Un carromato pintado con firuletes blancos y rojos hundió sus ruedas en el barro al pasar frente a mi nariz. ―¡Mira por dónde vas, idiota! ―le grité enojado al conductor. Luf rugió en la parte de atrás del rodado al captar mi voz. Seguramente estaba harto del encierro. Yo lo estaba. Sus ojos negros buscaban los míos con melancolía. ―¿Qué sucede, Baekhyun? ―me preguntó Sehun. Aquel mago siempre estaba encima mío, al punto que comenzaba a fastidiarme con sus preguntas absurdas. ―¿Qué no es claro? Estoy cansado de estos tontos. ―Tranquilo, Baek. ¿Deseas que los haga desaparecer con algún truco de magia? ―¡No es gracioso, Sehun! Estoy cansado de que esos torpes me traten como si no valiera nada. ¿Es porque soy el mas joven, verdad? Los escuché burlarse de mi león detrás del basurero. ―Los payasos están celosos porque eres un gran domador y tu acto es el mejor del circo. ―Miren a quien tenemos aquí ―dijo Tao en tono burlón al pasar junto a nosotros― Sehun el inútil. ¿Hoy nos aburrirás sacando palomas de tu galera? ―De hecho, pienso sacarlas de tu trasero ―respondió mi amigo, cruzándose de brazos. ―Tus trucos de magia son cada vez peores, fenómeno. ―Tú ocúpate de tragarte el fuego que escupes, infeliz. ¿O ya has olvidado el incendio que provocaste el invierno pasado? ―Cierra la boca ―respondió Tao, perdiéndose en la oscuridad.
―Tranquilo, Sehun. Ese hombre es un patán. ¿Te has dado cuenta como me ha ignorado? Se cree superior a todos en la feria y no es más que un tonto lanza llamas. ―Mejor que siga ignorándote. Ya verá lo que le sucederá si se atreve a meterse contigo. ―¡Cálmate! Ahora eres tu quien está echando humo por la nariz ―sonreí para animarlo. Sehun me dedicó una mirada dulce y se metió bajo un gazebo. Seguí mi camino y me deslicé por detrás de un ilusionista que movía burbujas de cristales con sus manos; de un payaso con el maquillaje corrido y de un equilibrista que lloraba al costado de un barril. Al parecer, yo no era el único que sentía frustración en el circo. Un sonido estrepitoso se apoderó del predio. Miré arriba y descubrí que el cielo encapotado vaticinaba tormenta. ¿Sería una tormenta más grande de la que caía dentro de mí?
Los fuegos artificiales explotaban y la música alegre se apiñaba con el aroma dulce de los pochoclos en el aire. Hoy sería una noche normal en el circo. Ingresé en mi tienda y me sorprendí al verla ocupada por MinSeok, el hombre fuerte: ¿Qué demonios? ¿Cómo había podido tirar mis cosas? Me senté frente al tocador y con cuidado moví el peine asqueroso de MinSeok. Apoyé mis brazos y me recosté sobre ellos. Necesitaba descansar mis ojos.
―Byun Baekhyun, ¿Está aquí el gran domador de leones? ―una voz hermosa rezumó de las profundidades de la noche― Baekhyun, Byun Baekyun. Abrí mis parpados, miré en todas direcciones pero allí no había nadie. Absolutamente nadie. La voz estridente de JongDae el presentador escapó del megáfono y supe que comenzaría la función. Apresurado, me coloqué la galera. El terciopelo se encontraba desgastado, como mi alma. Tomé mi bastón y descubrí que me pesaba: ¿Cuántas horas había perdido amaestrando a Luf? El rey de la selva doblegado por la crueldad del hombre y sus jaulas. Yo nunca quise formar parte del circo. A mí me obligaron mis padres, venidos de un antiguo linaje de domadores de leones. Yo jamás quise usar el látigo contra Luf, pero su indisciplina me obligó a hacerlo. Cada vez que mi amigo fallaba en sus trucos, mi padre me ordenaba azotarlo. Entre llantos lo golpeaba y su pelaje dorado se teñía de escarlata. Me dolía, cada corte en su cuerpo era una herida en mi corazón, ya no podía soportarlo. Lo odiaba. Recuerdo que cuando murió mi padre dejé de utilizar aquel elemento de tortura en Luf. Enojado conmigo mismo me puse de pie. La cola de mi saco golpeó la parte de atrás de mi rodilla y el taco de mis botas se hundió en la arena al marchar a la carpa principal.
―Hey, KyungSoo ―dije a mi amigo al verlo pasar― ¿Me prestas un poco de tu maquillaje? MinSeok escondió los míos. KyungSoo se paró en seco, giró sobre sus pies y miró en todas direcciones con la nariz fruncida. ―¿Escucharon a una mosca zumbar mi nombre? ―dijo, blanqueando sus ojos. Quienes lo acompañaban rompieron en risas burlonas. Sehun cruzó miradas conmigo, de pie tras bambalinas. ―¿Qué le pasa? ―le pregunté a mi amigo. Estaba harto de sentirme un parásito. ― Desde que se enredó con JongIn el jefe no hace más que tratarme como basura. Pensé que éramos amigos. ―La gente cambia, Baekhyun―me aseguró Sehun, con cara de angustia.
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El Domador del Leon
RandomHay gente muy extraña en este mundo: Critican, calumnian, juzgan, se burlan y desprecian. Y entonces vuelven a casa y no logran entender porque su vida está llena de frustraciones, amarguras, resentimientos y desilusión. -Autor anónimo-