, ojos verdes y ojeras destacadas.
El chico más rápido, ágil y fuerte en su clase de gimnasia y el más astuto y listo en sus clases académicas. Y el humano más hambriento e insaciable que cualquiera en Forks conocía.
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Night Prowler
WerewolfTodos tienen una doble cara. Una es la que eligen mostrar al mundo para esconder la otra, la verdadera cuya esencia pocas veces tendremos la ocasión de ver. Lugyo, un chico sereno y solitario, es capaz de ver ambas caras sin aparentar ninguna artif...