No mueras antes que yo

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La noche abre su regazo, y la nieve cae. No hay estrellas y el cielo es un negro manto sobre nuestras míseras existencias, así como con todas las demás; él está aquí, conmigo; no decimos nada y solo observamos el melancólico paisaje que se extiende ante nosotros.

El nombre del niño es soledad; nunca lo he visto reír, ni dar una muestra de felicidad. Suele estar solo y callado, frío e inmóvil, mientras presta atención junto a mí, sentados en esta banca de madera, como caen los grumos de un fenómeno normal en esta época, pero que no deja de ser tan maravilloso: nieve. Blanca como debería ser nuestra pureza, la de los niños que ahora lo han perdido todo; ella que cae, se destroza y queda olvidada entre los cuerpos de muchos más... como un cementerio.

Pero tales pensamientos no me asustan, su aura me da tranquilidad, y tal vez, escondidas como finos hilos, trozos de un extraño sentimiento para mí no conocido.

Él viene a mi todas las noches, así como yo regreso a este lugar, a este pequeño purgatorio entre el infierno blanco que se va desmoronando poco a poco.

Lo miro: es verdad que desconozco su nombre, ha romper nuestro tranquilo silencio todavía no me he atrevido, pese a que la curiosidad siempre permanece conmigo. Lo admiro, incapaz de nada más. Nunca hemos conversado, pero parece ser de aquellos que han vivido una vida muy dura, lo sé aun desconociendo todo lo demás sobre él. Si algún día nosotros podemos romper nuestro silencio...

¿Cómo sería su voz?

Parece sufrir, así que con mi mano aun temblorosa, le tiendo un pan ya frío que pude robar de la cocina del orfanato, muestra de conforte. Tarda en darse cuenta, perdido como está en sus pensamientos, pero aun así no me retracto y pacientemente espero; cuando al fin se percata, con una pequeña mueca que aparenta ser sonrisa, lo recibe.

Su rostro, al igual que el resto de su cuerpo imagino, está cubierto por vendas. Su delgada silueta, la palidez de su semblante, sus vacíos ojos vacíos y la pequeña cojera cuando camina... No puedo evitar cuando unas pequeñas lágrimas caen, por lo que cierro mis ojos y lloro suavemente entre el tiempo.

Siento su mano acariciar mi cabello, como muestra de un consuelo que no merezco, sino él. Pero no puedo detenerme, por él sigo llorando. Y finalmente, cuando lo miro nuevamente, me pega a su cuerpo, se aferra a mí.

Sin palabras que decir, con sus manos ahora sobre mi cuello, nuevamente cierro mis ojos y me dejo llevar.

No sé quién es él, pero en mis sueños él existe. Su pasión se muestra en un beso, y yo no puedo resistir.

Es casto y dulce. Mi primer beso, el que atesoraré por siempre; delicado, frágil como nuestros cuerpos, pero tan necesitado de un amor que anhelamos recibir. Si alguien nos ve... podrían juzgarnos, pero no quiero pensar en todas las consecuencias, no por ahora.

Y cuando decide separarnos, susurra muy bajo, con la voz más hermosa que alguna vez que yo haya y escucharé alguna vez: "Yo sé que alguna vez alguien me amará..., aunque ni siquiera sé si existo...". Una lágrima rueda por su mejilla, y cae.

- No sé quién eres tú, pero sí sé que tú existes. Te esperaré aquí, solo... no mueras antes que yo. Prometo que me esforzaré y en algunos años tendremos... la posibilidad de un futuro, uno del que carecemos hoy; somos niños, pero cuando seamos mayores... Yo...

No puedo continuar, mis palabras guardan tanto deseo y miseria... Con suavidad, él extiende mi mano, que hasta hace solo unos segundos formaba un puño, y me da un prolongado beso, con delicadeza, con tranquilidad. Como si tuviésemos todo el tiempo del mundo.

-No mueras antes que yo... por favor- murmura, y veo un destello en esos profundos ojos marrones que me miran fijamente. Es esperanza.

Aquella noche, volvimos a guardar silencio hasta que los rayos ardientes del sol tocaron la nívea nieve, derritiéndola. Mantuvimos nuestras manos sujetas, sellando la promesa implícita; no tratándose de volvernos a ver, sino de encontrar, de trazar un futuro con nuestras propias manos a pesar de si la mismísima vida se oponía, de no dejarnos abandonar por el mundo.

Sabíamos lo que nos esperaba después, pero la condena se hizo más lejana que nuestro corto presente; no nos importaba, y menos en la situación tan cruel en la que nos hallábamos atrapados, no cuando acabábamos de hallar nuestra razón de vivir, de seguir adelante.


Nuevamente aquí sentado, recuerdo como si fuese ayer tales memorias.

El día posterior no pude asistir, pero el siguiente tras este, no vino, ni los siguientes. Y yo seguí esperando. Aunque, más pronto que tarde, y por más que quise, yo tampoco pude volver hasta años después, al sitio que se había llegado a convertir en muy especial para mí.

Mis circunstancias variaron, las de todos. Vi la urbe cambiar, vi mi época ser olvidada para dar paso a una nueva. Vi a gente morir, pero aun cuando todo parecía desesperanzador, recordaba mí aquella promesa que hice con el extraño, siendo muy pequeño.

Me rio al pensar que a pesar de todos estos años no sé tu nombre. ¿Seguirás siendo soledad? ¿Habrás cambiado y logrado sonreír más?

Espero que haya sido así.

Una nevisca vuelve a caer, como en aquellos días de infierno, donde pude hallar algo similar a la paz. Todas las casas están cubiertas de nieve y con candiles en las ventanas. Familias, hogares, personas solitarias... todos ahora cubiertos y aferrándose a la vida, porque así debe ser: mientras haya la más remota posibilidad debemos continua. Todos están junto a quienes aman y yo... yo solo te espero.

A veces el amor parece lejano... Y eso no cambia: en el pasado, ayer, ahora o en el futuro... ¿Lo seguirá siendo?

Te espero aquí, ya que tu amor no puedo despedir...

El frío se cala en lo profundo de mis huesos, y cuando finalmente pienso que no podré resistir más, que volveré mañana... Una sombra diferente, pero con un rostro tan conocido para mí se acerca, casi puedo ver tu sonrisa.

"Stirb nicht vor mir..."

STIRB NICHT VOR MIR  | SOUKOKU |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora