El pequeño castaño miró con desconfianza el sobre en sus manos, estaba temblando por los nervios, necesitaba calmarse antes de perder el control, respiró profundo y exhaló despacio. No dejaba de temblar, incluso sus manos sudaban, así que constantemente tenía que limpiarlas en su pantalón.
Miró a Harry hablando con sus amigos y como estos se despedían dejándolo solo para dirigirse a su casa. Empezó a seguirlo con el corazón en la boca, el rizado se entretenía escuchando música.
Apresuró el paso y justo cuando estuvo detrás de él estiró su dedo tocando la fornida espalda de Harry. Este frunció el ceño quitando uno de sus audífonos. Observó la cabellera castaña cabizbajo y como el cuerpo no paraba de temblar. No sabía qué decir, así que pacientemente esperó a que el pequeño hablara.
-Yo... -susurró agitado, como si hubiese corrido sin parar. -Te hice... te quería dar esto... -extendió un sobre con un dulce pegado. -Te lo hice con... cariño...-jugueteó con sus dedos, mierda.
Sus nervios sólo aumentaban cada segundo más. Harry realmente confundido tomó el sobre y lo analizó, observando el corazón dibujado. Y ahí lo dedujo todo: las palabras del castaño, la carta con el dulce y un hermoso corazón dibujado. Sonrió con gracia.
-Me gustas, Harry. -afirmó Louis totalmente sonrojado. El silencio de Harry lo estaba matando. Aún así no se atrevió a mirarlo.
-No soy gay, amigo. -al fin habló con su ronca voz. Louis no sabía como reaccionar; su rostro ahora parecía un tomate, sus ojos se llenaron de lágrimas por la vergüenza y otro sentimiento que no pudo descifrar.
Pero estaba seguro de algo; su corazón se había quebrado.
Harry sentía impotencia, no le gustaba desilusionar a las personas pero simplemente no le daría esperanzas a nadie cuando ni siquiera es gay. Solo que... cuando miró la primera lágrima deslizarse por la mejilla ajena no pudo evitar acercar el frágil cuerpo al suyo en un abrazo, acunándolo en su pecho y rodeándolo por los hombros.
El ojiazul estaba en Shock. Primero lo rechaza y luego lo abraza protectoramente; como si nunca hubiera querido lastimarlo, solo que, en sí, era la verdad. Así que Louis, aún en su estado, aceptó aquel reconfortante abrazo rodeando la blanca cintura y oliendo el apetitoso perfume masculino.
(...)
-Esto tiene que funcionar. -dijo el ojiazul observando ambas rosas; una era de color blanca y la otra por el contrario, era roja. Las empacó y se fue a su escuela.
Al final del día esperó a Harry fuera del estacionamiento, siempre por donde él se iba a casa. Observó como salia riendo con sus amigos, su corazón quería correr pero tomó aire para tranquilizarse. Su timidez llegaba al punto de que veía a Harry desde un arbusto en donde estaba escondido.
Para su desgracia el ojiverde notó algo raro entre los arbustos, unos ojos que lo seguían. En el instante sintió pánico por semejante susto. Pero por alguna razón reconoció esos orbes azules, sin rodeos se acercó para confirmar quién era. Louis rápidamente trató de retroceder pero lastimosamente quedó atrapado entre unas ramas.
Joder, joder, joder y más joder.
Su corazón corría a tal grado que pareciera atravesar la pálida piel de su pecho. Harry se agachó de cuclillas y abrió a cada lado las estorbosas hojas para encontrarse con un tierno rostro sonrojado.
-¿Estas bien? -preguntó confuso, preguntándose si debía reír o asustarse por el indiscreto acoso.
-Y-yo... este... es que vi un nido de pajaritos y m-me caí -tartamudeó con su acento britanico notablemente marcado. Harry bajó la mirada y sonrió relamiéndose los labios.