Prologo

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Asuna cerró la puerta. Caminó algunos pasos a tientas por la pequeña habitación que le habían asignado, recordando los muebles toscos que decoraban su paso para evitarlos. Se movió con cautela dentro de las sombras hasta encontrar la cómoda, que tanteó en busca de la yesca para encender las velas.

Estaba prendiendo las velas cuando una voz gruesa se oyó quebrando su familiar silencio.

—No creo que nos vaya a hacer falta mucha luz.

Ella giró sobre sus talones, la pesada tela de su falda casi enredándose en sus pies, las manos cubriendo sus labios del grito que por poco escapa de su garganta. El hombre que noche tras noche abarcaba sus sueños, estaba sentado frente a ella en la única silla del cuarto. Con las piernas cruzadas al descuido y el cuello de su camisa abierto, era la imagen de la elegancia relajada. Pero su expresión era indiferente.

Demasiado indiferente.

De alguna manera ella sabía que él estaba tomando ese momento con una frialdad que no era apropiada, pero por otro lado se sentía tan jubilosa de verlo, de tenerlo frente a ella que nada importaba. Absolutamente nada.

—Abajo, durante la fiesta...— él interrumpió la quietud haciendo un gesto con su mano —Tuve la impresión de que me estabas ofreciendo algo ¿me equivoco?

Asuna meneó la cabeza fascinada —No...

Volvió a mirarla en silencio y notó con el ojo del conocedor, no que él actuaba como un tonto adolescente en sus primeras horas de amor, sino que ella era exquisita y única... salvo el peinado tan severo... y las prendas sombrías que llevaba. Eso era algo que no le gustaba, algo que nunca le gustó. Asuna no cuadraba dentro de colores obscuros, ella siempre era tan brillante. Sobretodo en ese momento en el que permitía que la lujuria y las palabras de su amigo Eugeo se mezclaran en sus pensamientos y acciones, junto a los tragos de whisky que lo habían llevado a presentarse dentro de una habitación que no le pertenecía, para asociarse con esa mujer fácil y experimentada, que en ese momento crucial más bien parecía una virgen ingenua.

—No me gusta tu peinado. Suéltalo.

Asuna abrió los ojos ante el pedido, y más aún ante el tono autoritario. Inclinó levemente la cabeza y se quitó las horquillas que mantenían en orden su indómita cabellera, rápidamente mechones y ondas de fuego se derramaron  sobre sus hombros. Las depositó sobre la cómoda y se volvió a mirarlo con timidez, él estaba de pie y se desabrochaba la camisa con lentitud, habiéndose quitado de antemano los guantes.

— ¿Que haces?

Volvió a verla. Pálida, tentadora, con la luz agonizante de las velas a su espalda que delineaban con burla su silueta. Gruñó para sí y se llevó las manos a la corbata. Bastó un segundo para darse cuenta de la estupidez que estaba a punto de cometer.

— Lo que voy a hacer es irme de aquí— contestó dirigiéndose hacia la puerta.

— ¡No!— exclamó ella con desesperación saliendo tras él —No... por favor no te vayas...

Él se volvió con intenciones de rechazarla pero Asuna se arrojó sobre su pecho muy mujer, muy suave y tentadora, y drogó sus sentidos con su tacto y su perfume siempre tan familiares.

— Por favor... por favor... Kazuto...— murmuró quedo. Y era la primera vez que osaba pronunciar su nombre. Lloraba y le clavaba las uñas, pese a todo el joven seguía con los brazos caídos al costado del cuerpo, pero estaba perdiendo la batalla y lo sabía —No te vayas, Kazuto... por favor...

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2017 ⏰

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