Kam y Oliv - Segunda parte. Capítulo III.

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Kam:

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Kam:


Pasé la tarde más nerviosa de mi vida ¿Sería esto real o sólo sería un sueño? El chico que juega baloncesto que tan enamorada me ha tenido estos años ahora se encuentra muy cerca de mí, a un par de metros apenas, y en el mismo salón con un violín. Y tocaba excelente, para jugar baloncesto tocaba muy bien. Traté de no parecer temblorosa mientras afinaba la guitarra pero él me miraba y con sus ojos fijados en mi era imposible no estar nerviosa.

Después de él pasaron cuatro jóvenes más a tocar; guitarra, flauta, chelo y trompeta. La chica del chelo fue la que más me gustó, los demás lo hicieron bien, mas no maravilloso.

—Muchísimas gracias. —Dijo la señorita Anna, directora de la Orquesta. —Ha sido un honor tenerlos aquí hoy y apreciar su talento. —Varios aplaudieron en son de gratitud por sus palabras. —Pero, es lamentable para mí informarles que de los doce de ustedes sólo podemos aceptar a seis en la Orquesta... —Hubo un silencio desmotivador y lleno de tensión. —Las personas nombradas a continuación deberán ponerse de pie, los que no sean nombrados deberán salir del salón. Atención por favor:

—Ross Colmenares con la Trompeta.

—Albert Gil con el Fagot.

—Jack Olivo con el chelo.

En este momento pensé que los nombrados serían los no aceptados, se quedarían y les darían una charla motivacional de dos minutos mientras que los admitidos irían a otra sala con Bienvenida y toda la cosa, pero no sabía nada, no entendía el mecanismo.

—Samy Alvarado con el chelo igualmente.

Esta era la chica que me había parecido buena.

—Jeremías Prior con la flauta.

Hubo un silencio ensordecedor. Ni comentarios. Ni murmurios. Apenas las respiraciones se podían sentir. Sólo quedaba un cupo y el chico del violín no estaba de pie no sabía si esto era bueno o malo, estaba tan nerviosa como si la que estuviese en audición fuese yo. Lo observé, en ese momento él me estaba mirando también aunque dejó de verme automáticamente; tenía cara de miedo y decepción.

—Oliver Veracruz con el violín. —Dijo finalmente, y el chico pelirrojo se puso de pie. —Los que no hayan sido nombrados, favor diríjanse a la salida.

Cada uno de mis vellos estaban de punta, sudaba. No quería esperar ni un segundo más a ver qué pasaría.

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