Algo que amaba más que nada en esta vida el reino de Scotland era tocar su adorada gaita, el sonido que se dejaba escuchar era tan tranquilo, tan natural. Todas las tardes se sentaba a tocar debajo del gran árbol de su jardín, donde nessi y sus demás amiguitos aparecían. Esa tarde no fue la excepción, estaba ahí, esperando la llegada de su prometido, para tomar el té de las cinco y platicar cosas de la boda.
La hermosa melodía que tan fino instrumento dejaba escuchar hacia que tímidamente seres mágicos pequeños saliera a bailar acercándose lentamente a él.
Por un instante se distrajo en los rayos del sol que atravesaban con sigilo la copa del árbol que le cubría, admiraba la manera de infiltrarse entre las ramas, tan despacio, sin ruido, poco a poco.Su mente malvada le jugó tan vil, ya que por unos segundos pensó en él norteamericano, haciendo tomar un ligero suspiro lleno de nostalgia que pronto lo convirtió en enojo.
Los pequeños enseguida se alejaron al notar el mal humor, negó con desgano y regresó su cabeza al lugar, de pronto miró hacia el frente percatándose de la llegada de su prometido que se acercaba con rapidez, él se levantó y le saludo con beso sin sabor, era la primera vez que sentía algo así. El rubio habló primero, le preguntó cómo estaba que hacía, cosas por el estilo, hasta que soltó el tema principal.-Hay que hablar de la ceremonia-
-¿Qué pasa con eso?- siempre contestando secamente el escocés.
-¡¿Cómo que pasa con eso?! Tú aun no tienes traje, ni siquiera has enlistado invitados y la boda es en menos de dos semanas-
-Ahh...-
-Ahh?, esa es tu respuesta, ¡idiota!-
-Cálmate, mejor entremos a la casa, siento la boca seca, quiero beber algo-tomaba su mentón y garganta, caminando con tranquilidad hacia la puerta.
-¡Té!- manifestó el rubio como sentencia.
-Mmm ya que...-
El delicioso aroma del té inglés justo a la hora perfecta se percibía por la sala. Scott escuchaba con atención a lo que su amado decía, sorbió un poco del líquido observando bien los gestos ajenos, sonriendo por lo gracioso que se veía las cejas pobladas de Arthur unirse. Giró su cabeza a la ventana principal, se quedó serio mirándola, ahí había empezado su agonía, pero ¿por qué lo recordaba aun?, se suponía que eso había pasado o eso quería creer. Su novio le llamaba en voz alta, no hizo caso al primer llamado ya que su cabeza había viajado a miles de kilómetros lejos de ahí.
-¡SCOTT!-
-Ah…-
-¿En dónde estás?-
-Hehe, ¿qué decías?- había perdido el hilo de la conversación sin darse cuenta.
-¿Qué te pasa?, últimamente te he notado extraño-
-Nada, continua- "me pasa Jones", contestó mentalmente.
-Cierto, pues te decía que a quien le pedirás ayuda-
-¿Ayuda?, ¿para qué?-
-Para que te ayuden con lo que te falta, siempre supe que no tendrías a nadie en mente, así que le dije a Francis que te ayudara, ya que a mí me ayudara Alfred-
-¿Qué?, ¿ricitos de oro me ayudara?, no quiero- se cruzó de brazos enojado.
-Ahg! y entonces ¿quién?-
Dejó la taza en la mesita de la sala, reflexionando un momento, Alfred ayudaría a Arthur, el miedo que el rubio americano le dijese a su prometido lo que hicieron le asustaba, era eso o quería que el ojiazul se la pasara tiempo con él, mordió sus labios y se revolvió el cabello analizando las circunstancias, la "ayuda" era el pretexto perfecto para tenerlo cerca, ya que Scott consideraba que él solo podía realizar lo faltante de la boda, América estaría a su lado y podría torturarle de la misma forma en la que él lo hacía, aunque no tenía sentido ya que Alfred no hacía nada, era inocente, ya que el pelirrojo era torturado por su propio sentir, solo quería venganza, ya que el culpable de su sentir era ese chico de voz aguda.
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CRÓNICAS DE UN EGOÍSTA
FanfictionScott Kirklanda esta a dos semanas se casarse con Arthur Kirkland. Justamente en la fiesta de compromiso, empieza a ver a Alfred F. Jones de manera distinta, pero, el ser natural del escocés, lo lleva a ser un egoísta con el americano. Los personaje...