The beginning of the end

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Sus manos rodearon su cintura, mientras los labios ásperos se pegaban a su cuello delgado, dejando marcas calientes que ardían hasta el punto de ennegrecer aquel invierno que se estremece entre sus garras. El dios lo sabía, ese ser de las tinieblas moriría en sus manos, como su persona lo haría en los suyos, se evidenciaba cuando sus propios dedos quemaban el rostro ajeno al tratar de acariciarlos. Hace mucho lo comprendieron. Estaban condenados. Puede ser ese el motivo por el que haya aceptado su destino esa noche donde acordaron bailar una vez más, como cuando cometieron el pecado.

Los dientes filosos se inyectaron, dejando fluir hilos de sangre hasta la parte de la toga, pintándolo lentamente de un granete hasta hacerle una parte más de sí. Los dioses nunca sangrarían pero ellos dejaron de serlo con el tiempo. Se volvían mortales. Morirían para renacer como ellos; a pesar del dolor lo callaba, sabía que sus quejas no calmarían al rey del infierno, porque estaba tan asustado como su persona, porque parecía querer tratar de dejar marcas que se borrarían cuando los descubrieran en el sitio más alejado del mundo.

Pudo tomar aire cuando se alejó, mostrando una sonrisa agotada, sus ojos verdes llenos de vida bajaban, volviéndose cada vez más opacos e insignificantes. Ambos estaban advertidos, el primero en morir sería su existencia, el dios que traicionó todo lo que conocía los de "allá arriba". Pudo mirar su rostro angustiado, tratando de sonreír como siempre mientras besaba su mano, la que se vuelve esquelética para poseer la marca del diablo. No sabe cuánto agradece que ambos hagan el esfuerzo de encerrarse en su propia burbuja de realidad, antes de que sus cuerpos se desvanezcan en el viento de esa primavera.

« ¿Me permite esta pieza, mi diosa?».

«Aun cuando dijera que no, me obligarías a bailar. ¿A qué viene la pregunta?».

«Pensé que le gustaría un poco de educación de mi parte».

Reía, suave, bajo, le costaba un poco. Pero él le había enseñado a reír en momentos amargos. «Realmente dudo que tengas esa característica, Satán, o preferirías ¿Osomatsu?». Su mano libre fue al ropaje, alzándolo un poco como un vestido, mostrando sus pies y las hojas que se secan bajo suyo. «Creo que he perdido la cabeza. Hoy me apetece bailar contigo».

«Eres un poco cruel, mi diosa». Mostraba satisfacción ante sus palabras, dando el primer paso para demandar ser el guía. «Está noche es importante».

«Lo sé, Osomatsu». Cedió la postura. «Hoy bailaremos hasta que sea de día».

Uno, dos, tres pasos. Sabía que el ente maligno nunca había sido bueno con lo que debe ser delicado, no obstante, ahora que es el fin, pareciera como si hubiera practicado hasta que los pies fueran inservibles al igual que las alas que se le arrebataron, en una clara advertencia de que no volviera al inframundo. Sacudió los pensamientos, tratando de ignorar las cosas que se le acechan desde que su secreto se había descubierto. Solo dejo que sus manos se aferraran a sus hombros, apegando cada vez más su cuerpo, tan ligero como pluma contrario a las cadenas invisibles que lo arrastraban hacia el suelo; marco los pasos en la mente, dando vuelta cuando era, dejando que su cuerpo se inclinará para sentir el cálido infierno de su aliento.

Su piel era tundra, y la contraria como los rayos que marcaron su espalda en un ataque de propiedad. Una propiedad que ya no valía nada.

Se volvió a incorporar, soltándose y dejando que sus pies lo guiarán lejos, en pasos similares hacia los humanos que bailaban algo que llamaron "ballet", hasta el lago que bajo suyo se congeló enteramente, negando su paso a los paraísos donde fue botado, mostrando el oscuro camino tras suyo, las consecuencias de los actos provocados por amor.

Cerró los ojos, giro sobre sí mismo, y antes de darse cuenta, él sostenía sus caderas, meciéndose con ellas con lentitud, mientras su boca buscaba la suya para mostrar su amor en un beso con espinas. Dolía, más que cualquier tortura, dado que nunca lo volverían a sentir, nunca más esas espinas les podrían dañar. Y eso era tan cruel, una injusticia para ellos que la cometieron primero al dar la espalda a su compromiso.

Dance with me one more timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora