Capítulo 26. -La mujer.

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Ryan se aclaró la garganta y se dispuso a responder lo mejor que pudo.

-Bien, a ver ¿Cómo te explico? No es una novia... -Comenzó diciendo y en ese punto se dio cuenta de lo pésimo que era explicando situaciones.

-Entonces no tienes novia. -Se anticipó la rubia a lo poco que había dicho el chico.

-Espera, o sea, no es eso, es decir, si hay alguien. -Continuó intentando explicar mejor. -Pero no es un noviazgo preciso, es complicado. -Terminó diciendo.

La chica rió un poco por todas las vueltas que había dado Ryan en un sólo tema. Se llevó una cucharada de cereal a la boca.

-Veo que no te encanta hablar del tema, si quieres hablamos de otras cosas. -Dijo después de tragar y el de ojos verdes asintió.

Continuaron hablando mientras comían, reían en varias ocasiones y en una ocasión Ryan rió tanto que casi escupe el cereal en el sofá.

Luego de eso decidieron conversar de cosas más serias como sus puntos de vista en temas específicos.

Con todo lo que hablaban aún le quedaba una duda y es que ¿Por qué Sabrina no quería que Samuel supiera que estaba en la puerta?

-Hay una cosa que me tiene en duda y es que quería saber si tienes alguna pelea o algo así con Samuel. -Quiso saber el de ojos verdes.

Ella se encogió de hombros y comió lo último que estaba en su tazón para luego ponerlo en la mesa de centro.

-Es algo tonto realmente, no quiere ni verme más. -Comenzó diciendo ella y subió los pies al sofá como una niña. -Pero el cuento es un poco enredado.

-Te escucho. -Respondió él.

-La cosa es que yo soy muy buena amiga de Willy y creo que hubo un tiempo en el que me gustaba. -Dijo ella. -Le pedí ayuda a Samuel para saber qué podría hacer para que Guille por fin me viera como más que una amiga. Él comenzó a darme consejos un poco extraños que más que ayudarme hacían que el chino se alejara de mí. -Continuaba diciendo. -Y pues que un día estábamos en su casa, le dije todo lo que sentía y le confesé que le había pedido ayuda a Samuel.

-O sea que te dio consejos falsos. -Decía el rubio aguantando la risa.

-Si, bueno, quién sabe porqué, pero el punto es que estaba apunto de besarlo y apareció él por la puerta hecho un tornado, reclamando que porqué su sala de estar tenía que ser escenario para nuestras tonterías, qué no se qué, que no se cuantos... -Ella rodó los ojos en esta parte.

-¿Por qué será? -Dijo Ryan de manera levemente sarcástica aún aguantando la risa. Ella no entendía muy bien este gesto de su parte, pero decidió no darle importancia.

-El punto es que practicamente me corrió de la casa y tuvo una pelea con Guille. -Terminó de contar.

Ryan aún no entendía como esa chica no se había dado cuenta de algo de lo que él se había percatado al instante.

Entre tanto en Noruega, Miguel se preparaba para ir a trabajar. Se miró en el espejo, se arregló el cabello y se sentía seguro de sí mismo, o por lo menos más preparado que antes.

Sara Estaba en su casa lidiando con la idea de que ya no tenía a un hermano qué molestar.

Se subió al auto y comenzó a conducir, pensando en varias cosas como en qué estaría haciendo Ryan en ese instante y si también estaría pensando en él.

La cosa es que no se le salía de la cabeza la escena del aeropuerto, nada quedó claro, todo fue tan improvisado y rápido que los dejó un poco confundidos a los dos.

El castaño normalmente no era celoso ni nada remotamente parecido, pero la idea de que algún español o española comenzara a gustarle le rondaba una que otra vez por la mente. Él sacudía esas ideas, confiaba plenamente en el rubio.

Al llegar, se bajó del auto y se dirigió adentro, donde todo se encontraba en su orden natural. Beatriz estaba hablando de unas cosas con el abogado de la empresa y cuando lo vio lo saludó.

Todo parecía correcto por los momentos, hasta que una figura femenina hizo presencia en el lugar. Era una mujer madura, de cabello castaño que pidió a la recepcionista que le dijera al gefe que saliera inmediatamente.

Los murmuros no tardaron en aparecer, todos estaban seguros de que no se trataba de su mujer, puesto que ella ya había ido unas cuantas veces a la empresa anteriormente.

Roger salió de su oficina indignado de que se le interrumpiese mientras trabajaba. Miraba la hora y estaba apunto de gritarle a la persona, fuese quién fuese que quién pensaba que era.

Pocas veces se le había visto tan molesto. Dando largos pasos hacia la recepción se dirigía a hablar con esa persona inoportuna.

Entonces se detuvo.

Toda esa molestia y rabia que había almacenado desde que la recepcionista lo llamó se esfumaron y sólo quedó el asombro asomándose por los ojos verdes de éste.

Estaba allí, parada con los brazos cruzados y su cabello recogido con una mirada más fría que otra cosa.

¿Qué hacía ella allí?

¿Cómo lo había encontrado?

Muchas eran las preguntas que recurrían a la mente del hombre con traje que se quedó allí parado mirándola fijamente.

-Diane. -Fue la primera palabra que salió de la boca del hombre.

-Vaya... Aún te acuerdas de mi nombre. Pensé que después de tanto tiempo ni te acordarías de mí. -Respondió ella, sin importarle que hubiera personas al rededor escuchando. -¿Y recuerdas a tu hijo? Roger ¿O eso si se te olvidó? -Fueron las palabras de la mujer.

Miguel estaba de expectante mirando lo que sucedía sin saber mucho de lo que esto se trataba.

-¿Te suenan los nombres Rubén y Ryan? -Dijo Diane y fue como si diera dos disparos al pecho de Roger.

Miguel abrió mucho los ojos. Quería escuchar más pero lo siguiente que pasó fue que el jefe le imploró que siguieran hablando en su oficina.

Continuará...

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Los Gemelos DoblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora