Kam y Oliv - Segunda parte. Capítulo IV.

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Oliv:

Pasé la tarde más nervioso de mi vida. ¿Sería esto real o sólo sería un sueño? La chica que toca guitarra que tan enamorado me ha tenido estos años ahora se encuentra muy cerca de mí, a un par de metros apenas, y en el mismo salón. Y tocaba excelente, toda su vida ha tocado muy bien. Traté de no parecer angustiado mientras esperaba pero ella me miraba y con sus ojos fijados en mi era imposible no estar nervioso.

Después de mi quedaban aún cuatro participantes así que tuve que esperar para saber que pasaría por fin. Podría decir que el que más me gustó fue un chico que tocaba piano, Albert, se llamaba.

La directora de la Orquesta dijo al comienzo, antes de que llegara la chica de los rulos, que al finalizar los nombrados serían los admitidos y los no nombrados serían los no admitidos. Tenía tanto pavor de no ser nombrado. Irónicamente esto lo hacía por una chica que no tenía la más mínima idea de mi existencia, y la tenía a mi lado.

Desde que pude trabajar por mi cuenta lo hice, tendría unos 13 y desde entonces estuve ahorrando dinero para comprar mi violín, siempre me gustó este instrumento. Cuando cumplí 15 años lo compré y duré un año entero entrenando en mi casa con tutoriales por internet, no quería llegar a un grupo musical y no saber ni como agarrar el violín. No podía dejar de mirarla, ¡Dios! Es tan hermosa.

Estaba hecho un manojo de nervios, sentía correr la sangre a mil kilómetros por hora y por fin Anna, la directora, se puso de pie delante de todos nosotros para darnos el veredicto final. Dijo que seis serían los aceptados, y comenzó a nombrar uno a uno.

Cuando ya había dicho cinco nombres hubo un silencio ensordecedor. Ni comentarios. Ni murmurios. Apenas las respiraciones se podían sentir. Sólo quedaba un cupo y yo no había sido nombrado aún. Estaba tan nervioso como nunca antes lo había estado. Ella me observó y yo también lo hacía aunque quité la mirada de inmediato; tenía miedo y estaba decepcionado de mi mismo.

—Oliver Veracruz con el violín. —Dijo finalmente, y me puse de pie. —Los que no hayan sido nombrados, favor diríjanse a la salida.

Cada uno de mis vellos estaban de punta, sudaba. No quería esperar ni un segundo más. Estaba aceptado.

 Estaba aceptado

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