El bosque de otoño

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El tiempo pasaba y el cielo amenazaba con convertir sus tonos floridos y cálidos en oscuros púrpuras y azules. La negrura comenzaba a escalar desde las tierras del antiguo mundo, cruzando el océano, donde los antiguos reyes erigieron sus grandes imperios. Dave sentía como la desesperación ganaba terreno en su pecho con cada grano de arena que caía, insensible, desde la dimensión olvidada; moviendo la cúpula sobre su cabeza hacía la terrible oscuridad. Pero por mucho que se moviera, a su alrededor sólo veía un inmenso follaje rojizo y ocre, que se extendía frente a él hasta donde los troncos le permitían ver. 

Dave había cumplido once el pasado otoño, y volvería a cumplir en tan sólo unos días. Razón por la cuál sus padres consideraron la idea de permitirle ir de campamento con sus tíos y primos.

El primer día fue fantástico. Cocinaron malvaviscos y ardillas, cantaron y bailaron al rededor de una crepitante fogata, jugaron y comieron, escalaron y corrieron y venida la noche, contaron cuentos para no dormir.

El que más lo asusto, sin duda, fue el del primo Tom, la historia del Ucón. El gran oso que habitaba esos bosques, y que lo defendía con devoción de cualquier contacto humano que lo amenazara a él, o a sus semejantes. Esa noche el viento silbaba y mecía a los arboles estrujando las hojas y arrancando algunas; los buhos, los grillos, los sapos, las ardillas, los murciélagos y criaturas que Dave no habría podido nombrar llenaron la noche con sus cánticos uniéndose a esta extraña y tenebrosa pero, a la vez, hermosa sonata. Pero ni siquiera la detallada descripción del monstruo que debía ser el ucrón se comparaba a lo que vieron esa mañana.

No tenía cinco metros de alto, ni pinchos como los erizos. No tenía colmillos gigantescos ni cuatro brazos enormes. Pero no necesitaba nada de eso; sus zarpas, sus estruendosas zarpas llegaban al suelo aún estando de pie, y esos ojos, esos ojos oscuros que parecían exhalar muerte cada segundo, sobre un rostro saturado de cicatrices, orejas casi sin pelo y muy rotas sobre su cabeza, y un ladrido... quién lo viera de lejos, diría que es una persona con algo en las manos, quién lo vera de cerca, hasta el más ateo, diría que es un demonio venido del mismo infierno, pero quién lo oyese, no diría nada. No podría ni se atrevería a describir lo que oía. Un grito gutural y desgarrador que te sacudía el cuerpo y hacía un frío gélido recorrer tu columna como un rayo.

Dave intentaba no recordarlo, y seguir corriendo, seguir corriendo; en algún momento tenía que llegar a algún sitio. Pero su corazón amenazaba con detener sus funciones, protestaba bajo su pecho con un dolor intenso y palpitante por la adrenalina que se disparaba... inundando sus sentidos como un veneno preparado para hinchar cada célula, hasta explotar.

Llevaba una franela gris y aún tenía el pantalón de dormir. Ambos manchados de un carmesí intenso como el vino, que no le pertenecía.

Las piernas le fallaron. Cayó sobre un suelo de roca lleno de hojas, pero ya no sentía nada, no sentía dolor. Sus ojos se cerraron y lo último que vio fue un cielo lila oscurecer.

El bosque brillaba con un extraño verde acuoso; pequeños puntos luminosos alumbraban a los troncos y llenaban al bosque de un aura tétrica, pero no tanto como lo sería estar completamente a oscuras.

Dave volvía a escucharlos: Al buho y al grillo, al murciélago y al resto, y ahora un nuevo integrante del coro; un sonido suave y melodioso que provenía de ningún lugar. Un "Uhhh" sostenido y prolongado que mantenía su cabeza en este lado de la linea que separaba la locura.

Siguió a las luciérnagas a través de los troncos raquíticos y numerosos que veía ramificarse en todos lados. Las hojas del suelo crugían ante sus pisadas. Él estaba en un estado parecido al embobamiento, no pudiendo pensar en nada que no fuera seguir la luz. En ese momento... era mejor no pensar, no recordar. Su tío y su tía no estaban muertos, sus primos no se habían desangrado frente a él, simplemente, no existían.

Caminando pudo encontrar en qué dirección parecía provenir aquel sonido tan extraño, y comenzó a seguirlo. Cada vez se oía más claro, más intenso, pero cada vez habían menos luciérnagas, y en vez, una luz extraña comenzó a manar de pequeños fragmentos en los arboles. La sabia cristalizada de los troncos brillaba de un modo intenso con un color azul eléctrico. Comenzó a ver el musgo crecer por todos lados y las hojas rojas y amarillas comenzaron a convertirse en hojas verdes. El aire se cargó con olores de flores blancas y enormes que crecían en los arboles, mariposas púrpuras que brillaban pasaron cerca de él, y él las miró hasta que desaparecieron estas y aparecieron otras.

Caminó por el bosque mágico maravillándose con sus colores. Pero oyó su estomago rugir, y entonces recordó que dónde estaba,y las flores dejaron de crecer. Y luego le fue imposible no recordar.

Se sentó de espaldas a un árbol, abrazándose las piernas y llorando en silencio. Y sintió la ropa dura por la sangre reseca, y entonces las mariposas se esfumaron, y cuando lo hicieron, las lloró a lágrima viva.

«No puedes vivir en una fantasía» le dijo un voz que no supo decir si estaba o no en su cabeza. Y entonces regresó al bosque otoñal alumbrado por las luciérnagas.

Pero no era el mismo bosque otoñal... lo que había, o mejor dicho, lo que no había, era lo que más le aterraba. Los búhos dejaron de ulular, y los grillos de criar, el extraño sonido de ningún sitio se esfumó como la bruma y la nada comenzó a romperle los tímpanos. Y lo vio; Estaba parado frente a él, a tan sólo unos metros. Lo veía entre los arboles lejanos, con las zarpas hasta el suelo, y los ojos fijos en él, aunque no los veía.

El vacío se apoderó de la mente de Dave. Y lo remplazó el ruido del silencio.

Temblaba desde la mandíbula hasta los dedos y viendo como el tiempo se explayaba y esa cosa no se movía, tomó la decisión; se levantó lentamente, pegado al árbol, caminó un par de pasos ... y corrió. Y lo que sea que lo observara, lo siguió.

Los troncos se precipitaban ante él a su alrededor. Las hojas crujían agresivamente ante sus pisadas, y no solo las suyas, se oían hojas quebrarse atrás de él, cada vez más cerca. Su corazón latía tan fuerte en su pecho que no lo sentía y el silbido del aire chocar contra sí mismo le apretaba los tímpanos.

Y vio la luz... vio una, no, varias luces más adelante, paralelas. Luces reales, luces sintéticas... luces de ciudad. Y corrió más rápido. Y oía las zarpas rasgar el aire atrás de él, y se oía gritar, y oía...

Saltó la cerca de metal que separaba la carretera del bosque y rodó por el suelo mientras los frenos del auto quebraban el ambiente. Oyó el pitido sostenido de la bocina del coche y el grito del chofer. Pero ya no podía más, y sólo se quedó tendido en el suelo, respirando agitadamente y sabiendo que aquel fantasma no saldría del bosque.

-¿Estás bien, niño?

Preguntó el conductor del carro. Era un hombre mayor, pero seguía estando en forma. Dave lo oyó pero ya no podía reaccionar. El hombre miró al bosque, miró a Dave, y lo metió en su coche, acomodándolo en el asiento de atrás.

El sonido del motor fue un aliento de vida para Dave, quién pudo ver los enormes y vacíos ojos de aquél bicho mirándolo desde el lindero del bosque alejarse y desaparecer conforme volvían a moverse por la carretera.

Escuchó al hombre decir que lo dejaría en una clínica en la ciudad más cercana, y sonrió, porque sabía que la ciudad más cercana era la suya. Cerró los ojos, e ignorando por un momento que sus primos y tíos yacían ahora inertes y fríos en medio del bosque, se durmió.

Y ni siquiera un grito gutural venido desde las entrañas del bosque pudo despertarlo.

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⏰ Última actualización: Apr 13, 2017 ⏰

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