semana 1.

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¿Para qué demonios debemos asistir a la escuela? Los adultos no se detienen a pensar en cómo nos sentimos, no piensan en el mal que nos hacen, y mucho menos en el trabajo que (al menos a mí) nos cuesta encanjar.

Mi primera semana en preparatoria no fue nada extraordinario, de no ser por Jhosua que estuvo conmigo todo el tiempo me habría quedado sola.
Comencé a adaptarme a las clases, ahora de vez en cuando le hablaba a mis compañeros​, o biseversa.

Realmente no estaba consiguiendo lo que propuse, así que decidí hacer una amiga, adoro a Jhosua, pero con el no puedo hablar de chicos.

-Quiero una amiga- dije.

-¿Que acaso no soy suficiente?- me preguntó Jhosua.

-Claro que lo eres- sonreí.

-Entonces ¿Por qué quieres reemplazarme? -dijo con falda indignación en su todo.

-Hmm, porque contigo no puedo hablar de cuando me llega la regla sin sentirme incomoda-.

Soltamos una carcajada al unísono.

-Entonces está bien, ten una amiga-. Miro a nuestro alrededor y como si tuviera algun tipo de escáner observó a todas las chicas del grupo.

-¿Que tal Jessica?-  propuso en un tono demasiado alto para mí gusto.

-Creo que no es lo que busco- le dije sinceramente.

-Anda, igual y es agradable-. Y me sonrió, a esa maldita sonrisa no se le puede decir que no.

Así que me levanté y comenzé a caminar hacía Jessica, una chica ligeramente robusta de piel morena y cabello lacio y negro. El corazón me latía rápido, estaba nerviosa.

-Hola Jessica-. Dije intentando esbozar una sonrisa.

-Ah, hola em...-Era obvio que no recordaba mi nombre.

-Aileen-.

-Claro, lo siento lo olvidé.- Parecía honesta su disculpa.

Comenzamos hablar de la escuela y pasamos el almuerzo juntas,  no sabía que dejara jhosua solo sería la peor decisión que pude haber tomado.

El peso de las palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora