C U A R T O C A P Í T U L O

63 7 6
                                    


C u a r t o  C a p í t u l o


— ¿Te cubrió? —No pudo ocultar la sorpresa en su voz. Después de todo, era una Gema. Y no cualquiera, era Esmeralda de quien estaban hablando.

—Sí, supongo que odia tanto como yo al Joyero —respondió Rubí a susurros —. Por cierto, ¿cuándo me dirás tu nombre?
 
Deslizó su mano por el vidrio de su fría ventana.

—Mañana te llamaré a esta misma hora. Ante cualquier eventualidad, me llamas. Recuerda, nada de mensajes —dijo, a lo que Rubí suspiró cansina —. No quiero más sorpresas —le recriminó.

Rubí creyó oportuno ser sincera, después de todo, eran una especie de equipo, y no debían existir secretos si juntos acabarían con el Joyero. Cuando le confesó la verdad, él se limito a escuchar, en ningún momento le interrumpió, lo cual agradeció internamente.

Aquel día, luego de que Rubí se quitara la máscara, le explicó lo que había hecho. Sí, había roto dos reglas. No hubieron nombres, para Esmeralda, Rubí estaba sola en esto. Y aunque creía que era suicidio asegurado, le apoyó. Y cubrió sus espaldas. Esa noche, los guardias notaron que Rubí no había estado es su habitación en casi todo el día, y luego de que Esmeralda no les permitiera ingresar a su recámara, la desconfianza creció más en ellos. Así que la cubrió. Dijo que habían salido de compras, y habían llegado tarde.

Esmeralda mintió.

Suerte para ellas que el Joyero apenas tenga cámaras de seguridad. Y suerte para ellas, que las cámaras se activaran con cualquier anomalía o movimiento brusco. No estuvieron activadas durante todo el día, como ahora sí lo estaban.

— ¿Rubí? —La voz al otro lado de la línea la trajo de vuelta.

—Tienes que darme un nombre —se precipitó a decir rápidamente —, tienes que darme alguna edad, algo sobre ti.

—Eso es irrelevante es esto.

— ¡No! —Se alteró al responder, la paciencia se le estaba escapando de las manos —Sabes cosas sobre mí, ya conoces un secreto y no creo que sea el único. Cumplí —atinó a bajar el volumen de su voz —, cumplí con el trabajo, y sí, fue mi culpa que el Joyero haya aumentado la seguridad pero es un error que no volveré a cometer y... —un largo silencio se apoderó de la línea.

— ¿Y qué? —la alentó a hablar.

—Y me haz estado llamando hace dos semanas, de verdad necesito respuestas. Puedes confiar en mí, y lo sabes. Pero yo no puedo poner mi destino, y el de muchas chicas más en las manos de un desconocido. Tal vez esto es un error, estoy confiando demasiado pronto en tus palabras. Y ni siquiera he visto tu rostro.

Pasos provenientes del pasillo exterior alarmaron a Rubí. Ella los conocía muy bien, esa seguridad, ese suspenso, esa elegancia y toda esa escalofriante y psicótica calma podían ser de una sola persona.

—Tengo que colgar —Se apresuró a responder desesperada.

—Nos vemos mañana, a la noche.

—Ahí estaré, soy la de rojo —intentó bromear. Un suspiro nasal del otro lado de la línea, le hizo una idea de que el hombre había sonreído siquiera.

—Adiós, Rubí.

—Adiós, debo...

—Con cuidado —le interrumpió, y el pitido final de una llamada terminada, se mezcló con sonoros golpes en su puerta.

Media plasmada, media aturdida, atinó a apagar el móvil y esconderlo. Entonces acomodó su albornoz, y finalmente abrió la puerta.

— ¿Por qué tardaste tanto en abrirme? —Le preguntó ásperamente.

Amar en Rojo [#MareaDAwards2017] [#PGolden2017]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora