V. EL CHICO NUEVO Y LA DECLARACIÓN.

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No vio a su madre esa noche.

En la mañana Yoongi arrastró sus pies por la cocina. El refrigerador yacía vacío, suplicando por algo que lo llenase.

Rascó su nuca y se mordió el labio tan fuertemente, que terminó por arrancar un trozo de él.
Debía darse un baño. Debía... pero a lo bajo del lavamanos, trozos del espejo se asomaban con rastros de sangre. Caminó sigiloso dentro de la ducha, enfocándose en su cometido: salir lo más pronto de la casa. Pero pensar en que volvería más tarde no ayudaba.

Más tarde en clase, se le ocurrió la gran idea de invitar a Hoseok a comer algo. Luego podrían caminar por las zonas solitarias de la ciudad y terminar mirando el cielo en el Río Han, que siempre le había gustado a su amigo.

Y como hacía costumbre, su profesor le llamó la atención una vez más.

—Por Dios—bufó y se arregló el flequillo detrás de la oreja—. Como decía...

Todas sus palabras se volvieron nulas, por que las miradas se centraban en el chico a su lado. Alto, un poco musculoso y una mirada expectante. No parecía con miedo, pero Yoongi pensó que debería. La escuela entera hacía lo que quería con los nuevos, él no sería la excepción. Hoseok tampoco lo fue.

—Puedes sentarte junto a Min, aunque seguramente te cambie de lugar en los exámenes.

El chico miró a Yoongi sin vergüenza a los ojos. Luego caminó al pupitre vacío a su lado, entre todos los pares de ojos curiosos.

En el receso escuchó su nombre mientras una avalancha de chicas urgidas y atletas sudorosos lo atomizaban a preguntas: Jeon Jungkook. Que de dónde venía, que si tenía novia. Yoongi simplemente quería huir de ahí. No dejaba de preguntarse por qué éste chico fue la excepción a las burlas y golpes que recibían los nuevos: que recibían los chicos como Hoseok. Al cabo de un rato, terminó de entenderlo.
Éste chico, Jungkook, encajaba a la perfección. ¡Vamos, que era bien parecido! ¡Vamos, que parecía un gran atleta! ¿Por qué intentar hundir su espíritu, tal como han hecho con todos los que ingresaron después que ellos?

Así que Yoongi se limitó a cruzarse de brazos. Porque bien podría echarle la culpa a ese chico nuevo. Bien podría desearle la muerte, como a los demás en su clase. Pero hoy invitaría a pasar un buen rato a su mejor amigo, entonces decidió pasar de eso.

En cambio, Hoseok no lo visitó en ningún recreo.

Yoongi intentó no mostrar preocupación, solo esperó a que la última hora llegara. Aún si las manecillas del reloj parecían no avanzar, él intentó mantener la calma. Pero vaya que apestaba en eso.

2

La campana destrozó sus tímpanos. Si antes sus uñas yacían hasta la cutis, era probable que en la noche llegara al hueso y algo más. Y de pensar que al final del día terminaría en su desolada y muy fría casa, ya quería comenzar a destrozarlas.

Comenzó a caminar. Los pies le pesaban un kilo más por cada paso. A la mitad del pasillo, se replanteó la dirección en donde quedaba aquél salón. Recordó que Hoseok le había dicho que no le daba el sol suficiente como para broncearse, ni siquiera en el más acalorado día de verano. Así que dobló, apresurado en una esquina, pero un hombro lo detuvo.

    —¡Perdón!—fue lo único que salió de esa boca. Su cabello anaranjado fue lo único que le dejó ver antes de perderse en la multitud.

Yoongi lo maldijo en voz baja. No tenía idea de lo que ese encuentro con aquél desconocido significaría en el futuro, así que caminó entre la gente, suprimiendo su ansiedad hasta el aula de su gran amigo, con la esperanza de verlo a él y a su enorme sonrisa asomarse a tan solo unos metros detrás de la puerta. En cambio, oyó murmullos. Casi suspiros melosos, flotando en el aire.

Apoyó la oreja.

—Sí...—la voz tímida de Hoseok hizo agrandar sus ojos—. Si los boletos se vencen hoy, no hay de otra.

—Genial—pronunció la otra persona. Un chico, definitivamente era un chico—. Podemos elegir la película que tú prefieras.

Con tan solo escuchar el golpe de los dedos de Hoseok contra la madera de un pupitre, Yoongi supo que su plan de pasarla juntos no se llevaría a cabo. Y estaba bien, porque cuando Hoseok tenía ese tic de los dedos, solo significaba una cosa: estaba entusiasmado. Yoongi debía estar feliz por él. Prácticamente, su amigo tenía una cita, y con un chico que no sonaba con intenciones de meter su cabeza en el escusado de la escuela, (tal vez y hasta tenía intenciones de meter otra cosa.)

Era excelente, ¡vaya que sí! Pero... ¿por qué él se sentía tan mal sobre que le ocurriera algo tan bueno?

El picaporte giró. Yoongi desapareció casi al instante. Los pasillos no estaban tan llenos y salió con más facilidad que con la que entró, horas antes.

En el autobús, se dejó guiar por el rumbo del conductor. Terminó en quién sabe dónde, perdido en sus memorias. Pero ni siquiera intentó llamar a su madre. Solo caminó y terminó dando con una cafetería poco habitada a esas horas. Pidió un vaso de agua y se quedó allí hasta que aquella gerente lo amenazó con echarlo sino compraba algo. Para esa hora, había anochecido.

Su teléfono celular se apagó. Rió con amargura, después siguió a la luna. Era la única luz en la que podía confiar, aunque ni siquiera emitiera alguna.
Sudó frío cuando un perro le ladró, en medio de la oscuridad. Lucía como una bestia imposible de domar, salida del mismo infierno, con sus orejas en punta y los ojos casi del todo negros. Allí fue cuando oyó a personas murmurar a una cuadra de distancia. Su intranquilidad aumentó al instante, y corrió, hasta, de alguna forma, llegar a la casa de Hoseok, el único lugar donde recordaba haberse sentido seguro. Desde el jardín, visualizó en la ventana a su madre preparando la cena y a su padre leyendo un libro sobre política, probablemente. En la segunda planta, lo encontró, entre sus persianas medio-abiertas, charlando felizmente por teléfono celular. De vez en cuando soltaba una carcajada, tal como lo hacía con él. Y una parte de sí supo que no volverían a reír juntos, pero no quiso escucharla.

Solo... volvió a casa, donde nadie lo esperaba, aunque siempre, sin importar lo agotador que resultaba, mantenía la esperanza viva.

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LA LOCURA DE MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora