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- ¡Potter! ¿Ha sucedido algo? ¿Qué haces aquí? - Urgió saber un rubio heredero de aproximados 20 años con la ceja alzada y postura arrogante, fingiendo que no le agradaba ver a quien tenía enfrente, después de todo Harry Potter había sido su acérrimo enemigo por más de 7 años.
Eso, claro, frente a todos los demás, dado que al conocerse ambos tenían en claro que serian Slytherin de una forma u otra, y en su sexto año hicieron las paces de forma clandestina y definitiva, planeando cosas para la guerra que tenían que librar juntos y antes de que esta explotara del todo, confesar su mayor secreto, respectivamente. Dejando en claro que entre ellos solo existían dos posibles futuros. La traición y pérdida de su mejor amigo como primera opción. O el dar vuelta a todo el asunto para fingir comenzar de nuevo como segunda. Estando él ahí era obvio cual habían escogido, con sus brillantes mentes hábiles en política y estrategia y la magia rebosante en sus cuerpos.
- Malfoy. Que no se te suba a la cabeza. Tan solo he venido para apreciar tu belleza, esplendida y petulante, como siempre. Claro además de venir personalmente a entregarte una sentencia de apresamiento emitida por el ministerio, en contra de Blaise Zabini. Específicamente para mi goce. - Se burló el ojiverde con media sonrisa. En su cara, ganándose seguro una maldición de parte del rubio mayor, sin devoluciones.
- Draco ¿quieres decirme que hace este individuo en mi casa? O mejor. ¿Cómo demonios ha logrado entrar? - Pregunto el patriarca Malfoy viendo a su heredero con curiosidad. Si Harry Potter y su hijo se encontraban hace tan solo 3 años se asesinaban o como mínimo mutilaban tanto con la mirada como con ataques "inofensivos" al contrario, pero ahora su Dragón parecía divertido de ver al insoportable ojiverde.
- Le recuerdo señor Malfoy que esta es casa de Draco y no suya, gracias a su obvia reputación desfavorecida por ser un mortifago. Porque no se va y me deja hablando con el hermoso rubito que es su hijo. Así tal vez podemos hacer negocios de adultos. Usted entiende. - Le sonrió con burla, pero antes de que el rubio mayor pudiera levantarse siquiera, Draco ya lo había tomado de la solapa del caro saco que tenia puesto y lo arrastro hasta su despacho, con rabia, metiéndolo a empujones, aunque el joven no se negaba, ocultando perfectamente su media sonrisa.
- Lamento esto padre. Son asuntos del estúpido ministerio, necesitan atención. Con permiso. - Reverencio y se adentro en su despacho, poniendo las protecciones indicadas. Cambiando enseguida su gesto molesto por una de burla. - Cuando vas a dejar de hacer enfadar a mi viejo. Me da la impresión de que cada vez que te ve sufrirá un ataque de histeria. - Le riño con una risa saliendo sincera y Harry se quitó el saco negro con cierta prepotencia. El odiaba tener que usar ropa formal, pero su trabajo y carrera se lo exigían, al igual que a su amigo, además claro de que ya no era el niño que solo podía usar harapos y jeans todo el tiempo.
- En el momento en el que se acostumbre a tenerme cerca. Su cara de asco me da tanta gracia que no puedo evitarlo. Tu padre es sencillamente encantador. - Se burló. - Además, no es que me la pase cerca de ti debido a nuestros tan bien logrados negocitos. Idiota. - Guiño recibiendo el abrazo de su amigo, dándole palmadas en la espalda y sintiéndolas de regreso. Ellos de verdad tenían una especie de conexión. Observo como Draco levitaba su saco a la percha y suspiro sentándose.
- El ya no quiere esconderse, lo entiendo, y apuesto a que tu sufres lo mismo. No nos permiten trabajar a favor del mundo mágico y juro que Ginevra "la sanguijuela traidora de la sangre" Weasley, no me la pone fácil. Gritándome cada tres minutos que con quien la engaño. ¡Como si él y yo aún pudiéramos estar juntos! - Se paso la mano por el delicado cabello, provocando que Draco no se concentrara más en sus palabras, sino en los visibles cambios que había enfrentado su amigo. Era alto, no como podía esperarse pero al menos 1.78, bastante avance en comparación a su tiempo de Hogwarts. Tenía una espalda fuerte y músculos marcando su cuerpo, incluso podía verlos por encima de la camisa verde, formal, de seda, que llevaba puesta. Su piel era pálida, blanca, como si se enfrentara a la nieve todo el tiempo, haciendo contraste con sus perfectos y brillantes ojos verde azulados, que ya no llevaban lentes, gracias a una poción, ciencia en la cual había mejorado mucho. Su cabello era largo, pero lo suficiente para que se levantara levemente y no pareciera una explosión, sedoso y mucho más controlado. Además de que ahora era castaño, marrón claro, con pequeños tonos rojizos, teñido así desde hacía un par de años. Era claro además que la ropa y su porte habían subido de nivel, después de la guerra, en forma exagerada. Ganándose el respeto de cualquiera que le observara detenidamente.
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La Era del Dragon
FanfictionHarry Potter, el niño que vivió y venció. Un chico dulce, atento, carismático, amable e impulsivo la mayoría de las veces y muy talentoso, si, pero bastante vago como para aprovecharlo. Eso era lo que todos veían en el, pero ¿si todo eso fuera menti...